jueves. 25.04.2024

¿Nuestros fantasmas?

"Como expatriados viviendo en algún país del Golfo todos hemos traído un gran número de maletas y una mochila con parte de nuestro pasado emocional"
Expatriada con su mochila en el downtown de Dubai. (EL CORREO)

Como expatriados viviendo en algún país del Golfo -del GCC, como lo llaman aquí- todos hemos traído un gran número de maletas y una mochila con parte de nuestro pasado emocional.

Casi todos emprendimos este camino en su día por un motivo laboral y posiblemente esta travesía se haya convertido en 'El viaje del héroe' del que hablaba Campbell, que en realidad es un viaje interior. Probablemente venir aquí no tenía como primer objetivo conocerse a sí mismo o alejarse de una situación personal que ya resultaba incómoda en nuestro país de origen. Pero cuando nos pusimos a caminar, cuando nos separamos de nuestra tierra y de nuestra gente y cuando nos despegamos de nuestros hábitos y de los contextos a los que estábamos habituados, ahí comenzó, inevitablemente, y en paralelo, el viaje interior.

Para muchos de nosotros es un proceso de crecimiento y de maduración. Como todos los caminos, presenta tramos suaves y otros que son más áridos, escarpados, empinados e incómodos. Y ahí está el desierto, para recordarnos desde fuera la hostilidad de esa etapa, que es interior, y lo doloroso que a veces resulta crecer. No sé exactamente dónde está la línea que separa el desarrollo saludable de ese otro fenómeno que consiste en volverse duro y es cuando nuestro ánimo se va haciendo rígido. Hay muchos que deciden regresar a casa cuando detectan que la hostilidad del exilio se les filtra en el alma.

Pero hasta entonces, aquí nos encontramos, viviendo nuestro viaje, convirtiendo en hogar el lugar donde nos encontramos cada día al levantarnos. Y conservando esa mochila que trajimos puesta ya en nuestro primer vuelo. Por suerte no cargamos con todo. Una parte de nuestro peso emocional y de nuestros fantasmas se quedó allí. Cambiar de contexto, movernos, viajar y empezar de nuevo fue una ocasión ideal para romper con viejos hábitos, con vicios adquiridos, con comportamientos que son los que se esperan de nosotros porque somos así.

Pero… ¿y la carga que sí trajimos? Aquello que deseábamos cambiar y en realidad nos damos cuenta de que aquí sigue, pegado a nosotros, como fantasmas, acechando debajo de la cama. Nos hemos trasladado a miles de kilómetros, hemos cambiado de cultura, de círculo social, de empleo, de casa… ¡hasta de continente! Y esos miedos siguen acompañándonos. Quizá hemos aprendido a disimularlos mejor. Además, sobre los expatriados se extiende un halo de leyenda sobre la riqueza que supone esta experiencia, y lo que se aprende, lo nuevo que se conoce y todas esas cosas que se cuentan.

Hoy propongo que nos atrevamos a plantarles cara. Y es difícil parar la vorágine que supone cada día; los tiempos, que aquí parecen más frenéticos que nunca y las rutinas, que aunque sean nuevas, se han convertido ya en costumbres. Solo por hoy, reconozcamos esa miseria con la que cargamos. Prometo que cuando lo hagamos, se hará más pequeña. Creíamos que vivir en la otra parte del mundo nos haría despegarnos de ella, pero ahí sigue. Y más se aferra cuanto más la negamos.

Propongo que la veamos de frente, la reconozcamos, aceptemos su compañía. Dolerá. Duele ya. ¿Y por qué no, que la invitemos a bajarse? Seguiremos solos el viaje. Podemos negociar con ella. Ya la hemos cargado durante suficiente tiempo. No nos hace falta más. Querida, hoy ahí te quedas. Y si vuelves a entrar, te mantendré vigilada, ya no negaré tu presencia, así te quedarás menos rato conmigo.

Y luego, cuando termine de despedirte, mi querido fantasma, seguiré disfrutando de mi vida de 'expat', que estamos en noviembre y eso significa que llega la recompensa de este clima. Tendremos más actividades y ocio en los exteriores. La gente ya despierta después del letargo que ha supuesto un verano más. Así que… ¡a disfrutar!

¿Nuestros fantasmas?
Comentarios