jueves. 28.03.2024

España en vilo

"En España se ha abierto al fin la llamada “segunda transición”, es decir, un nuevo periodo histórico sustentado acaso por un repertorio de ofertas partidistas distinto del anterior y dudosamente capaz de alcanzar el equilibrio que logró en su día aquél"
Los españoles residentes en Emiratos Árabes votarán por primera vez el 18 de septiembre para constituir un CRE.

No pocos observadores de la vida pública consideran que España se encuentra en estos momentos en un grave punto de inflexión histórica. La repetición forzada de las elecciones generales han demostrado la incapacidad de los políticos –de todos—para resolver una situación política que, ciertamente, requiere trazo fino, pero a mi entender, más grave resulta una extendida opinión pública en la que la imagen de esos políticos –y tristemente, de la Política—aparece ya desdibujada en exceso. No cabe duda, por otra parte, de que, tanto la aparición de esas fuerzas sociales “emergentes” –por la derecha y por la izquierda—responden a una conciencia pública irritada en extremo por la corrupción, una corrupción creciente de la que cada día el ciudadano tiene noticias nuevas y de la que ningún sector del espectro político se escapa ya.

El problema está, a mi modo de ver, no tanto en el fracaso mismo de las elecciones anteriores y su desafortunada gestión partidista, sino en la alta probabilidad de que en las próximas el panorama resultante no se diferencie gran cosa del anterior, lo que conduciría sin remedio a una situación “a la belga” hasta ahora desconocida en la democracia española. Y algo peor, quizá: que una victoria de las fuerzas conservadoras pudiera resultar pírrica dada la mala coyuntura económica europea –ya se habla de una segunda recesión—mientras que un triunfo de esa izquierda artificial y no poco antisistémica supondría, en caso de mantenerse las promesas formuladas, una auténtica catástrofe para España cuyos efectos sería, además, muy perjudiciales para la Unión Europea.

La situación política de España, en fin, fueren cuales fueren los resultados de los próximos comicios, es sumamente intranquilizadora, dado que la Derecha convencional está en crisis abierta a causa de una corrupción que, aun siendo con toda probabilidad menor que la que protagoniza la Izquierda, mientras que el “frente populista” que anda fraguándose, de sugerencia tanto bolivariana como peronista, difícilmente puede tranquilizar a los observadores. De hecho, en España se ha abierto al fin la llamada “segunda transición”, es decir, un nuevo periodo histórico sustentado acaso por un repertorio de ofertas partidistas distinto del anterior y dudosamente capaz de alcanzar el equilibrio que logró en su día aquél. Eso es lo alarmante: que vamos a entrar en un territorio oscuro, alentados por energías no poco desmesuradas pero inexpertas, y en volandas de unas ambiciones también nuevas que los jóvenes políticos recién llegados no son capaces de disimular siquiera.

Y todo ello en una Europa amenazada –cada día menos, es verdad, pero amenazada—por el “Brexit” desde una Gran Bretaña tentada como siempre por su instinto insular, y que se enfrenta a una ralentización económica al tiempo que ha de habérselas con ese fenómeno colosal que es la inmigración masiva. Un mal escenario, en definitiva, que no augura nada sosegador. Porque lo que estará por hacer en España tras esas dudosas elecciones, no será sólo alcanzar un acuerdo de Gobierno sino ir pensando en cómo reconducir el movimiento en el escenario político hasta recuperar un “reparto” razonable que en este momento no es ni imaginable. Cierto que el populismo no es exclusivo de España sino que está presente y creciente en todo el continente. Tan cierto como que nunca el populismo fue garantía de buen gobierno.

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