viernes. 26.04.2024

La historia del arabismo español está plagada de paradojas. Es el caso de la Biblioteca Islámica. El más fabuloso fondo bibliográfico y documental sobre cultura árabe e islámica en España fue fundado en 1954 por un jesuita. Y no un jesuita cualquiera. Félix María Pareja (Barcelona, 1890; Madrid, 1983) era un reconocido erudito dotado de una sólida formación humanística, cimentada en Cambridge, Irak, Líbano, India y Roma. Alumno de otro sacerdote también arabista, Miguel Asín Palacios, recibió el encargo de impulsar la primera Biblioteca Islámica de España tras la creación del Instituto Hispano Árabe de Cultura, hoy dependiente del Ministerio de Exteriores español.

El padre Pareja puso las bases de un excepcional archivo que hoy contiene 105.000 documentos, algunos de enorme valor histórico, y más 1.000 revistas especializadas de las más diversas latitudes del mundo. “Era un jesuita con una formación impecable, hablaba siete lenguas y conocía de primera mano las grandes bibliotecas orientalistas europeas”, describe Luisa Mora, responsable de la Biblioteca Islámica desde hace una década. El eminente arabista Emilio García Gómez sabía a quien encomendaba el arduo desafío. “Conocía bien las fuentes y creó la colección con buenas bases. Todos los registros que he encontrado son propios de un académico con excelentes relaciones con colegas de otras universidades europeas”, subraya Mora.

Biblioteca Islámica de Madrid (1)

Valioso ejemplar incluido en los fondos de la Biblioteca Islámica de Madrid. (Cedida)

El 30% de los documentos están escritos en árabe y 1.344 datan de antes del año 1900. El libro más antiguo registrado es el Šarh al-mugnī fī l-fiqh, un tratado de derecho islámico de 193 hojas con anotaciones en los márgenes. Pero hay otros volúmenes con varios siglos de vida de enorme valor histórico. Hablamos, por ejemplo, del Kitāb al-Aġānī, de Abū al-Faraǧ al-Iṣbahānī; las obras de Bādīʿ al-Zamān al-Hamaḏānī; y el Ṣaḥīḥ, de al-Buẖārī. Las ediciones críticas de algunos de los grandes arabistas universales también descansan en los anaqueles de esta extraordinaria Biblioteca frecuentada por investigadores, alumnos y diplomáticos. Es el caso de Blachère, Lévi-Provençal, Dozy o Arberry, y de los indiscutibles maestros españoles Codera, Ribera, Asín Palacios, González Palencia, García Gómez y otros muchos.

Los libros anteriores a 1901 han sido estudiados en el Catálogo de fondo antiguo con tipografía árabe. La colección contiene ejemplares de gran singularidad y temática variada. Desde documentos procedentes de las primeras imprentas alemanas y holandesas, hasta biografías árabes o libros de viajes. Los más antiguos estudios españoles son del siglo XVIII, principalmente glosarios y obras gramaticales.

Nuestro objetivo es difundir un conocimiento amplio y variado sobre el mundo árabe e islámico

“Nuestro objetivo es difundir un conocimiento amplio y variado sobre el mundo árabe e islámico. Es una manera de tender hilos entre autores, países y tendencias”, asegura la responsable del fondo bibliográfico, que depende de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y comparte el departamento con otras dos bibliotecas: la Hispánica y la de Cooperación. “Tenga en cuenta”, agrega Luisa Mora, “que no se puede hablar de agricultura contemporánea mediterránea sin hablar de la historia de los países árabes, ni de farmacología ni de arquitectura. La globalización ya funcionaba entonces”.

La Biblioteca Islámica no se limita únicamente a conservar su soberbio archivo y a ponerlo a disposición de los usuarios. También organiza actividades, dinamiza el conocimiento y difunde toda su acción cultural a través de boletines mensuales y un blog denominado La reina de los mares, donde los investigadores publican sus trabajos. “Hay aportaciones muy novedosas, que dan un contrapunto de espacio vivo y dinámico de la Biblioteca”, asegura Mora. La jefa de servicio cita, por ejemplo, una tesis doctoral sobre la prostitución en el protectorado español en Marruecos, firmado por una investigadora del País Vasco, un trabajo sobre la personalidad del arquitecto egipcio Hassan Fathy u otro sobre las funciones que cumplían los astrolabios en Al Andalus.

La colección de la AECID dispone de un presupuesto de 38.000 euros y ocho funcionarios en plantilla. Casi la mitad de los ingresos se dedican a sufragar la suscripción de 33 revistas internacionales. Otras 62 llegan a la Biblioteca Islámica gracias a un acuerdo de canje interbibliotecario. Parte de los fondos se encuentran digitalizados, unos 10.500 ítems, que son de libre acceso vía telemática. Y están disponibles 1.300 publicaciones electrónicas, con un millón de imágenes digitales, creadas originalmente en otros formatos.

