martes. 19.03.2024

Depredadores

"Gente malvada que de repente muestra su verdadera cara para asaltar a inocentes y borrar de un zarpazo su existencia"

¡Estoy de vuelta Camel Rockeros! Pero en esta ocasión os pido que me permitáis hacer una excepción en mi tono y estilo habitual para compartir con vosotros una reflexión, antes de volver a mis andanzas habituales por Dubai.

Una vez vi en televisión una imagen que me ayudó a establecer un símil, creo que bastante acertado, de un ser humano denigrante y al que yo  denomino “depredador”. En la secuencia que aparecía en los informativos de alguna televisión, se veía como un chico joven arrastraba por los pelos y por el suelo de un pasillo a su novia, después de haberle golpeado repetidas veces la cabeza contra la puerta del ascensor. ¡Terrible! La barbarie quedó inmortalizada y retransmitida gracias a la cámara de seguridad del portal donde vivían. No recuerdo qué ocurrió con la pobre chica, si sobrevivió a la paliza o no. El caso es que días después me encontré con otro vídeo en el que un hombre, tras caer a la fosa de los tigres en un zoológico, es devorado por uno de los felinos después de ser arrastrado hasta su guarida. Por alguna razón la imagen me recordó inevitablemente al caso de la chica del ascensor agredida por aquel detestable individuo. Porque las dos víctimas parecían tristes marionetas en las fauces de sus carniceros. Dos cautivas impotentes y con la batalla perdida. Dominadas y vencidas por depredadores. Al felino lo exculpa su instinto animal, al salvaje del ascensor… absolutamente nada.

Durante estos días de ausencia, Camelia Luna se ha quedado un poco muda, absorta y observadora de todos esos sucesos que nos rodean y que nos dejan estupefactos. Me refiero por ejemplo a casos como el del pequeño Gabriel en España (en la foto superior de Efe). Niños a los que les arrebata la vida de forma inesperada alguno de estos depredadores camaleónicos. Gente malvada que de repente muestra su verdadera cara para asaltar a inocentes y borrar de un zarpazo su existencia. Aún no nos hemos repuesto del estupor y de la pena. Y es que en estos tiempos que corren en los que todo se vive de forma más presente y en tiempo real por los medios tecnológicos y las redes, los sucesos cobran tanta importancia que los percibes como parte de tu propia existencia. Por supuesto que los medios de comunicación hacen audiencias líderes y toda esa basura, otra clase de depredación. Y las entrañas nos bombean dolor con la sola idea de ponernos en el lugar de esos padres. Algo muy humano. Hay muchos Gabrieles repartidos por todo el mundo. Es justo también pensar en todos los padres que estén atravesando un momento parecido. Porque la pérdida de un hijo es la devastación más absoluta. Tendremos que curarnos y cuidarnos de estos depredadores. De todos ellos y en todas sus formas. En esta reflexión se me ocurren muchas categorías de depredación: Ojalá acabe la guerra que azota Siria que entra ya en su octavo año y dejando tras de sí un reguero de muertes y desolación. Se estima que unos 24.000 niños han perdido la vida allí hasta el momento. Han muerto gaseados. Mueren acribillados por las bombas mientras se encuentran en el colegio dibujando o jugando en el recreo. Como tus hijos o los míos, como el pobre Gabriel. Zarpazos de guerra. No se me ocurre peor depredador, ya lo decía la canción: “Es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente”. Yo sólo le pido a mi dios y al tuyo, que todo esto tampoco nos deje indiferentes. Y sin ánimo de controversias.

Y que cuidemos y guiemos bien a nuestros hijos por la vida porque son y somos muy afortunados. Y las niñas que serán adultas, que puedan  decidir en el futuro con quién quieran compartir su vida y que sean tratadas con respeto y no acaben arrastradas por cualquier impresentable a las puertas de un ascensor. Por ningún depredador sanguinario. Que nunca tengan la mala fortuna de cruzarse con alguno de ellos en ninguna de sus formas. Porque estos devastadores están ahí fuera mezclados entre nosotros, camuflados y repartidos por el mundo. Da mucho miedo. Y lo peor de todo es pensar que no hay que caer en la fosa del tigre en el zoo para que tu destino cambie… porque andan sueltos.

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