viernes. 29.03.2024

Finanzas y banca islámica

A pesar de la globalización, la banca de los países árabes e islámicos mantiene unas peculiaridades que la diferencia de la del resto de países occidentales.

A pesar de la globalización extendida en el mundo en esferas como los negocios o las finanzas, la banca de los países árabes e islámicos -distribuidos entre el continente asiático y africano- mantiene unas peculiaridades que la diferencia de la del resto de países occidentales.

Frente al pragmatismo y el ansia recaudador de las instituciones financieras occidentales, la banca islámica se rige por unos preceptos de tintes espirituales, que consiguen conjugar a la perfección con el mundo de las finanzas globales. De manera más directa, se puede decir que la banca islámica se rige bajo dos pilares fundamentales que son la religión y la sharia o tradición.

Esta característica de la banca islámica, centrada en favorecer el beneficio en conjunto de la sociedad, se plasma en las acciones concretas de una institución: el Banco Islámico de Desarrollo. Esta organización con sede en Jeddah (Arabia Saudí) busca el crecimiento económico de los países del mundo árabe según sus tradiciones y favoreciendo la cooperación entre ellos. Sus actividades están destinadas principalmente al desarrollo agrícola, del sector privado y de diferentes infraestructuras. Otro objetivo destacado dentro de su plan de actuación es potenciar la investigación y el desarrollo de la economía islámica.

La predominancia de la religión lleva a que tanto la usura, como la especulación o los intereses estén prohibidos para la banca árabe. Asimismo, no se puede invertir en negocios relacionados con la prostitución, el juego, el alcohol o el ganado porcino, todas ellas actividades vetadas en el Islam. La banca árabe busca que tanto sujetos como organizaciones promuevan inversiones socialmente responsables. Al mismo tiempo, no facilitan únicamente el movimiento de capital, sino que colaboran en su consolidación.

Estas características fundamentales en la idiosincrasia de las finanzas del mundo árabe han llevado a que se pongan en práctica otras fórmulas que permitan entrar en el juego de los negocios: unos servicios de crédito con menos riesgos aunque también con un menor margen de beneficio, actividades que potencian la responsabilidad compartida entre el cliente y el banco o el hecho de que toda transacción tiene que estar respaldada por activos reales. Concretamente, la conjunción entre tradición religiosa con modernidad económica se plasma en diferentes movimientos bancarios que son característicos de la banca árabe.

La murabaha es el sistema de financiación más utilizado y consiste en que el banco compra un producto a un cliente, para revendérselo con un margen de ganancia determinado, teniendo en cuenta que los intereses están implícitos en el sobreprecio. Este último punto en el que entran en juego los intereses tiene como resultado que muchos no consideren este instrumento como puramente islámico. Otro sistema de financiación muy extendido es la ljarah. Se diferencia de la murabaha en que el banco compra el activo pero no lo puede revender, sólo ponerlo en alquiler.

Por otro lado, habría que destacar la musharaka. Una fórmula similar a las empresas occidentales compuestas por accionistas. Una empresa determinada cuenta con el capital de dos socios: el banco y el empresario. Ambos participan en la gestión del negocio y comparten tanto deudas como beneficios. En el caso de que una de las partes aporte sólo el capital y la otra la fuerza de trabajo se trataría de otra fórmula: la mudaraba.

A pesar de estas diferencias en lo referente a fórmulas de financiación entre la banca árabe y la occidental, también comparten algunos procedimientos como las cuentas corriente en las que el depositante tiene total disponibilidad sobre su dinero, las cuentas de ahorro sin remuneración alguna, o los depósitos a largo plazo en los que el depositario no puede acceder a su dinero hasta el vencimiento del plazo fijado.

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