viernes. 26.04.2024

Casi 1.050 años después de la construcción de uno de los prodigios de Al Andalus, apenas se sabe nada sobre su grandeza y su emplazamiento. Medina Al Zahira, la ciudad palatina de Almanzor, sigue siendo un enigma indescifrable. Las fuentes árabes aseguran que rivalizó en lujo y suntuosidad con Medina Azahara, la perla de Abderramán III, de la que sí perviven vestigios a 5,5 kilómetros al oeste de Córdoba (España). Y que durante 30 años se convirtió en sede administrativa, política y diplomática de la que entonces era la gran potencia islámica en Occidente

Todo se vino abajo un 15 de febrero del año 1009. Siete años después de la muerte de Almanzor, militar y chambelán de Hisham II, hijo de Al Hakam II, el último gran califa de Al Andalus. Ese día una turba de cordobeses alentados por Muhammad II Al Mahdi saqueó la gran ciudad palaciega fundada por Almanzor, al que muchos consideraban usurpador de la dinastía Omeya. 

De Medina Al Zahira no quedó ni rastro. Todo lo que sabemos de ella hoy día figura en los textos árabes. Y sus cimientos deben dormitar en algún lugar bajo tierra al este de Córdoba.  “No se sabe a ciencia cierta dónde está”, asegura el arqueólogo e investigador Alberto Montejo, ex director de la ciudad califal de Medina Azahara, hoy Patrimonio Mundial de la Unesco. “Solo sabemos que era una ciudad, pero desconocemos su tamaño. Es lo que nos dicen las fuentes, sobre todo Ibn Hayyan”, historiador y funcionario de la dinastía amirí de la que era miembro el propio Almanzor. 

El misterio de Medina Al Zahira aflora recurrentemente a la superficie desde hace siglos. Hace apenas diez meses un artículo firmado por Manuel Ramos en ABC reactivó nuevamente la controversia. El autor formulaba una nueva hipótesis: la ciudad de Almanzor se encontraba sumergida en Turruñuelos, un enclave en la falda de Sierra Morena situado entre Córdoba y Medina Azahara. Ramos enarbolaba como prueba central de su teoría una imagen aérea tomada por aviones estadounidenses en 1956. La fotografía identifica unas “misteriosas líneas” que dibujan una estructura rectangular de “enormes muros” y sorprendentes dimensiones: 573 metros de largo por 430 de ancho. En total, 20 hectáreas de superficie. 

En su opinión, la zona oeste de Córdoba, en la carretera de Medina Azahara, era la “más lógica” para que el militar amirí hubiera levantado su complejo urbano, toda vez que Almanzor estaba obsesionado con emular al califa de Al Andalus, aunque no tenía pedigrí Omeya para serlo. Según su razonamiento, por lo tanto, habría elegido un enclave en la “zona noble” de Córdoba en dirección a la ciudad califal de Abderramán III. 

Todos los expertos, casi sin excepción, sostienen que Medina Al Zahira se encuentra en el área oriental de Córdoba

Su hipótesis fue tajantemente rechazada por la mayoría de los arqueólogos, quienes, ya de partida, descalificaron su escasa solvencia científica: Manuel Ramos es notario e historiador aficionado. Todos los expertos, casi sin excepción, sostienen que Medina Al Zahira se encuentra en el área oriental de Córdoba, río arriba del Guadalquivir. “Ubicarla en el oeste no se sostiene para nada. Las fuentes son claras”, subraya Montejo. 

Para el ex director del conjunto arqueológico Medina Azahara, es razonable pensar que Almanzor se llevó su ciudad justo al otro extremo de Córdoba como “contrapeso al poder Omeya”. Para comprender mejor este argumento es conveniente conocer brevemente la biografía del militar amirí y qué papel jugó en la corte Omeya. Almanzor nació en Torrox en el año 939 y desarrolló una exitosa carrera funcionarial y militar en la capital de Al Andalus. La muerte del califa Al Hakam II abrió una aguda crisis sucesoria porque su hijo, Hisham II, apenas tenía 11 años y, con la ley islámica en la mano, no podía acceder al trono. Fue entonces cuando entró en acción Almanzor, que logró aliarse con la madre del califa infante para convertirse en chambelán y hombre fuerte del régimen

La fundación de Medina Al Zahira, como símbolo de su poder diferenciado frente a los Omeya, era una pieza clave de su programa político personal. Su manifiesta rivalidad y deseo de emulación a la familia califal ya se evidencia hasta en el uso de la nomenclatura: Medina Al Zahira significa “Ciudad resplandeciente” y hasta comparte la misma raíz que Medina Azahara. 

Lo cierto es que el flanco este de Córdoba está prácticamente desnudo de restos arqueológicos andalusíes. Al menos, hasta el momento. Las fuentes, sin embargo, anuncian que a finales del siglo X la ciudad empieza a estirarse hacia el este, previsiblemente espoleada por Medina Al Zahira. “Se urbaniza toda la zona de Levante. Por el camino de Rabanales estamos viendo algún vestigio califal, pero el problema es que no se ha excavado mucho”, asegura Alberto Montejo

Las pruebas documentales existen. Eso parece evidente. Pero más de mil años después aún no hay ni un mísero indicio arqueológico. La pregunta cae por su propio peso: ¿cómo puede perderse una ciudad entera, por muy pequeña que sea? “Algo ha pasado que no la detectamos”, reconoce el investigador. “O ha habido un tema físico de riadas o se ha urbanizado encima de la ciudad”, argumenta. Lo cierto es que a lo largo de toda ese área hay abundantes parcelas edificadas y un polígono industrial. 

