martes. 19.03.2024

La mezquita de Abu Dhabi

"Observamos la blancura apabullante de sus fachadas, la elegancia de las cúpulas, la presencia de sus minaretes, las arcadas tan rítmicas del perímetro y el dorado que enriquecía ciertas piezas con sutileza
Imagen de la Mezquita Sheikh Zayed de Abu Dhabi. (EL CORREO)

Hoy me anuncia Facebook que ha transcurrido un año desde mi visita a la Mezquita del Sheikh Zayed. Lo primero que pensamos cuando las redes sociales nos contabilizan el paso del tiempo de esta manera es en lo rápido que transcurre. Casi al unísono, las imágenes y los textos nos hacen viajar a esos momentos. Para mí, que ya no resido en Oriente Medio, resultan especialmente emocionantes.

Solo viajé una vez a Abu Dhabi y fue suficiente para apreciar su belleza, para disfrutar de unos días en compañía de las chicas y para descansar en un hotel de lujo. Sí, ese era otro de los caprichos que nos ofrecían aquellas tierras. Ahora que lo veo desde la distancia y con un ritmo de vida mucho más austero, me hace gracia rememorar ciertas vivencias.

Lo mejor de aquel viaje, sin ninguna duda, resultó la visita a la Mezquita. Nuestras expectativas, que eran altas, resultaron colmadas desde el momento en que llegamos. Como todos los edificios exentos, no impresionan por su tamaño tanto como deberían por no encontrarse encerrados en un contexto urbano. Es decir, que al carecer de referencias a su alrededor, “engañan” y todavía son más grandiosos de lo que nuestro ojo percibe.

Al ser un edificio tan visitado, la organización resultaba muy estructurada. La primera parada consistía en recoger una especie de túnica con capucha para vestir de manera “modesta”, es decir, apropiada para visitar este lugar sagrado. La ropa ha de ser amplia y que tan solo deje ver las manos, los pies y el óvalo de la cara. Pero esa vestimenta que repartían no resultaba nada estilosa, así que yo opté por envolverme la cabeza y el cuello con un pañuelo rosa. Y sí, mucho mejor que con con la capucha.

Una vez dentro del patio, observamos la blancura apabullante de sus fachadas, la elegancia de las cúpulas, la presencia de sus minaretes, las arcadas tan rítmicas del perímetro y el dorado que enriquecía ciertas piezas con sutileza. Otro elemento característico era el suelo, que ya en el patio se manifestaba con imágenes florales delicadamente incrustadas en el pavimento de mármol blanco. Sus colores se conseguían con recortes exactos de lapislázuli, amatista, onyx y otras piedras semipreciosas.

Los espacios interiores se abrían al visitante a través de bosques de columnas blancas con más incrustaciones para definir los dibujos de nuevas flores que trepaban pizpiretas sobre esos soportes. Los capiteles dorados los remataban, marcando el inicio de los arcos, que definían, a su vez, el ritmo de los espacios.

En las salas de oración las cúpulas se elevaban, majestuosas; los paramentos se cubrían con mármol tallado, definiendo formas geométricas; el suelo lo hacía con alfombras tejidas a mano en Irán y el espacio se vestía con unas enormes lámparas de cristales de Swarovski

Y así, a través del recorrido, disfrutamos de una de esas experiencias que siempre permanecerán entre nuestros recuerdos. Como también lo hará la mezquita que visité la semana pasada, la Mezquita de Córdoba. Pero esta la dejo para otra entrada, pues no son edificios comparables. También nos dejó la boca abierta, y a su belleza se le añade su valor histórico, su antigüedad y la (gran) pátina que el tiempo le ha ido grabando.

Y así es como he recordado la Mezquita del Sheikh Zayed en mi viaje a Abu Dhabi, el año pasado. Dime, ¿tú la has visitado? ¿Qué te pareció? ¿Qué es lo que más te llamó la atención? ¿Te disgustó algo de este edificio? Puedes compartir aquí tu experiencia y tu opinión.

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