Sonia Caballero: la artista que convierte el oro en un puente entre España, Japón y Emiratos
Hay artistas que buscan un estilo. Y hay otros que lo inventan.
Sonia G. Caballero pertenece a la segunda categoría. Madrileña, formada entre dos mundos y pulida durante más de veinte años en Japón, su obra dialoga hoy con Dubai como si siempre hubiera estado hecha para esta región: lujo, precisión, espiritualidad y futuro conviviendo en un mismo trazo de oro.
Su pintura —que fusiona óleo, técnicas japonesas ancestrales y metales preciosos como oro de 24 quilates, platino y plata— ha llegado a galerías niponas, coleccionistas internacionales y al propio Gobierno de Emiratos Árabes Unidos. Su pieza The Year of the Tolerance, inspirada en el árbol Ghaf, fue entregada oficialmente al consulado emiratí en Barcelona, consolidando un puente cultural que hoy define su carrera.
La recibo para esta entrevista en un estudio luminoso lleno de pinceles japoneses, texturas metálicas y cuadernos manuscritos. Su presencia transmite calma; su obra, fuerza. Cada pieza parece tener un latido propio.
Has vivido más de dos décadas en Japón y ahora tu obra dialoga con Emiratos. ¿Qué une esos mundos tan distintos en tu universo artístico?
Japón y Emiratos pueden parecer distantes, pero en mi obra encuentran un mismo lenguaje. De Japón heredé la precisión, el respeto por el tiempo y las técnicas que requieren paciencia y maestría. Fueron más de dos décadas aprendiendo procesos que hoy casi nadie practica y que se han convertido en la esencia de mi trabajo. En Emiratos he encontrado un lugar donde esa dedicación artesanal convive con una mirada decidida hacia el futuro y una profunda apreciación por los materiales nobles. Aquí, trabajar con oro de 24 quilates, platino o minerales no es solo estética, es un lenguaje compartido. Mi obra nace justo ahí: entre la tradición japonesa que me formó y la visión contemporánea que encuentro en este país. Cada pieza es única, creada con técnicas poco comunes y materiales excepcionales, pensada para conservar valor con el tiempo y ofrecer al coleccionista algo verdaderamente irrepetible.
Tu cuadro The Year of the Tolerance fue entregado al Gobierno de Emiratos. ¿Qué significó para ti ese momento y cómo nació esa obra?
Fue un encargo del propio Gobierno de Emiratos, y desde el primer momento supe que debía honrar no solo el símbolo del Ghaf, sino todo lo que representa para esta tierra. El Ghaf ya formaba parte del logo oficial del Año de la Tolerancia, pero mi misión era darle un alma: traducir su esencia a mi propio lenguaje, nacido entre Japón, España y Emiratos. Trabajé la obra con técnicas tradicionales japonesas —inspiradas en la escuela Rinpa, entre otras— porque son métodos que respetan el tiempo, la paciencia y la reverencia por la naturaleza. El oro de 24 quilates que cubre la pieza simboliza la arena del desierto; sus grietas, la intensidad del calor que es parte de la vida emiratí. Sobre esa base dorada, los tonos azules y blancos representan el agua: lo más preciado, aquello que sostiene la vida. Y en el corazón de la composición aparecen las espirales azules que recorren muchas de mis obras. Son mi firma simbólica: el gesto que une los tres mundos que han formado mi camino —Emiratos, Japón y España— en un movimiento continuo, como si la energía de cada cultura fluyera hacia la otra sin interrupciones. Cuando la obra fue entregada oficialmente al Gobierno, sentí que algo se cerraba y algo nuevo se abría a la vez. Era más que un reconocimiento institucional: era la confirmación de que mi arte puede tender puentes reales entre países, sensibilidades y memorias. Esa pieza, para mí, es un homenaje a la tolerancia, sí, pero también al milagro de lo que sobrevive, de lo que conecta, de lo que permanece.
Trabajas con oro y platino como si fueran colores. ¿Qué te atrae de estos materiales y qué papel juegan en tu lenguaje visual?
Mi relación con el oro y el platino nació en Kioto. Aquel viaje cambió completamente la dirección de mi obra. En Japón descubrí algo que no había visto en ningún otro lugar: la delicadeza con la que el oro se integra en el arte, no como un símbolo de riqueza, sino como un gesto de respeto, de luz, de silencio. Entendí que el oro no es un material: es una manera de mirar. Desde entonces comencé a trabajar con el oro y el platino. No los aplico como metal, sino como luz. El oro me permite construir superficies que vibran, respiran y transforman el espacio. El platino, en cambio, aporta una elegancia fría, un brillo sutil y casi lunar que abre una dimensión nueva dentro de mi lenguaje visual. Hoy soy la única artista en el mundo que crea obras de gran formato utilizando técnicas inspiradas en la escuela Rinpa en platino, un metal extremadamente difícil de trabajar pero que genera una presencia única, atemporal. Esto me ha llevado a que este tipo de obras con platino ya estén en manos de coleccionistas japoneses. La fusión entre estos metales y el color crea una armonía que para mí es esencial. El oro y el platino no solo aportan belleza; aportan durabilidad, pureza y un carácter que convierte cada pieza en un legado pensado para trascender generaciones. Me atraen porque no son materiales que desaparezcan: son materiales que perduran. Y mi obra, en esencia, busca exactamente eso: dejar una huella luminosa en el tiempo.
