sábado. 20.04.2024

(Texto: Dixon Moya) Desde los primeros tiempos de Internet ha circulado un poema apócrifo atribuido a Gabriel García Márquez, el cual era supuestamente su carta de despedida al sentirse derrotado por la enfermedad. El texto titulado “La Marioneta”, muy sensiblero para el gusto del escritor colombiano, era uno de esos típicos recetarios de optimistas que no procedía de su genio, aunque muchos así lo sigan creyendo, a pesar del desmentido oficial, pues él varias veces tuvo que salir en público a rechazar esa autoría.

Por aquellos días, las conversaciones entre los admiradores del premio Nobel colombiano, giraban sobre la posibilidad de su muerte. Está grave! Decían unos, le quedan pocos días! Sentenciaban otros. Todos se lamentaban por la pérdida del creador literario, en una serie de letanías de pájaros agoreros. Sin embargo, la mente insuflada por la imaginación y conectada a las manos de mecanografista, desmintió a los pesimistas de oficio, al publicar sus memorias (“Vivir para contarla”). No sólo venció un cáncer que le había atacado, sino que en ese momento volvió a estremecer la industria editorial.

En un país como Colombia, acostumbrado a noticias graves pero no serias, urgentes más no importantes, la aparición de cada libro de García Márquez cobraba una atención inusitada, le robaba la primera plana a las desgracias cotidianas de los periódicos. Ante un nuevo título del Nobel colombiano todos sonreían, la industrial editorial y millones de lectores que hacían largas filas para adquirir el nuevo libro. Ante las noticias alarmistas sobre su estado de salud, García Márquez salía a la puerta de su casa y con una sonrisa desmentía los chismes pesimistas. Gabo, como le llamaban desde niño sus abuelos, nos acostumbró a que siempre vencía no sólo las enfermedades sino a sus malquerientes, para el pesar de los que gozan con los obituarios.

Por ello, la verdad es tan difícil digerir la verdad de su fallecimiento, ocurrido el 17 de abril pasado. Muerte que no estuvo exenta de un toque de realismo mágico, pues en Cien años de Soledad, obra maestra de la literatura universal, uno de los personajes centrales, la matrona Ursula Iguarán muere durante un Jueves Santo. Sus lectores y compatriotas, nos quedamos esperando el desmentido sobre esa versión, que Gabo saliera nuevamente a la puerta de su casa a saludar a los curiosos. Como me decía un buen amigo, si bien él se fue, nos dejó más de lo que se lleva, nos dejó sus letras, su bien más preciado.

García Márquez ya hizo su tarea en el mundo, ahora nos queda la nuestra que es leerlo, que sus libros no se conviertan en esos textos que la gente compra para llenar un estante vacío. Las bibliotecas no deben ser cementerios tristes, sino parques llenos de vida, en donde sus visitantes disfruten la estancia, leyendo los libros. A Gabriel García Márquez hay que leerlo para que siga viviendo, para que podamos hablar de él en presente y no en pasado.

Gabriel García Márquez es el colombiano universal, quizás el más importante que hasta el momento ha transitado en este mundo. No debe sorprender todo el despliegue noticioso alrededor de su persona por estos días, es un clásico vivo, como tener a Cervantes o Shakespeare circulando entre nosotros los mortales. La gran ventaja de los grandes escritores, es que mientras haya un lector siguiendo su lectura, no se van del todo.

Esa es la gran primicia para los amigos de EL CORREO DEL GOLFO, como en un arranque de realismo mágico Gabriel García Márquez ha resucitado, no durante el domingo de pascua, sino que lo hace cada vez que alguien abre uno de sus libros y se sumerge en la lectura sus libros, una de las experiencias más placenteras que pueda existir. Personalmente mi libro favorito y que siempre recomiendo es “El amor en los tiempos del cólera”, debería ser una obligación para los seres humanos su lectura.

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Dixon Moya es ministro plenipotenciario de la Embajada de Colombia en Abu Dhabi.

Urgente: Gabriel García Márquez sigue vivo
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