viernes. 03.05.2024

El 20 de marzo de 2003, Abdul Hadi Sadoun se encontraba solo en su casa de Madrid. Sobre las 2.30 de la madrugada una ensordecedora explosión en Bagdad anunció que el ataque de las fuerzas lideradas por EEUU acababa de empezar. Abdul Hadi estaba tirado sobre el suelo del salón viendo la televisión. Llevaba diez años esperando ese instante. Los mismos años que vivía exiliado del sanguinario régimen de Sadam Hussein. Pero algo no encajaba adecuadamente en su cerebro. Sentía una inmensa alegría por la caída de la dictadura. Por supuesto. Y también una desconcertante inquietud por la virulencia de los ataques estadounidenses.

“Fue una experiencia dulce y amarga al mismo tiempo”, asegura por teléfono el escritor y traductor iraquí, profesor de lengua y literatura árabes de la Universidad Complutense de Madrid. “Estaba viendo delante de mis ojos cómo destruían mi país y cómo mataban a mi gente en nombre de la salvación de la ciudadanía”. Ese día no pudo hablar con su familia iraquí. El país estaba colapsado y las comunicaciones telefónicas se habían venido abajo. Al día siguiente, su hermano se puso al aparato. En Bagdad, por primera vez en décadas, la gente había perdido el miedo y desbordaba la calle de alegría ante el inminente derrumbe de un sistema atroz.

No todo era júbilo. A medida que se intensificaban los bombardeos, también se reforzaba la certeza de que el país se aproximaba a una era de penumbra. “Sabíamos que iba a ser el inicio de una destrucción masiva”, sostiene Sadoun. Y así fue. En solo 42 días, la maquinaria militar estadounidense arrasó el país, arruinó las principales infraestructuras, pulverizó la estructura del Estado, aniquiló a decenas de miles de civiles y lanzó a Irak a un pozo negro cuyas consecuencias aún hoy se dejan sentir.

Abdul Hadi Sadoun: "La Guerra de Irak fue para mí una experiencia dulce y amarga"

“Yo siempre lo digo”, anuncia el profesor iraquí afincado en España. “Lo primero era salvarnos de una dictadura que no nos dejaba respirar. Lo segundo fue la aparición de nuevas enfermedades que nunca habíamos visto antes: la corrupción, la pobreza y la división social. Lo único positivo de la guerra”, matiza Sadoun, “ha sido el auge del arte y la literatura tras la caída de Sadam Hussein”.

Han pasado 20 años del inicio de la Guerra de Irak. Y la onda expansiva que provocó fue gigantesca. “Marcó un antes y un después en el orden regional e internacional”, asegura Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. La guerra supuso el fin de la hegemonía de Estados Unidos en la región y desde entonces no ha dejado de perder terreno. “Con las intervenciones de Afganistán e Irak perdió su credibilidad a los ojos de sus aliados regionales, tanto de Arabia Saudí como de Israel. La gran potencia mundial se vio incapaz de traer orden y estabilidad. Todo lo contrario: generó caos y desorden, además de servir en bandeja de plata a Irán el control de Irak”.

A juicio del analista, de las cenizas del régimen baazista surgió una “democracia sectaria” donde una parte sustancial de la población iraquí votó en función de su credo religioso. “Eso dio el control político a los partidos chiíes y, por lo tanto, a Irán”. El Gobierno de Teherán aprovechó el hundimiento de Sadam Hussein, que durante años había primado a la minoría sunní, para desplegar su poder de influencia en toda la zona, singularmente Líbano y Yemen.

La guerra también desencadenó turbulencias regionales drásticas. Por ejemplo, el surgimiento del grupo terrorista Daesh, que durante años se convirtió en una fuerza perturbadora de todo Oriente Medio. “Irak había sido siempre un muro de contención frente al expansionismo del imperio persa, primero, y del Irán revolucionario, después. Y dejó de cumplir esa función, tras el control del país por parte de los partidos de obediencia iraní”. Hoy, en opinión de Álvarez-Ossorio, la hegemonía regional se ha volcado claramente del lado de Irán. “Y eso es visto con mucho temor por algunos países sunníes de la zona, especialmente las petromonarquías como Arabia Saudí y Emiratos. Ante ese vacío de poder, algunos se han aproximado a Israel. Los Acuerdos de Abraham no se pueden entender sin la caída del régimen de Sadam Hussein”, reflexiona el experto.

