sábado. 27.04.2024

Leer o no leer, esa es la cuestión. A propósito del libro póstumo de Gabo

Para alivio de quienes siempre estuvimos pendientes de algo nuevo del Maestro, sus hijos no han sido egoístas a la hora de compartir este nuevo relato
Detalle de la cubierta del libro póstumo de Gabriel García Márquez.
Detalle de la cubierta del libro póstumo de Gabriel García Márquez.
Camino por el barrio La Candelaria, en la ruta cotidiana hacia mi trabajo y paso al frente de la librería Lerner, y observo que sus vitrinas exhiben multiplicados por cientos, un solo libro, la novela póstuma del genio de las letras en nuestro idioma, Gabriel García Márquez, titulada “En Agosto nos vemos”. Al tiempo que veo salir a personas, con el libro recién comprado.

Haciendo un paréntesis, la Lerner es uno de esos templos de la lectura en Bogotá, que ha sobrevivido a todos los tiempos y calamidades, para fortuna de quienes pensamos que la literatura nos salva de algo, así sea del aburrimiento como dijo en sabio y divertido comentario la poeta centenaria uruguaya Ida Vitale (nunca un apellido tan bien puesto), al periodista Óscar López del programa español Página Dos.

Pero regresemos al punto central de esta columna. Desde el anuncio por parte de los hijos de García Márquez, Rodrigo (cineasta consagrado en Hollywood) y Gonzalo (artista y diseñador reconocido en Francia), que publicarían una novela que el mismo Gabo había reescrito mil veces, como era su costumbre y que al final, no le había convencido, por lo cual había decidido que era mejor destruirla, a pesar de que incluso, había leído fragmentos de la misma obra inacabada a sus amigos y en espacios públicos a públicos absortos.

Se ha desatado la polémica, al menos a nivel nacional, sobre si fue una buena decisión, incluso si fue ético, desobedecer al padre y en contra de su voluntad publicar la novela. En la historia de la literatura, hay varios ejemplos de desobediencias afortunadas, de herederos que en contra de la voluntad de los autores, no destruyeron obras que resultaron ser imprescindibles, e incluso consagraron a los escritores, así fuera de forma póstuma. Es cierto que en estos tiempos modernos, también  hemos tenido libros postreros, que han pasado con más pena que gloria, obras inéditas de autores reconocidos, pero eso sólo lo sabemos leyendo las obras, no hay otra manera de averiguarlo.

De todo esto, me ha gustado que como sucedía en vida de García Márquez cuando publicaba una novela en Colombia, se desataba un torbellino cultural y social, porque trascendía los círculos intelectuales y siempre era motivo de discusión nacional la calidad de la obra, si superaba a las anteriores o no. Los problemas políticos y cotidianos se superaban por la polémica literaria y eso era ya un gran motivo de celebración, que un país que ha producido escritoras y escritores formidables, pero que no tiene gran tradición de lectura, se sumergiera en las páginas de un libro, para poder participar en la polémica, con argumentos.

Ahora bien, estoy seguro que aquí no se trata de un tema de dinero, porque los herederos de García Márquez, incluso por sus propios trabajos, no pasan por apuros económicos, ellos pudieron haber sido buenos hijos, destruyendo el manuscrito y haberse evitado dar mil explicaciones a propios y extraños. Pero para alivio, de quienes siempre estuvimos pendientes de algo nuevo del Maestro, no han sido egoístas a la hora de compartir este nuevo relato que no será una de las grandes obras del premio Nobel, pero como decía alguien por ahí, seguramente será mejor que muchos de los libros que se publican actualmente.

Al final, creo que compraré y leeré la publicitada obra, no en este momento, pues deseo dejar pasar la “novelería”, los debates y las filas, pero será en agosto, si Dios lo permite. Mejor dicho, querido Gabo, en agosto nos leeremos.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

Leer o no leer, esa es la cuestión. A propósito del libro póstumo de Gabo
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