martes. 19.03.2024

Nuria Martínez de Castilla, una de las máximas expertas en codicología e historia del libro árabe antiguo, se topó con la pasión de su vida catalogando manuscritos en la Biblioteca Nacional de España. Apenas tenía 19 años y estudiaba segundo de Filología Hispánica en Madrid. Fue entonces cuando cayó en sus manos un manuscrito sin fecha, sin firma y sin título. El texto, en caracteres latinos, estaba encabezado por una enigmática frase que no tenía nada que ver con el castellano. Eran solo tres palabras y decían lo siguiente: “Bismillah arrahman arrahim”. Los musulmanes conocen bien su significado. Es una fórmula ritual islámica que introduce las azoras coránicas y preside multitud de documentos oficiales. Significa lo siguiente: “En el nombre de Alá, el clemente y el misericordioso”. 

¿Qué pintaba esa expresión islámica en un manuscrito castellano antiguo? Pronto encontró la respuesta. El texto, previsiblemente, había sido escrito en Túnez por un morisco español expulsado por Felipe III a principios del siglo XVII. Fueron cientos de miles los musulmanes conversos obligados a abandonar España a partir de 1609 por mandato real. Un siglo antes, en 1502, y diez años después de la conquista de Granada y la expulsión de los judíos, una pragmática de los Reyes Católicos ordenó su conversión forzosa al cristianismo como pieza esencial de un proyecto político de depuración ideológica y unificación católica de la península ibérica. Muchos fueron asimilados por la nueva mayoría cristiana para esquivar a la Inquisición. Otros mantuvieron sus señas de identidad de forma clandestina. 

Es el caso del autor del manuscrito 9067 catalogado por Nuria Martínez de Castilla. El sorprendente texto es un tratado de polémica religiosa anticristiana. Su copista, ya exiliado en tierras magrebíes, se resarce con vehemencia de la expulsión y el hostigamiento al que los moriscos fueron sometidos desde hacía más de un siglo en España. En el documento, reprocha a los cristianos su fe trinitaria frente a la unicidad teológica del islam. Esa era la controversia por antonomasia que enfrentaba a los dos monoteísmos en aquellos siglos vibrantes. Tampoco aceptaban la doble naturaleza humana y divina de Jesucristo, y así quedaba reflejado en este y otros códices moriscos. 

En el pueblo aragonés de Almonacid de la Sierra apareció a finales del XIX un auténtico arsenal de manuscritos moriscos escondidos en el entarimado de una vieja vivienda

El manuscrito 9067 es uno de los escasísimos testimonios escritos de la comunidad morisca. Solo existen 200 documentos en todo el mundo, la mayor parte de ellos en España. “El estudio textual de todos estos manuscritos”, argumenta Martínez de Castilla en conversación desde París, “nos permite reconstruir la historia cultural de esta comunidad, que ha sido denostada y olvidada”. Estas pruebas documentales han ayudado a modificar la percepción que se tenía de un colectivo humano analfabeto y arrinconado en el mundo rural y la periferia urbana.  

La mayor parte de los manuscritos moriscos están redactados en caracteres latinos, aunque también hay algunos en grafía árabe. Los antiguos musulmanes españoles, obligados por ley a la conversión, fueron perdiendo paulatinamente el uso de su lengua originaria y acabaron escribiendo y hablando en romance. Todos estos textos estaban terminantemente prohibidos desde comienzos del siglo XVI. También, por supuesto, la práctica de la religión islámica, la alimentación halal y las costumbres que delataban su procedencia. “Pese a todo”, explica Nuria Martínez de Castilla, “siguieron copiando estos textos para transmitir su cultura y la religión musulmana a las siguientes generaciones”.

La persecución y la clandestinidad fueron los signos distintivos de la comunidad morisca. Gran parte de los manuscritos han aparecido en dobles techos y falsos muros de casas antiguas derruidas. El caso de Almonacid de la Sierra, en la provincia de Zaragoza, es particularmente llamativo. En ese pequeño pueblo aragonés apareció a finales del XIX un auténtico arsenal de manuscritos moriscos escondidos en el entarimado de una vieja vivienda. “Debió de ser un centro de producción de manuscritos en el siglo XVI impresionante”, asegura la experta codicóloga. 

