sábado. 20.04.2024

Ventana o pasillo

"Hoy el mundo está viendo a través de la realidad de una ventana el verdadero reflejo de lo que está pasando en Colombia"

Cuando tengo que viajar por cuestiones de mi trabajo como conferencista, siempre pienso en las cosas que debo llevar en mi maleta, especialmente mis apuntes los cuales valoro mucho, porque son las ideas que voy recopilando en cada viaje que realizo ya sea en tren, barco, autobús o en automóvil, pero uno de los medios de trasporte que más uso especialmente cuando el trayecto del viaje es demasiado largo o tengo que cruzar el Atlántico, es el avión. Me gusta llegar temprano al aeropuerto y ser de los primeros en registrarme para contestar una pregunta que la auxiliar del mostrador de la aerolínea me hace:

- ¿Ventana o pasillo?

- Ventana, por favor. Es siempre mi respuesta.

¡Me gusta la ventana porque hace que mi imaginación vuele a la par con el avión!

Soy de esos escritores de la vieja guardia que todavía usa papel y lápiz para escribir, no hay mejor lugar en un vuelo de más de diez horas que el puesto de la ventana para escribir.

Una ventana es sinónimo de libertad y a través de ella podemos ver el destello de nuestra cruda verdad.

Hoy el mundo está viendo a través de la realidad de una ventana el verdadero reflejo de lo que está pasando en Colombia y mientras trato de concentrarme para lograr escribir esta crónica escucho desde mi puesto de trabajo el ruido de la olla a presión donde mi esposa ha puesto a cocinar un sancocho colombiano (papa, yuca, arracacha, plátano, mazorca, carne, ñame, cerdo, gallina, tomate, cebolla, ajos, etc.,).

LA RECETA DE UN SANCOCHO CALLEJERO

El olor a comida y el ruido de la olla a presión que parece estar a punto de explotar, hacen que me desconcentre y salga a caminar a la calle para respirar un poco de aire y tratar de que me vuelva la inspiración, las bocinas de los carros, el vuelo de los helicópteros militares y los gritos de las marchas empeoran mi concentración y mientras me detengo a observar una de las tantas marchas veo a una mujer que enciende una fogata en medio de la calle y coloca una inmensa olla donde parece cocinar algo, al acercarme y mientras la mujer revuelve con un largo palo el contenido de la olla, le pregunto:

- ¿Cocina usted algo para los marchantes?

Voltea su rostro y con los ojos rojos y llorosos por el humo de un gas lacrimógeno que la policía acaba de lanzar desde una tanqueta para disipar a los marchantes, me dice:

- Estoy preparando un plato muy especial para el gobierno.

Mi inocente asombro me llena de emoción al querer pensar que seguramente algunos de los altos mandos del gobierno vendrán a apaciguar los ya acalorados ánimos de los marchantes y que esta mujer los va a recibir con un suculento plato de comida para convertir la marcha en un verdadero diálogo de paz alrededor de un almuerzo al aire libre, mi curiosidad me vence aún más y me impulso para mirar el contenido de la olla al mismo tiempo que le pregunto:

- ¿Y qué está usted cocinando?

- Estoy preparando un sancocho.

- Qué casualidad, le digo, mi esposa también está preparando un sancocho en casa, al parecer todos comeremos el mismo plato hoy.

La mujer continúa batiendo el contenido de la olla con el largo palo, mientras me explica los ingredientes.

- Este sancocho lleva:

Dos libras de una absurda reforma tributaria, un kilo de reforma a la salud, cuarenta víctimas fatales en dos semanas de protestas, una cucharada sopera de noticias que no dicen la verdad, tres millones seiscientos mil pobres por la pandemia, tres millones más de pobres que pasaron a la pobreza absoluta, novecientos líderes sociales asesinados desde la firma del acuerdo de paz, cientos de miles de desplazados, un país entero con cáscara como uno de los más desiguales del mundo y una rebanada de décadas de un profundo conflicto social.

BALAS DE FUSIL DISPARADAS SIN CONTROL

Mientras escucho a la mujer y su increíble receta, me vienen a mi memoria las palabras de Mahatma Gandhi:

“Cuando me desespero, recuerdo que a lo largo de la historia el camino de la verdad y el amor siempre ha ganado…”

La turba se enardece más y a la marcha se une otro buen número de manifestantes, el gas lacrimógeno combinado con balas de fusil disparadas sin control a quien le caiga hace que mi regreso a casa se acelere, al abrir la puerta, mi esposa me recibe con su dulce voz al decirme:

-¡El sancocho está listo!

Almuerzo a la carrera y me siento una vez más a escribir la crónica mientras observo por la ventana a muchos de los manifestantes bañados en sangre y al poeta y novelista británico Edward Bulwer–Lytton, recordándome su inconfundible frase:

“La pluma es más poderosa que la espada”.

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Farid Lozada es CEO de la Fundación ABBACOL.

Ventana o pasillo
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