martes. 19.03.2024

El sol madrugador del Golfo

"Ese sol implacable de Oriente Medio se despertaba todos los días antes que yo. Incluso hubo una época en la que me levantaba a las cinco y media y nadaba antes de ir a la oficina"
Atardecer en verano en Emiratos Árabes Unidos. (EL CORREO)

Durante los primeros meses en España, tras regresar del Golfo, me resultaba imposible no compararlo todo. Todo. Allí vivía con unos hábitos, unos horarios, otras costumbres, distintos paisajes y unos ritmos diferentes. Pues sí, cuando regresé, me pasaba el día remarcando esas diferencias. Además, lo vivía con un punto de desdén. Algunas cuestiones eran “mejores” allí. Otras no, pero la gente que me rodeaba no podía comparar. Yo sí. Y esta pizca de arrogancia me acompañó durante mucho tiempo.

Afortunadamente me he reacostumbrado a la vida de aquí. Lo vivido en Oriente Medio forma parte de mí, de mi bagaje, está integrado. Me sirve en ocasiones como referencia. Ha sido una experiencia muy profunda. Pero ya está.

¿A qué me he vuelto a acostumbrar? Además de estar cerca de mi familia y regresar a varios de mis contextos sociales, me he reencontrado con muchas cuestiones. Me he vuelto a habituar, por ejemplo, a que amanezca tarde y a la tristeza de conducir hasta la oficina de noche durante una parte del trayecto. Por otro lado, me he rehabituado a la alegría que proporcionan los días cuando se alargan y al sol que nos acompaña hasta tarde cada tarde.

Aquí el día no concluye cuando llego a casa después de trabajar (a excepción de la estación de invierno, que ya ha pasado). Se extiende con toda su fuerza y te invita a salir, a seguir, a quedar con gente y a realizar actividades.

En realidad esto no es una ventaja para todos. Aquí el ayuno durante el Ramadán resulta más duro. Lo he hablado con dos compañeros de mi nueva empresa que son musulmanes y sí, esas últimas horas resultan complicadas. Con el añadido de vivirlo en un país cristiano, pero esta es otra cuestión, pues yo no ayuno en Ramadán. Ni siquiera forma ya esta fecha parte de mi vida.

Ese sol implacable de Oriente Medio se despertaba todos los días antes que yo. Incluso hubo una época en la que me levantaba a las cinco y media y nadaba antes de ir a la oficina. Siempre me despertaba de día. Comenzaba la rutina con otra energía. Tenía la sensación de que todo había comenzado ya. Cuando te despiertas y el sol no ha salido, cuesta más arrancar.

Nuestra estrella brillaba con fuerza allí. A muchos de mis compañeros les despertaba muy temprano. Además, allí no hay persianas. En realidad las persianas yo solo las he visto en España. Pero bien les habrían venido a muchos allí. Cada uno encontraba su método para poder levantarse más tarde los fines de semana sin que el implacable y madrugador sol acabara con su descanso. Cortinas, blackouts y algún que otro invento llegué yo a escuchar. Aun así, a los que tenían un sueño más ligero, las cortinas no les protegían de la llamada a la oración en mitad de la noche. Por suerte, yo no tenía ese problema. Solo me despertaba con la alarma de mi teléfono. Ni el sonido de los minaretes ni el sol matinal interrumpían mi descanso.

Eso sí, agradecía que siempre estuviera ahí arriba, por muy temprano que me levantara. Aunque el precio a pagar era lo pronto que se escondía por las tardes. Aquí es todo lo contrario. Y parece una cuestión menor, pero yo todavía noto la diferencia y este factor marca mis ritmos vitales. Pronto acabaré de acostumbrarme.

El sol madrugador del Golfo
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