Nuria Martínez de Castilla. (iberian-connections.yale.edu)
Nuria Martínez de Castilla. (iberian-connections.yale.edu)

La carrera de Nuria Martínez de Castilla ha transitado por algunos de los centros académicos más reputados del mundo, es experta en coranes del Occidente musulmán y dirige un curso sobre los fondos árabes de El Escorial

Aquel descubrimiento precoz de la Biblioteca Nacional fue el detonante de una prolífica trayectoria científica que la ha consagrado como una de las más prestigiosas especialistas en la materia. Hoy día es catedrática de la Ecole Pratique des Haute Études de Paris, aunque su carrera investigadora ha transitado por algunos de los centros académicos más reputados de Londres, Otawa, Nueva York, Indiana, New Heaven, Colorado, Hamburgo, Milán, Jerusalén, Mali, Barcelona y Madrid. Es experta en coranes del Occidente musulmán y dirige desde hace una década un curso sobre los fondos árabes de El Escorial.

La del Monasterio del Escorial es la mayor colección árabe de Europa en ese periodo. Se trata de un catálogo de 2.000 ejemplares pertenecientes al sultán marroquí Mulay Zidan que fueron confiscados por Felipe II en un barco francés atacado en 1612. “Es curioso”, subraya Martínez de Castilla, “por un lado, la monarquía española estaba destruyendo manuscritos árabes y moriscos, y, por otro, se acepta esta biblioteca” de enorme valor histórico. Precisamente, la experta madrileña dirige la edición de un estudio completo sobre la colección árabe del El Escorial, que será publicada en dos volúmenes en septiembre.   

Hasta hace poco más de año y medio, apenas había rastro en España de ejemplares del Corán en el siglo XVI. Un día, en plena pandemia, Nuria Martínez de Castilla se volvió a sumergir en la Biblioteca Nacional y vació todos los fondos árabes. Aparecieron 40 coranes que nadie hasta ese momento había identificado. “Y la mayor colección de manuscritos mudéjares que nadie podía imaginar”, revela la especialista española residente en París. Los mudéjares eran musulmanes que vivían en zonas conquistadas por los cristianos en la península ibérica, a quienes durante décadas se les permitió seguir practicando su religión y mantener sus costumbres. 

Estudios cifran en 350.000 los moriscos expulsados de tierras peninsulares entre 1609 y 1613

Pese a la creciente prohibición a lo largo del XVI y a las hipótesis que se manejaban hasta hace escasas fechas, el árabe se siguió utilizando de forma subrepticia incluso hasta el siglo XVII. “Había más conocimiento del árabe del que pensábamos”, puntualiza. Toledo, por ejemplo, fue conquistado por las tropas cristianas en 1085 y, sin embargo, se han encontrado manuscritos aljamiados [textos romances en caracteres árabes] del siglo XVII. También hay constancia de documentos notariales de compraventa redactados en árabe en Valencia hasta esas mismas fechas. “No sé hasta qué punto es residual, pero existían”, señala. 

Los moriscos tuvieron un destino desventurado. En España eran tratados con desconfianza porque eran cristianos conversos poco fiables. Y en el Magreb, adonde emigraron la mayoría de los deportados, también fueron recibidos con recelo porque ya habían perdido el árabe, difuminado su identidad y su extraviada fe islámica provocaba suspicacia. “Aquí eran malos cristianos y allí malos musulmanes”, resume gráficamente Martínez de Castilla. Algunos estudios cifran en 350.000 los moriscos expulsados de tierras peninsulares entre 1609 y 1613, fundamentalmente del Reino de Valencia, Andalucía, Extremadura, las dos Castillas y Aragón. La cultura morisca, con todo, ha dejado una profunda huella en algunas comarcas peninsulares y en la literatura española del Siglo de Oro. 

Durante todo el siglo XVI, se avivó la sospecha colaboracionista de los moriscos españoles y la amenaza turca. Se intensificaron los antagonismos culturales y una cierta perspectiva de la identidad nacional se construyó sobre la rivalidad religiosa entre el cristianismo y el islam. “Aún hoy día perviven ciertos clichés”, admite esta investigadora especializada también en las relaciones entre el islam y el cristianismo en el Siglo de Oro. 

Un deslumbrante tesoro de papel
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