La violencia escolar: el bullying
La violencia escolar ha sido tema central de diversas maneras; las construcciones teóricas se mueven entre aquellas manifestaciones distorsionadas de la norma, entre aquellas centradas en los factores individuales ya sean conductuales o inconscientes. No obstante, estas perspectivas, tomándose como coherentes con su arquitectura conceptual, parten de un dominante contenido de carácter moral: implican los fenómenos de violencia como no deseables, negativos y anormales. Esto podría ser considerado cierto si creamos una distinción entre violencia y agresividad.
Este fenómeno del bullying apto para originarse en el ámbito escolar, tiene como actores y víctimas a los propios estudiantes, mediante acciones que son periódicas y que rompen el equilibrio que debe de existir en las relaciones entre iguales, generando o favoreciendo procesos de victimización en quien es sujeto de violencia interpersonal. Los estudiantes pueden, y de hecho así sucede, verse involucrados en problemas de maltrato, dado que asisten a instituciones educativas en donde están juntos estudiantes de diversos contextos sociales, de forma más o menos obligatoria, pero relativamente permanente, durante un periodo aproximado de 7 horas y que se ven obligados por las circunstancias a compartir escenarios, trabajos o simples actividades.
Por ende, se hace necesario valorar y distinguir el problema de la victimización entre iguales de las malas relaciones entre compañeros de clase, aunque ambas tienen algunas características semejantes. Las malas relaciones son un problema más generalizado, que se presenta en todos y cada uno de los grupos de clase como parte del conflicto, entendiendo este como una situación de desafío entre dos o más personas, en las cuales existe un antagonismo motivado por la confrontación de intereses, en pocas palabras puede entenderse como una dificultad para conciliar ideas, representaciones, intereses, valores o formas de ver, de vivir o de entender el mundo. En muchas de las ocasiones el conflicto se acompaña de agresividad, cuando no hay un sistema de mediación.
¿Cómo puede ser detectarlo por los padres? Existen algunas actitudes comunes entre los niños que sufren este tipo de acoso. Se puede detectar en menores cercanos cuando:
- Se aprecie un especial cambio de conducta en el niño/adolescente.
- La víctima no quiere asistir a clase.
- Sufre el síndrome del domingo por la tarde.
- Tiene golpes y moratones injustificados.
- Muestra un alto grado de irritabilidad y nerviosismo.
- Experimenta cambios de carácter.
- Presenta tristeza injustificada.
- No tiene ganas de ver a sus amigos ni de salir de casa.
- Pierde objetos.
- Padece cefalea y dolores abdominales.
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Ruth Mujica es directora de Docente 2.0
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