Álvarez Ossorio: "Marcó un antes y un después en el orden internacional"

Abu Zaydun Hanoos, conocido artísticamente como Hanoos Hanoos, es un pintor, grabador y profesor establecido en España desde 1981. La traumática experiencia de la guerra de 2003 lo empujó a crear una de las obras decisivas de su trayectoria: ‘Bagdad’. Lleva 42 años en España y aún hoy la palabra “miedo” recorre una y otra vez el discurso vertiginoso que desgrana al otro lado del teléfono. “Vine fundamentalmente a estudiar, pero también por culpa del régimen de Sadam Hussein”, afirma. Eligió España porque quería vivir en un país “lo más lejos posible” de Irak. “Tenía mucho miedo”, insiste.

“Era un régimen sanguinario. Terrible. Hay que vivirlo para saber lo que era aquello. Y yo nunca fui político ni nada parecido, pero bastaba con hacer un simple gesto para que te metieran en la cárcel o mataran a tus familiares”. Hanoos estudió Bellas Artes en Bagdad, entre 1974 y 1979, antes de obtener la licenciatura y el doctorado ya en la Complutense. Cuando dijo adiós a Irak, el miedo lo acompañó dentro de sí y durante años no se atrevió a abrir la boca por temor a las represalias contra su familia. Nunca ha regresado a su país. Y ya son 42 años.

Vivió la Guerra de Irak con amargura. “Fue un ataque bestial. No se puede permitir eso”, lamenta, pese a la caída de la tiranía. “Lo podían haber hecho de manera más pacífica, pero lo hicieron muy mal. Si hubieran quitado a Sadam Hussein como hicieron con Noriega en Panamá, hubiera sido otra cosa. Pero no. Destruyeron al Ejército, pusieron todo patas arriba y dejaron una guerra civil tremenda. Eso no se puede hacer en un país”. Hanoos cree que la democracia no se puede construir “a puñetazos” en un territorio que todavía sigue dominado por una estructura tribal y unos índices de analfabetismo cercanos al 46%. “Y no quiero tampoco señalar a un culpable. Todos somos culpables. Sadam Hussein y EEUU”.

El grito de "No a la guerra" recorrió el mundo en 2003 para frenar la invasión de irak. (jehez)
El grito de "No a la guerra" recorrió el mundo en 2003 para frenar la invasión de irak. (jehez)

Hoy el país vive en una “situación crítica”, a juicio del profesor Álvarez-Ossorio. La guerra terminó y la espiral de violencia terrorista parece algo más contenida. Aunque Irak no funciona. “El país está completamente fracturado y ni siquiera se han conseguido restaurar los servicios básicos. Ni la sanidad, ni las infraestructuras, ni el agua, ni la electricidad”. Y existe una profunda crisis de legitimidad de los gobernantes que complica seriamente su futuro. El catedrático de Estudios Árabes admite que la democracia y las libertades han avanzado significativamente en relación con la época de Sadam, pero los responsables públicos se han revelado incapaces de dar respuesta a los principales problemas del país.

“Ahora hay un sistema más abierto, plural y democrático, lo que no quiere decir que se haya impuesto la paz, el orden y la estabilidad. Hay una agenda muy sectaria que, de alguna manera, pretende tomarse la revancha de toda la persecución que sufrieron”, asegura en relación a la comunidad chií. De hecho, surgieron múltiples milicias armadas que imponen su ley en determinadas zonas de Irak. “Si le preguntas a los propios iraquíes, muchos te dirán que con Sadam se vivía mejor”.

Hanoos tiene información puntual de Irak. Dos hermanos residen allí y le transmiten cada día la espiral de contratiempos que entraña vivir en Irak. “Desde 2003, el país no está funcionando. Hay mucha corrupción y se han formado una especie de partidos sectarios y tribales. Es un país muy difícil de gobernar”. Abdul Hadi Sadoun tiene una sensación parecida. “Hay una cierta estabilidad pero Irak vive encima de un volcán que puede estallar en cualquier momento. Los problemas no se solucionan. Se calman con ibuprofeno y por un tiempo limitado”.

¿Qué le espera a Irak en el futuro? Ninguno de los tres puede aventurarlo. “Será un logro si seguimos como ahora”, argumenta Sadoun. Y no tiene demasiada confianza en ello. Está convencido de que los problemas se agravarán con las nuevas generaciones. La única solución, señala, es conseguir que todas las fuerzas políticas se unan en un objetivo común. Y eso no es fácil. Para proyectar una luz de esperanza sobre el horizonte de Irak, concluye Abdul Hadi Sadoun, se necesitaría “una fuerza mágica”. Bienvenida sea.

20 años de la guerra que cambió todo
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