miércoles. 24.04.2024

Cuando el fútbol es amor

"Mientras escribo estas líneas, en el estadio de fútbol Atanasio Girardot de Medellín se lleva a cabo una de las más bonitas ceremonias que he visto en mi vida: el homenaje sentido y sincero del pueblo de Medellín a los hermanos brasileros y de otras nacionalidades que fallecieron en el accidente de la aeronave de bandera boliviana"

Como saben bien los amables lectores, el pasado lunes 28 de noviembre en horas de la noche en inmediaciones de Medellín, la capital del Departamento de Antioquia, segunda ciudad de Colombia, se produjo un lamentable accidente de una aeronave de bandera boliviana que transportaba entre otros pasajeros al equipo de fútbol brasilero Asociación Chapecoense, el cual se desplazaba a Medellín para jugar la final de la Copa Sudamericana con el equipo local, el Atlético Nacional.

En ocasiones los seguidores del fútbol, nos hemos sentido mal por las noticias de violencia o de corrupción que enlodan el buen nombre del balompié, pero hay momentos sublimes que nos hacen reconciliar con el deporte, con la vida misma. Mientras escribo estas líneas, en el estadio de fútbol Atanasio Girardot de Medellín se lleva a cabo una de las más bonitas ceremonias que he visto en mi vida, una jornada que no es la fastuosa de inauguración o clausura, o la final de un campeonato, o un clásico entre rivales de la misma ciudad. No, nada de eso, en este caso, es el homenaje sentido y sincero del pueblo de Medellín a los hermanos brasileros y de otras nacionalidades que fallecieron en el mencionado accidente. Es el tributo a las víctimas y sus allegados.

Escudos de Chapecoense y Atlético Nacional.Nunca había visto a los hinchas del equipo local hacer barra y corear todo el tiempo el nombre del onceno contrario, en este caso no eran los rivales, eran los hermanos y compañeros que se habían marchado de triste manera. Cuarenta mil personas al interior del estadio y otras tantas en los alrededores del recinto deportivo que recuerdan con cánticos y lágrimas a los jugadores del equipo brasilero. Un sentimiento que estalló luego de los actos protocolarios, de los himnos nacionales de Colombia y Brasil, del estremecedor minuto de silencio, toda la familia del Atlético Nacional de Colombia, dio un abrazo sin fronteras a la Asociación Chapecoense, un equipo chico que cumplía su gran sueño de una final sudamericana.

Hoy me siento muy orgulloso de ser colombiano, por los nobles gestos del equipo Atlético Nacional de Medellín, al organizar este bello tributo, así como solicitar a la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), para que se designe campeón de la Copa Sudamericana al equipo Chapecoense. Al Nacional que es campeón actual de la Copa Libertadores de América le dicen en Colombia el Rey de Copas, hoy además fue el Rey de Corazones. En las emotivas palabras del Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, en medio de lágrimas, recordó que los colores del Nacional y el Chapecoense son verde y blanco, esperanza y paz. Los colores con los que nos vestimos como hermanos latinoamericanos. Gracias al fútbol, gracias a la vida.

Paz en la tumba de las víctimas, consuelo para sus familiares.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

Cuando el fútbol es amor
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