viernes. 29.03.2024

Silencio en la sierra

"Durante dos semanas he dejado de escuchar los susurros de Oriente que me ofrecía el desierto y puedo sentir el silencio suave y fresco de la Serranía conquense"
Serranía de Cuenca

Durante dos semanas he dejado de escuchar los susurros de Oriente que me ofrecía el desierto y puedo sentir el silencio suave y fresco de la Serranía conquense. Por fin, vacaciones, viaje a España y disfrutar de mi tierra en verano. Hacía cuatro años que no había venido a esta zona del mundo en agosto. Si me hubieran dicho que esto iba a suceder, jamás lo habría creído, pero ya sabemos que la vida tiene mucha imaginación y nos ofrece situaciones mucho más creativas de las que nosotros podríamos pensar. 

Desde que mi jefa aprobó mis vacaciones y compré los billetes, a principios de abril, había fantaseado con este tiempo, con estos días aquí. Decidí quedarme en mi pueblo de Cuenca porque necesitaba descansar, pasar tiempo con mis padres y dar un descanso a mi alma, que bien lo necesitaba. Planificaba o imaginaba todas las actividades en las que iba a participar, las visitas, excursiones, deporte y, sobre todo, las verbenas de los pueblos. 

Y resulta que no estoy llevando a cabo esos planes. Vivo sin agenda, sin presiones. Simplemente... estoy. Y todo resulta natural. No he besado el suelo como me imaginé. En el momento en que llegué, el estar aquí me pareció natural, no sentí ningún tipo de éxtasis. Cada ocasión vivida me resulta normal, no me asombro, lo vivo como si lo hiciera a diario. Incluso, cuando pago menos de dos euros por una cerveza y ni siquiera me piden el pasaporte. 

Hoy me he dado cuenta de que actúo sin darme cuenta. No pienso, no organizo ni programo. Me levanto cuando me despierto, sin contar las horas que he dormido, sin pensar si tendré más o menos tiempo para hacer esto o aquello. He olvidado mi vida en Doha. He olvidado, incluso, lo que hice el día anterior o lo que haré mañana. No juzgo ni me juzgo. No mantengo rutinas. Disfruto de los reencuentros, pero lo hago sin planteármelo y sin ansiarlos previamente. Con naturalidad. No me siento pletórica. Más bien, estoy relajada y serena

Vivo sin autodisciplina más allá de lo que me pide mi cuerpo en cada momento. Y sigo esos deseos sin pensarlos, aunque no por ello cometo demasiados excesos. No sé cuántos días llevo en España, ni cuántos me quedan.  No pienso en el regreso ni tampoco en lo que allí me espera. 

Cuando me siento cansada y no salgo o no quedo con mis amigos, no pienso en la diversión o el cariño que me estoy perdiendo. Tampoco pienso en que ya no formo parte de ciertos colectivos como lo hacía antes. Sí, cuando me ven se alegran, pero cuando no estoy no se me echa en falta. Es tanto tiempo el que llevo fuera, que la gente se ha acostumbrado a mi ausencia. Y ya no duele porque cuando no estoy allí no pienso en lo que sucede, solamente vivo lo que ocurre aquí. 

Y, como guinda del pastel, no tengo wifi ni datos. Después de haberme gastado trece euros en datos, resulta que no llegan a este pueblo. Así que nadie de mi casa se relaciona con su móvil. No sé qué sucede en whastsapp, viber ni facebook y el resto del mundo ha desaparecido. 

¡Cuánto necesitaba estas vacaciones para mi alma! Catorce meses sin haber venido a España han contribuido a que ahora me sienta así de tranquila. También la calma y el verde de esta sierra. En unos días regresaré a Doha. Quizá vuelva a pensar en el pasado y en el futuro, vuelva a interesarme por lo que sucede en otros lugares más que en lo que yo lleve a cabo. Por ahora, voy a disfrutar de este regalo que es vivir sin más. Aquí. Ahora. Simplemente, estar.

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Silencio en la sierra
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