Biblioteca Islámica de Madrid

Musulmanas en la Biblioteca Islámica de Madrid. (Cedida)

El resto del presupuesto se destina a adquisición de fondos. “Trabajo con varias librerías que envían catálogos nacionales e internacionales. Hay otras que nos mandan sus novedades de arte o historia y recibo también libros en lengua árabe”, explica. Otro pilar importante de la Biblioteca está representado por el millar de revistas especializadas. “La colección hemerográfica es importante. Cuando Pareja creó el fondo se establecieron relaciones con otras bibliotecas que editaban boletines y revistas. Y se llegó a un acuerdo de  intercambio. Por eso, tenemos revistas que no es fácil que estén en otras instituciones. Por ejemplo, una sobre cultura amazigh del norte de Marruecos. O también la publicación de EL CORREO DEL GOLFO, que nos manda desde Emiratos su anuario”.

El Premio Unesco-Sharjah puso en valor el fondo de la Biblioteca y su intención de tender puentes con el mundo árabe

Todo este ciclópeo esfuerzo tiene su recompensa. En 2015, la Biblioteca Islámica recibió el Premio Unesco-Sharjah, en reconocimiento a la difusión y promoción de la cultura árabe. “Fue muy ilusionante”, admite Luisa Mora. “El galardón puso en valor el fondo de la Biblioteca y todas nuestras actividades de difusión, que son un ejemplo de cómo tender puentes con el mundo árabe. Eso quedó claramente expresado en París. Fue un reconocimiento que nos dio fuerza moral”, celebra la responsable de este singular fondo documental.

No en vano el proyecto que dirige Luisa Mora mantiene estrechas relaciones con las bibliotecas nacionales de Marruecos, Egipto y otras instituciones del Magreb y Oriente Medio. También están conectados con bibliotecarios de París, Leyden, Estambul, Cambridge y Oxford. El intercambio es cada día más intenso y transversal. “El otro día recibí un correo de un doctorando de Massachusetts, que escribía perfectamente en español. ¡Me preguntaba si tenía datos sobre el tabaco en el mundo árabe! No dejo de asombrarme. Hoy están saltando todas las fronteras. Ya no hay límites en el siglo XXI”, reflexiona.

Bilbioteca Islámica de Madrid

Sala de lectura de la Biblioteca Islámica de Madrid. (Cedida)

Luisa Mora es licenciada en Filología Hispánica y se especializó en el libro infantil y juvenil. Trabajó durante diez años en editoriales y fue directora de la Biblioteca Pública de Guadalajara. Aunque no proviene del ámbito del arabismo, tiene una vinculación tangencial con el mundo árabe. Su familia materna residió en el protectorado español en Marruecos, lo que, de alguna manera, la empujó a indagar en ese periodo de la historia. Precisamente, la Biblioteca dispone de una notable colección bibliográfica centrada en el periodo colonial de nuestras relaciones con el país magrebí. “Este año ha sido el centenario del Desastre de Annual y hemos comprado lo que nos faltaba. Esa parte la conozco mejor”, puntualiza.

He visto cómo un iraquí diplomático se emocionaba cuando veía nuestros libros sobre Irak

Cuando se incorporó en el año 2011, la temática predominante era Al Andalus. Pero en 2017, gracias a una donación de Casa Árabe, los fondos crecieron mucho en contenidos de índole contemporánea, política internacional y migraciones. Por países, Líbano, Egipto e Irak aportaron hasta finales del siglo XX una buena parte de los anaqueles. Ahora, sin embargo, el flujo de ejemplares procede de donaciones marroquíes, pero también de Emiratos Árabes Unidos, Kuwait o Arabia Saudí. Las donaciones, por cierto, constituyen otra de las fuentes fundamentales que alimentan los estantes. La Biblioteca Islámica recibe habitualmente legados particulares de arabistas, diplomáticos y especialistas. Mariano Arribas Palau, Fernando Valderrama, Bernabé López García, Fernando González Parrilla, Walid Saleh o Gema Martín Muñoz confiaron sus colecciones privadas al fondo. “Un investigador de Tánger nos donó 600 libros. También Isabel Ramos, periodista de La Vanguardia, especializada en el mundo árabe. Y dos investigadores maravillosos, muy vinculados a esta casa: Manuela Marín y Pepe Pérez Lázaro, que nos están donando sus series centradas en Irak. Hay hasta 18 bibliotecas personales que nos dan un sello muy especial”.

¿Contribuye la Biblioteca Islámica a neutralizar clichés y reducir el tradicional desconocimiento sobre el mundo árabe? “Trabajo para eso”, asegura Luisa Mora. “No sé si se consigue, pero aquí todo lo que he recibido ha sido empatía, comprensión y calor humano. He visto cómo un iraquí diplomático se emocionaba cuando veía nuestros libros sobre Irak. O un palestino cuando comprobaba que tenemos una colección de mil libros de la diáspora. No digo que se hayan puesto a llorar”, precisa la directora, “pero se han emocionado porque saben que conservamos la memoria de sus países, tendemos puentes y rompemos prejuicios”. 

La formidable Biblioteca Islámica de España que fue fundada por un sacerdote
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