Estados Unidos entra en guerra abierta contra Irán con el bombardeo de tres instalaciones nucleares
En una escalofriante escalada de tensiones en Oriente Medio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó este sábado que su país llevó a cabo un ataque militar contra tres instalaciones nucleares en Irán.
Las instalaciones atacadas incluyen las conocidas ubicaciones de Fordo, Natanz e Isfahán.
Este anuncio fue realizado a través de su red social Truth Social, donde Trump describió la operación como un "éxito militar espectacular" con una "destrucción completa y total" de los objetivos seleccionados.
La declaración oficial de Trump se produjo durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, donde estuvo acompañado por su vicepresidente, JD Vance, el secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth.
En sus comentarios, enfatizó que el objetivo del ataque era desmantelar la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán y detener la amenaza nuclear que representa este país, al que catalogó como "el Estado patrocinador del terror número uno del mundo".
Trump también reveló que los ataques se llevaron a cabo en coordinación con Israel, cuya participación en la estrategia militar ha sido confirmada por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Netanyahu expresó su apoyo al ataque, afirmando que “la paz a través de la fuerza” es primordial para el éxito de la seguridad en la región, sugiriendo que el uso de la fuerza precede a la estabilidad en el conflicto.
El ataque estadounidense fue respaldado por el uso de bombarderos B-2 y una clase única de munición, el penetrador de municiones masivo GBU-57A/B, considerada la mayor bomba no nuclear capaz de destruir estructuras subterráneas.
Los analistas han destacado que la instalación de Fordo, ubicada en una zona montañosa, estaba diseñada para resistir bombardeos convencionales, lo que subraya la complejidad de la acción militar.
Este ataque ocurre en un contexto de creciente tensión entre Irán e Israel, particularmente después de una serie de bombardeos israelíes en territorio iraní que se intensificaron desde el 13 de junio.
Estas hostilidades han llevado a innumerables especulaciones sobre la posible intervención estadounidense, y muchos analistas consideran que la decisión de Trump de atacar refleja una clara postura de cambio en la política exterior de su administración.
En una respuesta inmediata, las autoridades iraníes confirmaron el ataque, aunque trataron de relativizar su impacto.
Akbar Salehi, vicegobernador de seguridad de Isfahán, reconoció que se habían escuchado explosiones, pero insistió en que las instalaciones ya habían sido evacuadas, minimizando así el daño causado por el bombardeo.
La Organización de Energía Atómica de Irán condenó el ataque calificándolo de "salvaje" y reafirmó su compromiso de continuar con su programa nuclear que, según ellos, tiene fines pacíficos.
Irán ha advertido que cualquier intervención militar directa de Estados Unidos sería “muy peligrosa”, sugiriendo una posible escalada de la violencia en la región.
En este sentido, queda claro que el conflicto puede entrar en una nueva fase, caracterizada por un creciente riesgo de confrontaciones armadas en medio de un ambiente de alta inestabilidad.
La comunidad internacional observa con preocupación este desarrollo, ya que la reacción de Irán, junto con las implicaciones para la seguridad global y el equilibrio de poder en Oriente Medio, podría ser devastadora.
Con el telón de fondo de una política estadounidense que previamente había buscado evitar involucrarse en "guerras eternas", este ataque representa un significativo cambio de paradigma en el enfoque de EE.UU. respecto a la región.