viernes. 29.03.2024

Despedidas

"Para que la partida resulte suave, me digo a mí misma que volveré. No creo que a vivir (aunque nunca se sabe) pero sí al menos de visita. Muchas puertas tengo abiertas"

Y llegó mi última semana aquí. Creo que no he tomado conciencia de que me marcho. Quizá no me dé cuenta de ello hasta que no haya transcurrido un tiempo en España y mi alma se haya sosegado. Finalmente me han pedido en la oficina que trabaje esta semana también. No se incluía en los planes iniciales, pero tampoco estoy ocupada, así que he aceptado. Mi única labor es estar presente y resolver dudas esporádicas sobre los proyectos que he coordinado o elaborado. Cuando lleguen los planos que estamos esperando el jueves, los revisaré, imprimiré y entregaré. Con ello doy por finalizada esta etapa (de mi vida).

Por lo demás, ya tengo la agenda llena. Como es verano, mucha gente se marchó de vacaciones. De hecho, el inicio del Eid tras el Ramadán fue un tiempo de estampida general. Como es de rigor, ritualizamos todas esas despedidas antes de cada viaje. A algunos, los menos íntimos, sé que quizá no los vuelva a ver. Pero esto es algo que no se piensa. Nos abrazamos y seguimos siendo amigos en Facebook.

Por descuadre de horarios y viajes imprevistos, ha habido alguna despedida por whatsapp. Con tristeza porque ha faltado un abrazo, pero con la promesa y la seguridad de que nos encontraremos pronto.

Doy gracias de nuevo por las redes sociales.

Con los más próximos voy quedando como de costumbre y celebraremos alguna comida más formal el fin de semana. No me apetece ningún evento multitudinario. Si he visto a mis amigos en pequeños grupos, mejor seguir así. De hecho, no quiero una “despedida” como tal. Me produce tristeza separarme de ellos. Sé que seguiremos en contacto, sé que volveremos a vernos, pero ya no con la misma asiduidad. Es un cierre temporada.

Dos personas han acompañado mis días en aquí de manera especial. La primera fue Luis, el arquitecto de hospitales. Aterrizamos casi al mismo tiempo en aquella empresa dirigida por afganos. Vivimos de cerca la experiencia de llegar a Oriente Medio. Desoriente deberíamos haberlo llamado aquellos primeros meses. A la dureza del inicio él le sumaba la separación de su familia. Esposa e hijas se unieron a la aventura más tarde. Cuando ellas llegaron perdí en parte a un amigo y gané una familia completa. Al mismo tiempo apareció Chelo en mi vida. La he nombrado muchas veces y no me cansaré de hacerlo. Este país no habría sido el mismo sin ella. De hecho, le he pedido que me lleve al aeropuerto el último día. Como mi coche es alquilado y tienen oficina en el aeropuerto, podría devolverlo allí mismo. Pero me parece triste. Cuando se lo expliqué dijo que de ninguna manera me iría yo sola, que eso sería penoso. Ahora repite que me acercará y despedirá, más que nada para asegurarse de que subo en el avión y para que no me arrepienta en el último momento y me dé por quedarme aquí.

Desde que las empresas del grupo de fusionaron y nos mudamos a las mismas oficinas, convivimos con los empleados de una constructora que es española (o al menos lo era). Conforme voy charlando y descubriendo a esos nuevos compañeros, me doy cuenta de lo rebonicos que son y de que me habría gustado compartir más tiempo con ellos.

Cuando terminé el Erasmus viví un tiempo de despedidas. Daba pena separarse. La amistad con muchas de aquellas personas sobrevivió a los primeros años. Los lazos con algunas de ellas permanecen todavía y lo harán para siempre. Sé que así ocurrirá con los que dejo aquí, en esta tierra tan árida y que tanto nos ha aportado.

Para que la partida resulte suave, me digo a mí misma que volveré. No creo que a vivir (aunque nunca se sabe) pero sí al menos de visita. Muchas puertas tengo abiertas. Por las características de este sitio, sé que muchos también se acabarán yendo. Como la vida es creativa y prepara guiones con tanta gracia, habrá encuentros futuros. Nos veremos pronto. 

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