viernes. 29.03.2024

De amores y desamores en Oriente Medio

"El tipo quería una noche con ella y para hacerlo 'correctamente', debían pasar por ese extraño proceso"

Recordando viejas anécdotas sobre amoríos en el Golfo, he recordado una historia que me narró una amiga occidental que vivía allí. Hablando entre nosotras, compartíamos aventuras amorosas y yo saqué varias conclusiones de aquella época. Una era que los árabes gustaban mucho o no gustaban nada. Donde una mujer occidental del primer grupo ve a un chico guapo, apuesto y encantador, otra no le encuentra ningún atractivo.

A pesar de que en mi entorno muchas occidentales salían con árabes, conocer a los autóctonos resulta mucho menos frecuentes y, en muchas ocasiones, se originan historias peculiares. Aquí he de aclarar que la cultura de los países del norte de África, la del Mediodía Mediterráneo y la del Golfo es realmente distinta. A mí los mediterráneos me resultan familiares. Pero en el Golfo los códigos son diferentes y las maneras y costumbres llegan a resultar extraños en ocasiones.

El caso es que mi amiga es comercial en un país de Oriente Medio. Ella es guapa y muy agradable en el trato. Un día pasó por una de las tiendas que dirige y conoció a un chico local. Intercambiaron unas frases y él acabó consiguiendo su teléfono. Más tarde la llamó para invitarla a cenar. La cita tuvo lugar en la zona reservada de un restaurante y después ella descubrió que tanta privacidad se debía a que el muchacho en cuestión estaba casado. Con lo pequeña que es la ciudad, mejor tomar precauciones. Por supuesto, él vestía con vaqueros, lejos del traje tradicional con el que lo había conocido.

Conforme fue transcurriendo la cena, ambos se encontraban cómodos y parecía que se gustaban en mayor o menor grado. Fue entonces cuando llegó la propuesta de él. Le explicó que le gustaría tener algo con ella, pero por no haber matrimonio entre ellos, no podía hacerlo a priori. Pero tenía un método para hacerlo posible. Se tenían que casar. Sin rito, sin firmar ningún documento y sin informar a nadie. Simplemente tenían que reunirse ellos dos y otra persona que "oficiara" ese supuesto matrimonio. A partir de ahí ellos tendrían vía libre para tener encuentros.

Mi amiga no daba crédito. Primero pensó que él bromeaba. Después, sintió que la situación era demasiado surrealista. El tipo quería una noche con ella y para hacerlo "correctamente", debían pasar por ese extraño proceso.

Llegados a este punto, ella tenía dos opciones. O se marchaba ofendida, o finalizaba la cena, tomándoselo con sentido del humor y viviendo una de esas anécdotas que siempre arrancará las risas de los oyentes. Puestos a quedarse, le formuló, divertida, ciertas preguntas. Así, averiguó que la mujer de él no se enteraría de nada. Tampoco nadie de su entorno aparte de la persona que lo iba a oficiar. No se firmarían documentos ni constaría en ningún registro. Sobre si ya lo había hecho antes, parece que sí. Una vez. Y lo había intentado en muchas ocasiones, pero las chicas le habían dado calabazas.

Y así concluyó la historia. Él insistió pero no consiguió convencerla. Hubo una segunda cena en la que básicamente repitió la primera. Después no se vieron más.

Y bien, las historias y relaciones entre personas de distintas culturas suelen dar pie a anécdotas, malentendidos y curiosidades. Si te apetece compartir alguna propia o de tu entorno, estaremos encantados de escucharte. Puedes dejar aquí tu comentario.

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