jueves. 28.03.2024

Apenas un millar largo de fieles que fueron seleccionados para participar en el Hajj, la gran peregrinación anual a La Meca, completaron este jueves el principal rito de este evento religioso, que habitualmente reúne a más de dos millones de musulmanes de todo el mundo, pero que este 2020 ha sido muy protegido y limitado por Covid-19. Este año, los peregrinos dejaron una estampa poco usual. Subieron al monte Arafat, al este de La Meca, en autobuses, con la mascarilla puesta, desinfectante en la mano y de manera ordenada para cumplir con el ritual considerado como el momento culminante del hach.

Atrás quedaron las imágenes de multitudes de años anteriores durante la subida al monte, donde los musulmanes creen que el profeta Mohammed oró y pronunció su último sermón, el de despedida. Esta vez, los pocos afortunados que cumplieron el ritual lo hicieron respetando las normativas de distanciamiento social para prevenir un brote de coronavirus.

Este 2020, el coronavirus ha reducido ese número a alrededor de un millar de residentes en Arabia Saudita, el 30 % de ellos nacionales y el 70 % restante de otras 160 nacionalidades.

Desde el amanecer, cientos de peregrinos abandonaron sus hoteles para subir a los autobuses, no sin antes someterse a controles de temperatura, en dirección al monte Arafat, donde un equipo médico recibió a los fieles y los sometió a más pruebas antes de continuar con los otros ritos.

Vestidos con ropas sencillas de color blanco sin costuras, tal y como marca la tradición que debe realizarse el Hajj, los fieles recibieron un cordial regalo de las autoridades de La Meca: un lote de productos esterilizados que incluye desinfectante, mascarillas y una alfombra de oración individual para evitar apoyar la cabeza en las telas que cubren las mezquitas.

Cada grupo de 50 fieles, liderado por un guía cuya tarea es garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias impuestas, llegaron a la mezquita de Namira, aledaña al monte, para escuchar el sermón desde el lugar donde el profeta acampó antes de pronunciar su última oración hace catorce siglos. Estas medidas resultaron ser efectivas, puesto que no se ha registrado "ningún caso de coronavirus ni de otra enfermedad que afecte a la peregrinación", dijo este jueves en una rueda de prensa el portavoz del ministerio de Salud saudí, Mohamed al Abd al Aali.

Dentro de la mezquita, cuya capacidad supera las 300.000 personas más otras decenas de miles que se agolpan a sus puertas habitualmente, poco más de mil peregrinos tomaron posiciones para escuchar el sermón del mediodía, separados por un metro y medio de distancia. Antes de la llegada de los fieles, las autoridades saudíes fumigaron la mezquita y limpiaron sus alfombras unas diez veces, informó la agencia estatal saudí SPA. Desde lo alto del "minbar", el nonagenario imán Abdalá al Manea pronunció un discurso traducido simultáneamente a nueve idiomas, entre ellos inglés y francés. Eso sí, con la mascarilla bajada hasta la barbilla para que los fieles no se perdieran ninguna palabra del sermón previo a la oración del mediodía.

En su sermón, Al Manea destacó la importancia de "mantener la salud, la limpieza y la pureza, así como la preservación del medio ambiente" como fórmula para "proteger a las sociedades de la propagación de enfermedades y epidemias". Asimismo, elogió la decisión del Gobierno de Arabia Saudita de "reducir el número de peregrinos para cumplir con los requisitos de distanciamiento social". Entre las medidas sanitarias de las mezquitas de La Meca, destaca el servicio "Fatua Robot", una suerte de confesionario en el que un académico religioso aconseja a los fieles desde una pantalla instalada en un robot para, por supuesto, garantizar la distancia de seguridad.

Los peregrinos también cumplieron el jueves con el ritual Wuquf (estar de pie), que consiste en reflexionar y hacer súplicas a Dios desde la madrugada hasta la puesta del sol, mientras que también pueden descansar en las tiendas de acampada tradicionales para protegerse de las altas temperaturas de más de 38 grados que se han registraban en La Meca. Tras la puesta de sol y su rezo correspondiente, los peregrinos abandonaron el monte Arafat para dirigirse a la zona de Muzdalifa, donde pasaron la noche. Allí recogerán guijarros para lapidar tres columnas que simbolizan las tentaciones del diablo durante el tercer día de la peregrinación y se prepararán para el rezo del primer día del comienzo de la fiesta del Sacrificio (Aíd al Adha), la principal festividad del islam. En los tres días que siguen a la fiesta del Sacrificio, los peregrinos deberán cumplir la segunda fase de la lapidación del diablo en Mina y dar siete vueltas más como despedida a la Kaaba, el cubículo en el que se encuentra la piedra negra que los musulmanes consideran un pedazo del paraíso. 

La peregrinación a La Meca más protegida de la historia
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