viernes. 17.05.2024

Cuando nació Adrián Otaegui (San Sebastián, 21 de noviembre de 1992) lo único que tenía claro su padre, que se llama Javier, es que iba a hacer de su hijo un campeón. No sabía de qué deporte, pero sí que triunfaría por el mundo. Y han pasado 22 años de aquellos tiempos en los que proclamó su objetivo en una España que celebraba a lo grande el quinto centenario del Descubrimiento de América, con Expo y Olimpiadas incluidas, y no va a quedar más remedio que darle la razón: Adrián ha triunfado.

Ha sido en el golf, un deporte que su padre prácticamente no sabía que existía. Y lo increíble -y ahora es cuando viene lo gordo- es que se convirtió en su entrenador. Y así, pasito a pasito, con una perseverancia a prueba de bomba y después de haberle dado millones de golpes a la pelota, Adrián ha logrado ser más que una joven promesa una consolidada realidad. Lo acreditan sus once triunfos, entre ellos el Open de París, que lo ganó con 18 años y fue su primera victoria como profesional, y también que actualmente milita en el Circuito Europeo, que para entendernos es como la primera división del golf. Algo más: a día de hoy se encuentra en el puesto número ocho del ranking de mejores jugadores de España.

Pero no se conforman con esto. Ni el padre ni el hijo. Quieren más. Mucho más. Quieren que Adrián Otaegui figure entre los tres nombres más grandes del golf en el mundo. Y a tenor de la evolución, que nadie descarte que lo vayan a conseguir. Pero antes tiene otras metas: ser miembro de la Ryder Cup y situarse entre los 12 mejores de Europa. Como aval están las palabras de su paisano José María Olazábal, que lo considera un verdadero fenómeno, y también una trayectoria que apunta a lo más alto. De momento no para de recorrer el planeta para participar en muchos de los mejores torneos, desde China a Sudáfrica y de España a Noruega. Es a lo que se dedica con verdadera pasión y fervor. Y también a perfeccionar su juego, porque tiene claro que aún le queda mucho que aprender para alcanzar todos sus sueños

Gran parte del año lo pasa en Dubai, que ofrece en invierno el clima más adecuado para entrenar y además cuenta con excelentes instalaciones en las que se siente muy a gusto. Y desde esta base se desplaza a los principales torneos de la zona. Uno de ellos el de Qatar, para el cual ha encontrado el patrocinio de Teka en Oriente Medio. También a la India y a Tailandia, donde en el preciso instante de escribir este texto avanza con buen juego y bien situado en la clasificación del Thailand Classic. Es su gran momento actual. Pero además es consciente de su futuro. El golf no es como otros deportes y permite seguir practicándolo a nivel profesional con edades que sería imposible en el fútbol, el motociclismo o el tenis. Y como prueba está que otro español, Miguel Ángel Jiménez, con 51 años a sus espaldas, es quien lideraba la clasificación del citado Thailand Classic después de disputarse la jornada inaugural.

Si a Adrián Otaegui se le pregunta a quién considera el mejor jugador de golf de todos los tiempos, contesta que a la mente se le vienen unos cuantos nombres, pero que sin duda es obligado mencionar a otro español, Severiano Ballesteros. Sin embargo, tiene una especial querencia a Olazábal, dos veces campeón del Master de Augusta, que ha sido para él un referente constante. “Es un gran jugador y una gran persona, estoy muy orgulloso de conocerle”, asegura Otaegui, que cuando estaba empezando tomó nota del buen hacer de Olazábal.

A día de hoy mantiene que “si llegara a ser la mitad de bueno de lo que es él”, se sentiría “muy satisfecho”. Porque a Adrián se le ve un deportista preparado, decidido y ambicioso, pero a la vez humilde y sincero, muy consciente del momento que vive gracias a la preparación mental que cada día recibe de su padre, el hombre que soñó convertirlo en campeón. Y por eso también sabe que los detalles son importantes. A veces casi más que las palabras. Justo por lo cual, una vez culminado el encuentro de donde afloraron los detalles que se cuentan en este perfil, sacó un guante dedicado. Y no era un guante cualquiera, sino uno ennegrecido por el contacto con el palo. Quedará como prueba de que un día entrevisté a un grande del golf.

Adrián Otaegui, desde Dubai al asalto de la cima del golf