domingo. 28.04.2024

Cuando Paola fue nuestra Barbie

"Los niños colombianos conocimos a Paola, Nana, Silvana, Jenny, aunque los más populares eran los masculinos, como los famosos Ricardo, Angelino, Peppino y recuerdo especialmente al Bebé Lagrimitas, Gina Patinadora y el Nené Pasito
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Uno de los nombres de moda es Barbie, gracias a la película estrenada este año, aunque la verdad lo ha sido durante más de 50 años, pero este filme que realmente es una mirada sarcástica al mundo creado por la empresa Mattel, indirectamente ha creado un resurgimiento de la muñeca clásica, símbolo del capitalismo rampante teñido de rosa.

Ahora bien, en Colombia durante muchos años, no le llevamos la corriente al mundo, luego sucumbimos de bruces, pero tuvimos una época en que consumíamos lo que producíamos y no porque tuviéramos regímenes ideológicos diferentes a Occidente, pero se privilegió el modelo proteccionista y para dar un ejemplo, en materia de bebidas gaseosas no tomábamos Coca Cola sino Colombiana, la nuestra. Luego llegaría con el presidente César Gaviria la época de la apertura económica, que trajo oportunidades y mayores opciones para los consumidores, pero también la quiebra de algunas empresas nacionales, que no lograron adaptarse a la competencia con las extranjeras.

En el caso particular de los muñecos, no conocíamos la Barbie, o era patrimonio de cierta élite, porque los demás teníamos muñecos colombianos, desde los tradicionales muñecos de trapo, hasta los que producía la Fábrica Nacional de Muñecos (FNM) a la que dedicamos esta columna.

La FNM no fue la primera ni tampoco era la única empresa colombiana en producir muñecos, pero sí fue la más exitosa y de resonancia internacional, una iniciativa familiar que empezó en 1940 por parte de los hermanos Jorge y Guillermo Bernal Valero, quienes comenzaron a producir y comercializar diversos muñecos, que se conseguían en los almacenes de cadena de aquella época, los recordados Tía y Ley. Incluso la FNM exportó sus muñecos a otros países, especialmente a los que conformaban por entonces la Comunidad Andina (Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia).

Fue así como los niños colombianos conocimos a Paola, Nana, Silvana, Jenny, aunque los más populares eran los masculinos, como los famosos Ricardo, Angelino, Peppino y recuerdo especialmente al Bebé Lagrimitas (porque podía llorar), Gina Patinadora y el Nené Pasitos (estos últimos con mecanismos electrónicos que les permitía el movimiento), lo que para los niños de nuestra generación era todo un adelanto tecnológico.

Como curiosidad, algunos de los muñecos se llamaron como los hijos reales de los propietarios de la fábrica que vivió su época de gloria entre los años sesenta y ochenta. Lamentablemente para inicios del año 2000 la empresa ya no producía sus muñecos y se declaró en quiebra en 2010, liquidándose ese mismo año.

En mi caso, recuerdo que no me compraban muñecos, entre mi madre Carmen Rosa y mi tía Ana me hacían muñecos de trapo, ¡articulados además! Porque les metían alambres gruesos de cobre en su interior, simulando las extremidades, todo un adelanto. Tenía uno favorito, que llevaba a todas partes y que terminé olvidando en una salida, cuyo extravío me costó lágrimas y se convirtió en el entrenamiento para las verdaderas pérdidas en la vida.

Ahora bien, si los amigos lectores están cansados de la fiebre desatada por la Barbie, pero desean comprarles muñecos a sus hijos, les recomiendo visitar las ferias o mercados artesanales en nuestras ciudades y pueblos, siempre encontrarán una gran diversidad de muñecas y juguetes ancestrales de bella factura.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

Cuando Paola fue nuestra Barbie
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