jueves. 28.03.2024

Trataré de relatar cómo son los baños marinos que tengo la suerte de vivir en el entorno del estrecho de Ormuz. La playa no se encuentra situada en el mismo estrecho, muy accidentado en la costa omaní de la península de Musadam, con grandes acantilados y fiordos, sino unos 15 kilómetros al sur, ya en el emirato de Ras Al Khaimah, un territorio islámico. Es una playa pública, en un enclave semi urbano, lo que permite el fácil acceso de los bañistas. Para describirla hay que decir que es cien por cien natural, no como otras que tanto abundan en Emiratos Árabes, y que pasear por ella o disfrutar de sus aguas se convierte en un safari donde no se ven elefantes o jirafas, pero sí miles de peces y cangrejos, almejas y estrellitas de mar o flamencos surcando el firmamento. No hay que hacer algo especial para verlos. Están allí, a simple vista, forman parte del paisaje y conviven en paz y buena armonía.

Todo ello cobra un brillo especial al amanecer. Quienes residimos en estas tierras solemos decir que la mejor época para disfrutar de la playa es el invierno, cuando el infierno del verano ya ha dado tregua. Pero no estoy de acuerdo. Para mi, y por lo que he comprobado para otros muchos residentes, la mejor época es precisamente el estío. Sólo es necesario saber a qué hora debe ir uno a zambullirse en las saladas y cálidas aguas del Golfo Arábigo. Nunca en las horas centrales. Por supuesto. Lo más adecuado es hacerlo cuando despunta el día. Como referencia yo tomo el rezo del fajr, cuando aún es de noche. Y me pongo como límite el momento en el que mi cuerpo comienza a dejar sombra sobre las doradas arenas. En ese instante hay que coger la toalla -si la llevas-, huir y guarecerse de sol y humedad.

Descubrir como el día comienza a cobrar luz resulta inspirador. En el horizonte mar y cielo se funden. Es infinito. Sin límite. La naturaleza toma vida. Los peces nadan tranquilos en la orilla, los cangrejos salen de sus escondites, las estrellas de mar bailan y las almejas burbujean. Todo ello acompañado de la música que impone el romper de suaves y pequeñas olas. Los humanos también forman parte de esta coreografía. Sin prisas llegan hasta el mar. Mujeres y hombres de distintas nacionalidades. Unas vestidas con nijab y abaya, otras en 'burquini', otras en bañador y otras en biquini. Unas se bañan, otras pasean con los carritos de sus niños como podría hacerse en la plaza de un pueblo, otras corren y otras, sobre alfombras y en amplias familias, van de 'picnic', o más bien de 'breakfast'.

LA TOLERANCIA DE LA COTIDIANO

Y los hombres, pues igual. Con kandora, en chándal, bañador, traje pakistaní o simplemente con pantalón corto y camiseta. Cada uno va como quiere. Y nadie se sorprende. Yo lo llamo la tolerancia de lo cotidiano. Nada de leyes ni de mandatos ni de normas. Personas que van a la playa y disfrutan. ¿Puede existir un ambiente más tolerante que el de esta playa? ¿Cómo sería recibida una mujer con nijab y abaya en una playa occidental? ¿Podría reproducirse el ambiente que acabo de describir sobre las arenas de playas francesas, españolas o italianas? Es la pregunta que me hago. Si aquí, en Ras Al Khaimah y a tan sólo unos kilómetros de Ormuz, es posible esta consciente y pacífica convivencia es gracias a las personas que la protagonizan. Y eso, para mi, es la tolerancia. La tolerancia real. Del día a día. Caso distinto es lo que puede ocurrir en un país con leyes muy tolerantes pero donde muchos de sus ciudadanos se rigen por criterios y actitudes descaradamente discriminatorias y hasta racistas. En esos lugares, si acaso, puede existir tolerancia e igualdad sobre el papel, pero nunca en las playas.

Y mientras todo esto ocurre, me hago otra pregunta. ¿Cómo es posible esta paz y esta armonía oyéndose como se oyen lejanos tambores de guerra en el estrecho Ormuz? Hoy mismo cuentan los medios que Irán ha lanzado un misil. ¿Tiene lógica que en tanto árabes, persas, mulmanes, cristianos, budistas, asiáticos, africanos, europeos, americanos o australianos dibujan una sociedad de normal y pacífica convivencia quienes ostentan el poder se enfrenten a crisis irresolubles? Y sólo puedo concluir que la política internacional va por derroteros muy distintos -y traumáticos diría yo- a los de las personas. El espectacular amanecer en la playa de Ras Al Khaimah no deja lugar a la duda.

"Y eso, para mi, es la tolerancia. La tolerancia real. Del día a día. Caso distinto es lo que puede ocurrir en un país con leyes muy tolerantes pero donde muchos de sus ciudadanos se rigen por criterios y actitudes descaradamente discriminatorias y hasta racistas. En esos lugares, si acaso, puede existir tolerancia e igualdad sobre el papel, pero nunca en las playas"

Baño al amanecer en el paraíso de Ormuz
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