Has llevado tu pintura a la moda, la joyería y técnicas tradicionales japonesas. ¿Por qué decidiste que el arte debía salir del lienzo?
Mi arte nunca se ha sentido limitado al lienzo. Desde pequeña crecí rodeada de alta costura; mi madre era diseñadora, y aprendí a reconocer la belleza en cada textura, cada pliegue, cada detalle. Esa sensibilidad me enseñó que el arte puede vivir y respirar fuera de un marco: en la tela, en la piel, en un objeto que acompaña la vida cotidiana. Durante mi formación en Japón, descubrí técnicas ancestrales de pintura sobre kimono, donde cada gesto, cada trazo, es un acto ceremonial y profundamente conectado con quien lo viste. Esa experiencia me hizo entender que la pintura puede integrarse en la vida, y que su valor no disminuye al salir del lienzo: puede transformarse, incluso, en algo más íntimo y cercano. A partir de ahí surgió mi trabajo sobre piezas de alta gama —Hermès, Chanel, Dior— donde aplico oro, platino y técnicas propias para convertir bolsos y objetos en obras únicas. No se trata solo de lujo: se trata de transformar cada pieza en un legado, que combina tradición, maestría y exclusividad. Ese mismo principio da vida a mis piezas de joyería “Deseos Omamori”, frutos de El Árbol de los Deseos: cada joya es un fragmento de arte, un deseo hecho oro y color, pensado para acompañar a quien lo posee y transmitir un mensaje de conexión, belleza y eternidad. Para mí, el arte que se atreve a salir del lienzo alcanza otra dimensión: toca la vida de quienes lo poseen, se convierte en algo que se lleva, se siente y se transmite. Es un arte que perdura, que une belleza, técnica y valor de manera tangible.
También diriges una escuela de arte para niños¿Qué te motivó a crear esa faceta educativa?
Mi acercamiento a la educación nació de la experiencia directa con los niños en Japón. Di clases de arte en la escuela Montessori de Yokohama, y para ello creé proyectos propios, que más tarde reuní en un libro titulado 101 Proyectos Creativos. Arte, Cultura y Valores. Cada actividad buscaba despertar la curiosidad, la imaginación y la conexión con la belleza desde la infancia, mostrando que el arte es una herramienta para fomentar la creatividad, la reflexión y la capacidad de resolver problemas. Cuando llegó el Covid y muchos niños se quedaron sin acceso a sus clases de arte, varias familias me pidieron que hiciera algo para seguir ofreciendo esa experiencia. Fue entonces cuando decidí crear la escuela online, que hoy reúne a más de 200 niños, con cursos y proyectos exclusivos que aplican la metodología Montessori al arte, adaptada a cada edad y a la creatividad de cada alumno. Lo que me motiva es ver cómo los niños descubren que el arte no solo les permite expresarse, sino que también desarrolla habilidades que les acompañarán toda la vida: pensamiento crítico, resolución, confianza y visión. Es fascinante ver cómo la creatividad que cultivamos en la infancia se convierte en la capacidad de afrontar desafíos en la vida adulta.
Dubai es un punto central en tu mapa creativo. ¿Qué encuentras aquí que no encuentras en ningún otro lugar del mundo?
Dubai es un lugar donde la luz, el espacio y la visión de futuro se encuentran de manera única. Aquí siento que mi obra puede respirar y expandirse, porque esta ciudad comprende la idea de lo excepcional: la belleza, la perfección y los valores que acompañan a las personas a lo largo del tiempo. Dubai tiene la capacidad de unir tradición y modernidad, lujo y cultura, con una sensibilidad por lo que construye legado y evolución humana. Es un entorno donde el arte no solo se contempla, sino que se reconoce como herramienta de conexión, donde la técnica, el oro, el platino y la creatividad pueden dialogar con un público que aprecia su verdadero valor. Aquí, cada proyecto que emprendo —ya sean pinturas, bolsos, joyas o instalaciones— se convierte en un puente: entre culturas, entre técnicas ancestrales y visión contemporánea, entre Oriente y Occidente. Dubai me ofrece un espacio donde mi arte puede existir plenamente, acompañar a quienes la poseen y seguir vivo en su historia.
Tienes series como El Árbol de los Deseos que han conectado profundamente con el público. ¿Qué significado personal tiene ese símbolo para ti?
