viernes. 29.03.2024

Desde 2013, los talibanes mantienen una oficina exterior en Doha, la capital de Qatar. Las buenas relaciones del emirato con los militantes islamistas son objeto de críticas, pero Occidente también se beneficia de ellas. Hace tan solo unos días, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, agradeció al emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, el generoso apoyo de su país a las evacuaciones de Afganistán. Biden también dio las gracias a Qatar por hacer posible las conversaciones intraafganas, aunque éstas fracasaran cuando los talibanes tomaron el poder. En Alemania, en cambio, se criticó a Qatar por haber llevado a Kandahar al mulá Abdul Ghani Baradar, líder político de los talibanes, en un avión militar qatarí.

Los contactos de Qatar y los talibanes no son nada nuevo. Ya en 2013, Qatar permitió a los talibanes abrir una oficina en Doha. Esto se hizo con el apoyo y a petición del gobierno estadounidense de Barack Obama, porque Washington buscaba un lugar para negociar con la milicia islamista para preparar la retirada de las tropas de Afganistán. Según Elham Fakhro, del International Crisis Group, Washington era consciente de que no habría victoria militar en Afganistán y quiso incluir a los talibanes como parte de una solución política.

Baradar dirige la oficina de representación de los talibanes en Qatar desde 2018, al tiempo que ha actuado como el principal negociador de los extremistas en las conversaciones con Estados Unidos y el ahora derrocado gobierno afgano. Fue liberado en 2018 a petición de Estados Unidos de una prisión en Pakistán, donde había sido detenido en 2010, entre otros por la CIA. Baradar es uno de los miembros fundadores de los talibanes. En 2020 firmó un acuerdo de paz con Estados Unidos en Doha, que ha quedado obsoleto con la retoma de poder por parte de los talibanes.

Incluso después de la caída de Kabul, Doha aparentemente no ve razones para frenar su postura exterior frente a los talibanes. Por ello, críticos acusan a Qatar de ser cómplice del terrorismo internacional. "Algunos sostienen que el compromiso diplomático de Qatar le ha dado a los talibanes una cierta legitimidad que no habrían tenido de otro modo", afirma Elham Fakhro.

Por ejemplo, el canal de televisión Al-Jazira, con sede en Doha, lleva años ofreciéndole una plataforma mediática a los talibanes. El canal transmitió la entrada de los talibanes en el palacio presidencial de Kabul. El emirato no muestra ningún reparo en relacionarse con diversos actores problemáticos de la región, afirma Guido Steinberg, de la Fundación Ciencia y Política. Qatar mantiene buenas relaciones con la Hermandad Musulmana, pero también con Irán. "Qatar se ha ofrecido como mediador en la política regional desde hace casi dos décadas. Lo hace principalmente porque quiere mejorar su posición regional", dice Steinberg. "En el pasado, Qatar era muy dependiente de Arabia Saudita: en los años 70 y 80 era prácticamente un protectorado saudí". Qatar quería liberarse de este abrazo de su gran vecino, posicionándose como un mediador independiente.

Hace unos días, el ministro de Asuntos Exteriores de Qatar, el jeque Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, declaró que el emirato se considera un mediador imparcial en Afganistán. Pero no lo es, ya que creó la oficina para los talibanes, a pedido de Estados Unidos. "Qatar depende en gran medida de la protección de Estados Unidos", recuerda Steinberg. Washington mantiene una gran base aérea en Al-Udeid. "Y Qatar no quiere cambiar eso porque teme al poder de sus vecinos", afirma Steinberg. Al fin y al cabo, Qatar no está haciendo amigos con su política exterior y sus relaciones con grupos extremistas de la región: en 2017, por ejemplo, el emirato fue boicoteado por Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto. Ahora se considera que el conflicto ha terminado, pero los problemas siguen sin resolverse. El papel de Qatar como mediador refuerza la importancia del emirato como socio de los Estados occidentales, afirma Elham Fakhro, del Crisis Group.

Sin embargo, no está claro el grado de influencia de Qatar sobre los talibanes, ya que la relación entre ambos no ha estado del todo libre de conflictos en el pasado. En ese momento, Qatar no quería que los talibanes izaran su bandera frente a su sede en Doha y que llamaran al lugar una representación del "Emirato Islámico de Afganistán". El "Emirato Islámico" que proclamaron en 1996 nunca fue reconocido por Qatar. Muchos observadores siguen considerando improbable que esta vez se pueda llegar a eso, especialmente si Estados Unidos se opone.

Qatar es oficialmente wahabí y tiene contactos con varios grupos extremistas: "Pero a Qatar no le interesa en absoluto que los talibanes gobiernen por la fuerza", dice Guido Steinberg. Su interés, dice, es actuar como mediador y "aparecer en el mapa de la política regional y mundial". De este modo, podría despertar el interés de Occidente y quizá también de China y Rusia por la continuidad de Qatar como Estado independiente. Este tipo de seguridad existencial y de supervivencia es el motivo más importante de la política exterior de Qatar, dice. 

Sin embargo, los Estados occidentales aprecian los servicios y contactos de Qatar con los talibanes, a pesar de todas las críticas. El embajador alemán en Afganistán, Markus Potzel, ya ha mantenido conversaciones con los talibanes en Doha. También es probable que la Unión Europea aproveche los buenos contactos de los qataríes con los extremistas para las próximas conversaciones con los talibanes.

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