Los mejores rincones para un fin de semana en el Líbano
Atenas es mi puerto de preparación y salida para el Líbano. La capital griega es una de esas ciudades donde ir de compras se hace más fácil que en otros sitios. Es una de esas capitales donde los comercios se sitúan en calles temáticas. La calle Solonos es una de esas calles, y está reservada para las librerías más importantes de Atenas. Entre ellas se encuentra la librería Travel Bookstore: A diferencia de la mayoría de tiendas de libros de Europa, aquí pueden encontrarse cientos de guías de viaje para Oriente Medio. También de Beirut y el Líbano. Me hago, pues, con una de ellas.
Los mejores restaurantes de la capital libanesa también se encuentran a lo largo de la famosa Corniche. Para entrar en cualquiera de sus restaurantes, aunque sea para el desayuno, hay que deslizarse entre multitud de coches de lujo y obligada es la obtención de una mesa con vistas directas a las rocas del paseo marítimo. ¿Quién dijo que solo los ingleses disfrutaban de legumbres a primera hora? Los libaneses tienen el yogur con garbanzos, anacardos, aceite y verduras como una de sus mayores especialidades, que sin duda otorgan la energía necesaria para lidiar con el calor y el estrés del tráfico.
Antes de salir de Beirut, toca una primera visita a la cadena de librerías más importante del Líbano, la Librairie Antoine, adonde llegan incluso las ediciones de revistas y periódicos franceses. También cuentan con estanterías de libros de español, especialmente aquellos de Pérez Reverte y otros autores con países árabes como tema de fondo. Tengo la suerte de que es sábado, y a la salida de dicha librería, en el zoco de la calle El Moutran, numerosos puestos de jabón y comida muestran la cara más amable del país fenicio. A tiro de piedra está el centro de la ciudad, con sus edificios que recuerdan a países europeos si no fuera porque la mayoría de sus tiendas están cerradas, con soldados que pasean y hacen guardia con uniforme aún de camuflaje.
HACIA BYBLOS, LA CIUDAD MÁS ANTIGUA DEL MUNDO
De vuelta a Beirut, la parada en las espectaculares cuevas de Grotto (para un italiano, el nombre es casi una redundancia) es una obligación. Es difícil describir con palabras la maravilla de este fenómeno geológico que, si bien encantará al viajero desde el primer al último minuto, también le decepcionará profundamente cuando le comuniquen que la cámara queda confiscada a la entrada. Efectivamente, es triste que esté prohibido fotografiar dentro de las que son probablemente las cuevas más grandes e impresionantes del planeta, con sus 'setas' gigantes y sus ríos por los que navegar en barca con el cuidado necesario para no quedarse grogui con el golpe de una estalactita en la cabeza.
Antes de abandonar el país no podían faltar los malentendidos y los comentarios inesperados de amistad. Está el taxista que no habla absolutamente nada de inglés y que te grita 'matar' cuando pide consejo a los peatones, sin saber tú que 'matar' en árabe significa aeropuerto; y está el policía de la aduana, que a la salida y tras un vuelo cancelado te anima con la pregunta de si eres del Sevilla, para luego alegrarse mucho más cuando se da cuenta de que no, que tú eres del equipo de Andalucía. ''Rubén Castro, ven aquí tío'', y te choca la mano en forma de adiós, hasta la próxima.