viernes. 29.03.2024

Héctor Abad Faciolince o la marca de la sonrisa

"Si usted espera a Héctor Abad Faciolince en un aeropuerto del mundo, podrá identificarlo fácilmente, no por ser uno de los escritores colombianos más reconocidos, ni por su barba blanca que va siendo cada vez menos abundante, sino por un gesto característico, la sonrisa"
Héctor Abad, en el Museo de la Escritura de Chicago. (Patricia Mogollón)

Si usted espera a Héctor Abad Faciolince en un aeropuerto del mundo, podrá identificarlo fácilmente, no por ser uno de los escritores colombianos más reconocidos, ni por su barba blanca que va siendo cada vez menos abundante, sino por un gesto característico, la sonrisa. Puede que venga cansado, adolorido, maldiciendo en su interior por las vicisitudes de un viaje incómodo, pero nada puede variar la marca de la gente buena, una sonrisa automática y natural.

Hace unos días con mi esposa Patricia, tuvimos el placer de recibir y despedir en Chicago al autor del primer clásico del idioma español en el siglo XXI, la novela autobiográfica familiar 'El olvido que Seremos', aunque en esta línea del presente párrafo, quizás la sonrisa se le borre al autor, pues este tipo de declaraciones le parecen exageraciones grandilocuentes de amigos desprovistos de objetividad, pero así lo sentimos sus lectores, lo lamento.

Héctor Abad estuvo en Chicago para algunos compromisos editoriales, especialmente el lanzamiento de la edición en inglés de su novela 'La Oculta' (traducida por Anne McLean como The Farm). Gracias a la editora Jill Schoolman de Archipelago Books y al amigo y cómplice Antonio Martínez, director del Instituto Cervantes, organizamos una presentación en la entrañable sede de la que puede considerarse la casa del idioma español en Chicago.

Acto en el Instituto Cervantes de Chicado con Héctor Abad como protagonista. (Instituto Cervantes)

Como siempre, fue una delicia escuchar a Héctor (casi tanto como leerlo), en una conversación con el profesor y también escritor de origen colombiano Juan Manuel Martínez. Es posible que los espectadores entendieran que, como lo dice el novelista, los colombianos pasan por dos momentos de felicidad indescriptible, cuando compran una finca y cuando la venden.

Para quienes no han leído 'La Oculta', es precisamente la historia de una finca familiar, desde tres miradas diferentes, una propiedad no tan imaginaria ubicada en inmediaciones de Jericó, maravilloso y colorido pueblo de Antioquia. Para los amigos extranjeros, hay que decir que dentro de las triquiñuelas de nuestra realidad nacional, antioqueño o paisa, resulta una denominación que trasciende lo local o regional, es motivo de identidad tanto o mayor que decir colombiano.

Uno de los momentos más emocionantes del evento en el Instituto Cervantes, que no puedo dejar de mencionar, fue cuando la profesora estadounidense Kristine L. Muñoz, quien vino desde la Universidad de Iowa, a varias horas de viaje por carretera, expresó que se había cumplido uno de los sueños de su vida, pues ella lleva años enseñando español a sus alumnos, tomando como referencia los libros del escritor nacido en Medellín.

A Héctor Abad le gusta descubrir las ciudades a las que llega por vez primera, como fue el caso de Chicago, le gusta tomar fotos en su celular de edificios emblemáticos y enviárselas a su hijo arquitecto, o de posibles locaciones fílmicas para su hija cineasta. Pero recorre las calles, como debe ser, como lo hace un niño, sorprendiéndose gratamente o no, con las novedades agradables y agridulces que cada esquina nos depara.

Héctor Abad Faciolince observa el paisaje urbano de Chicago. (Patricia Mogollón)De la misma forma, puede sentarse en una mesa del 'American Writers Museum' de Chicago y dejar un cuento iniciado en alguna de las máquinas de escribir que se han habilitado allí para quienes deseen plasmar cualquier ocurrencia. Un relato imaginario que posiblemente algún joven aspirante a escritor habrá continuado o no. Una bonita imagen captada por mi esposa, Patricia Mogollón, que aparece arriba de este texto.

Con Héctor nos escribimos desde hace años, en ese género actual que podría llamarse epistolar digital, es decir por correo electrónico, el cual suele ser breve y conciso, pero que, en medio de la economía de palabras, puede ser tan afable como el de las cartas escritas a mano. Al querido novelista le gusta caminar, aunque quizás no los doce kilómetros y medio a los que Patricia le retó en la ciudad de los hombros grandes. Menos mal, Héctor Abad siempre está dispuesto a un buen dulce que le siga alimentando la sonrisa eterna.

Algunos colegas de Héctor Abad Faciolince le deben envidiar que tenga tiempo para tantas cosas, como escribir puntualmente su columna semanal, que los lectores de El Espectador, siempre disfrutamos. Pero así mismo, que pueda recorrer sitios inexplorados, que pueda atender a lectores y cófrades, así como a críticos y detractores, casi con la misma amabilidad, que pueda recibir a periodistas y todo ello, sin alterar su disciplina como escritor de novelas categóricas y manuales indescriptibles.

Que tenga tiempo para la sonrisa, eso lo agradecemos sus amigos.

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter a ratos trina como @dixonmedellin

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