El Árbol de los Deseos” es una obra muy especial para mí, porque nace de un momento de celebración y encuentro entre dos países. La creé para la exposición en la Embajada de España en Tokio, con motivo del 400 aniversario de relaciones hispano-japonesas. Esta obra combina técnicas orientales y occidentales, creando un lenguaje visual que une sensibilidad, detalle y ritual. Más allá de la estética, el árbol tiene un propósito simbólico: invita a las personas a soñar, a conectar con sus deseos y a creer en la posibilidad de que se hagan realidad. De esa intención surgieron los Deseos Omamori, “frutos” de”El árbol de los Deseos” , concebidas como talismanes que acompañan a quien los posee y materializan un deseo. Hoy, estas obras están presentes en 48 países y son un vehículo de esperanza. Recientemente he presentado la última versión El Árbol de los Deseos Verano en CARE Expo Dubái 2025.
Tu obra conecta España, Japón y Emiratos. ¿Cómo conviven esas tres identidades en tu proceso creativo?
Yo diría que como un diálogo continuo entre técnica, historia y visión. Tras vivir 23 años en Japón, su estética, su respeto por la disciplina y su sensibilidad hacia la naturaleza están profundamente arraigados en mi manera de crear; aflora en cada trazo, en cada textura y en la luz que busco transmitir. España también vive en mí de manera profunda: gracias a mi abuelo, que me llevaba con frecuencia al Museo del Prado desde pequeña, me impregnó la historia artística y los grandes maestros que forjaron nuestra tradición. Esa exposición temprana al arte me enseñó a amar la pintura y a comprender su fuerza emocional, su capacidad de conmover y de permanecer en la memoria de quien la contempla. Emiratos aporta un espacio donde esa fusión puede desplegarse plenamente: aquí encuentro la amplitud, la luz y la valoración por lo excepcional, que permite que mis obras se conviertan en lazos de unión de culturas, combinando tradición, innovación y materiales nobles para crear piezas únicas que resuenan con quienes las contemplan y las poseen.
En el sector hemos sabido que estás desarrollando un proyecto singular: piezas y azulejos realizados con oro. ¿Consideras que alguna de las grandes constructoras de Emiratos Árabes Unidos podría interesarse por integrar esta propuesta en sus proyectos de lujo y alta gama? Y si así fuera, ¿con qué desarrolladora o desarrolladoras te gustaría colaborar para llevarlo adelante?
Sí, es un proyecto muy especial que une historia, artesanía y contemporaneidad: azulejos de cerámica realizados con oro de 18 k , utilizando técnicas artesanas sevillanas que datan de 1800. Estas creaciones forman parte de mis nuevas obras —El Gen de la Juventud, El Gen de la Longevidad y El Gen de la Fertilidad— concebidas como activaciones de nuestra inteligencia divina, donde cada material, cada textura y cada brillo tiene un propósito: inspirar, conectar y acompañar a quienes los experimentan. Creo que este tipo de propuesta puede encontrar un espacio natural en proyectos de lujo y alta gama en Emiratos, donde el arte se integra como elemento de identidad, exclusividad y distinción. Sería un privilegio colaborar con desarrolladoras que valoren la fusión entre historia, innovación y excelencia: empresas que entienden que cada proyecto puede convertirse en un entorno donde el arte no solo se observa, sino que se vive transformando espacios. Mi objetivo es que estas piezas no sean meramente decorativas, sino auténticos activadores de experiencia, donde la arquitectura y la artesanía se encuentren con la creatividad y el lujo en su máxima expresión.
Para terminar: si pudieras pintar un deseo nuevo para los próximos años, ¿cuál sería?
Ver desarrollado mi museo, un espacio donde conviven todas las facetas de mi obra: pintura en gran formato, joyería, piezas aplicadas y artesanía. Allí, los visitantes podrán disfrutar de conciertos en directo rodeados de las obras, descubrir innovaciones como instrumentos que incorporan piezas de arte, y conocer la obra de artistas emergentes que encajan con mi visión. El museo también incluirá mi Escuela de Arte para niños, donde la creatividad y los valores se enseñan desde la infancia, haciendo que el arte sea una experiencia que acompaña toda la vida. Hoy, este proyecto ya tiene un preludio: mi atelier, que puede visitarse, permite sentir de cerca la energía de las obras que luego se exhibirán. Mi deseo es que quienes recorran el atelier experimenten la fusión de culturas, técnicas y emociones, y que cada visita despierte curiosidad, inspiración y el deseo de formar parte de este proyecto único.
Una artista que habla tres lenguajes: materia, tradición y futuro
Más que una pintora que trabaja con oro, Sonia Caballero es una creadora que ha tejido una identidad artística capaz de unir tres mundos. Su obra respira cultura japonesa, emoción mediterránea y visión emiratí. En un panorama global donde a veces falta autenticidad, Sonia confirma que la belleza —cuando nace con propósito— no necesita explicarse: simplemente ocurre.