martes. 19.03.2024

Reyes en el desierto

"El desierto te calma, te reconforta y te aquieta. Te reconecta con la tierra y contigo mismo. Te reconecta con Dios, que está dentro de nosotros pero que, por no parar, a menudo se nos olvida"

Ayer llegaron los Reyes, no sé muy bien si desde Oriente, el caso es que vinieron y, como cada año, desayunamos en casa de nuestros amigos. Chocolate y roscón. Nunca había comido roscón de Reyes hasta que probé el de mi amiga Macarena. Cada año se pasa una semana en la cocina para agasajarnos a todos. Y después de desayunar -o antes, dependiendo de la ansiedad de los niños- se abren los regalos. Y por lo visto todos nos hemos portado bien. Sobre todo los pequeños, que independientemente de su credo, reciben presentes de los Tres Magos.

Después de una entrañable, tradicional y familiar mañana de Reyes, las solteras nos fuimos al desierto. La excusa era llevar a los padres de mi amiga Helena, que han venido de visita pero en realidad a nosotras tres nos apetecía un poco de aventura. El desierto es a la vez bendición y castigo para los que vivimos aquí. Habitamos esta tierra inhóspita, sufrimos la aridez a diario y echamos de menos la naturaleza verde, pero a cambio tenemos la opción de experimentar lo que es puramente "el desierto".

Una vez le pregunté a un qatarí qué es lo que más había extrañado cuando estudiaba en Europa. No se lo pensó ni un segundo antes de responder. El desierto. En España muchas familias poseen un apartamento en la playa, un chalet en la sierra o una casa en el pueblo. Los nativos del Golfo tienen un campamento en el desierto. Yo creo que esta relación con las dunas va mucho más allá de un mero pasatiempo. Al igual que los que han nacido junto al mar sienten un vacío cuando están lejos, al igual que durante mi primer año aquí desarrollé una sensación nueva parecida a la sed por no ver nunca árboles ni montañas, los hombres y mujeres del desierto poseen una conexión especial con esa tierra de arena.

La primera vez que lo experimenté fue en mi viaje a Marruecos. Y vuelvo a revivir las mismas sensaciones cada vez que regresamos, bien sea por unas horas o a pasar la noche entera. Ayer hubo dunning y barbacoa. Para que resulte sencillo, contratamos a nuestro amigo Desert Man, que es un qatarí que adora el desierto y que realiza safaris los fines de semana. Al principio íbamos a través de agencias, pero los particulares son más flexibles y la aventura se convierte en una actividad más genuina. La persona que lo organiza se ocupa de todo. Nos recoge en casa, conduce hasta el Sealine y, una vez allí comienza la aventura. Durante más de una hora subimos y bajamos por pendientes, disfrutamos del paisaje y sorprendemos a nuestras visitas. Luego paramos junto al mar y nos preparan la barbacoa. Ahí sentimos la tranquilidad y la calma. El resto del mundo desaparece por unas horas -o por una noche-. No sé si es la caricia del aire, la belleza del paisaje o el sonido de las olas. Pero uno se evade y esta sensación es reparadora. Regresas a la ciudad recuperado. Y para mí esto es lo mejor del desierto: su capacidad para hacerte desconectar. Al fin y al cabo es naturaleza y el ser humano no está hecho para vivir en ciudades, enlatado (y que me disculpen los de mi gremio por compartirlo).

Contratando a una agencia en lugar de una barbacoa en mitad de la nada, cenamos en el campamento. Y si dormimos, en vez de hacerlo en nuestras propias tiendas, descansamos en tradicionales jaimas. Que de vez en cuando, también tiene su encanto. Además, tienen shishas. Pero para nuestra próxima aventura, compraré una sisha de viaje para poder fumar, así no echaré nada de menos.

En definitiva, el desierto (como cualquier otro espacio natural) te calma, te reconforta y te aquieta. Te reconecta con la tierra y contigo mismo. Te reconecta con Dios, que está dentro de nosotros pero que, por no parar, a menudo se nos olvida. El desierto te da vida.

Y esta es mi experiencia, ¿cuál es la tuya entre dunas? ¿Cómo disfrutas del desierto?¿Qué más te aporta aparte de lo que yo he mencionado? O quizá no te agrade demasiado, ¿quieres compartir por qué?

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En la imagen superior, senderistas caminan por el desierto de Mleiha en el emirato de Sharjah. (EL CORREO DEL GOLFO)

Reyes en el desierto
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