Pedro Marfil está convencido de que tarde o temprano aparecerá Medina Al Zahira. Solo se requiere una condición: buscarla

El arqueólogo Pedro Marfil conoce la Mezquita de Córdoba como la palma de su mano. No en vano trabajó en el monumento universal durante más de 15 años. Hoy es profesor universitario y gran conocedor de las tripas de la ciudad. Bajo su punto de vista, no hay duda de que Medina Al Zahira se esconde en algún lugar bajo tierra al este de la urbe. “¿Situarla en Turruñuelos? Eso es de locos. No concuerda con las fuentes”, responde tajante a preguntas de EL CORREO DEL GOLFO. “Yo estuve allí con Antonio Arjona sobre el año 2006, porque él pensaba que ese era el lugar de la Arruzafa [el palacio de Abderramán I]. Luego, años después, apareció bajo la clínica oftalmológica del mismo nombre”. 

Antonio Arjona fue un arabista e historiador prestigioso, autor de numerosas investigaciones sobre la Córdoba andalusí. Fue él mismo quien ubicó Medina Al Zahira en el polígono de las Quemadas, en la antigua carretera Nacional IV, en dirección este. “Hizo allí prospecciones y encontró unas grandes estructuras de sillares, incluso algún arco de herradura”, explica Pedro Marfil. “Estaba lleno de cerámica. Fui a verlo con él y lo que había encontrado era una fortificación visigoda. Nada de época califal”. 

Otra hipótesis sobre su ubicación fue manejada por el también acreditado arabista Rafael Castejón. “Pensaba que podría estar en el Pago de Tejabana, un llano cerca de Rabanales, donde hay una gran acumulación de restos de tejas”, señala Marfil. En Rabanales se levanta hoy un gran campus universitario. “Por lo que dicen las fuentes”, agrega el profesor de arqueología, “para llegar a Medina Al Zahira hay que pasar varios puentes. Así que puede estar en un punto alejado de Córdoba siguiendo el camino situado más al sur. Yo lo ubicaría a varios kilómetros de la capital”. 

Pedro Marfil está convencido de que tarde o temprano aparecerá Medina Al Zahira. Solo se requiere una condición: buscarla. “Aunque hayan expoliado los materiales más ricos”, argumenta, “una ciudad tiene muchos restos que perduran”. El arqueólogo Alberto Montejo también es optimista. “Es muy difícil que una ciudad no deje ninguna evidencia. Y no hay ningún vestigio. No tenemos nada”, sostiene. En cierta medida, porque no se han ejecutado proyectos de investigación ni estudios geotécnicos específicos. “Hasta que no haya un proyecto serio no se va a encontrar”, puntualiza. 

Medina Al Zahira seguirá viviendo enterrada en algún lugar de Córdoba.

El último programa sistemático de búsqueda tuvo lugar en los años sesenta del siglo pasado. Fue iniciativa de media docena de historiadores pertenecientes a la Real Academia de Córdoba y liderados por el arabista Rafael Castejón. Así lo recoge Juan Quiles en un estudio publicado en la revista Antiqvitas a finales de 2021. “En ese momento se estaba construyendo el barrio de la Fuensanta. Buscaron por esa zona y encontraron varios restos, pero no se correspondían con Medina Al Zahira”, afirma. 

Bajo el título de “Medina Zahira: recorrido historiográfico por 250 años de búsqueda incansable”, Juan Quiles hace un estudio exhaustivo de todas las conjeturas propuestas desde el siglo XVIII acerca de la enigmática ubicación de la ciudad de Almanzor. “Llevo media vida estudiando la lógica de la Córdoba Omeya y, como tenía tanta información, quería poner todo ese material en orden”, declara. El estudio recoge hasta 21 ubicaciones distintas para Medina Al Zahira. La más antigua la situaba en la Capilla de San Bartolomé, a pocos metros de la Mezquita de Córdoba. Ramírez de Arellano, ya a finales del XIX, también propuso el barrio de la Fuensanta como posible emplazamiento. 

Pero no fue hasta los años 50 cuando las hipótesis empezaron a elaborarse con rigor. “Torres Balbás y Levi Provençal ya tradujeron los textos árabes y dejaron claras las cosas. Hasta ese momento todos la habían situado en el lado contrario de Córdoba. Y ellos ya le dieron una base científica. A pesar de todo, tampoco se ha logrado localizar”, asegura Juan Quiles. Solo se tiene constancia de algún objeto atribuido al mítico enclave de Almanzor, deslocalizado como consecuencia del expolio que sufrió a principios del XI. 

“Aparecerá algún día”, suspira Juan Quiles. Mientras tanto, Medina Al Zahira seguirá viviendo enterrada en algún lugar de Córdoba.  

Madina Al Zahira, el enigma de la ciudad enterrada
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