Helmut Ernesto Bellingrodt Wolff nació en 1949 en Curramba la bella, como se le dice a Barranquilla, hijo de alemana y colombiano, quien también tenía ascendencia germana, es arquitecto de profesión de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla. Desde muy joven, Helmut se aficionó al deporte del tiro, con pistola y carabina, comenzando a destacarse en los campeonatos nacionales y en 1966 ya era subcampeón nacional, en la modalidad Blanco Móvil 50 metros, conocida como tiro al jabalí, el campeón era su hermano Hans Peter, otro destacado deportista quien lamentablemente murió hace unos meses, DEP.
Helmut Bellingrodt participó en el mundial de Phoenix en los Estados Unidos, en el que estuvo dentro de los diez primeros, luego llegaría su cita con la historia, en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. El 1 de septiembre de 1972, Bellingrodt alcanzó la medalla de plata olímpica para Colombia, la primera en nuestra historia deportiva, el oro fue para el soviético Yakov Zhelezniak, revalidando la versión colombiana del significado de la sigla CCCP de la federación soviética, que hizo historia por el empate en el mundial de fútbol de Chile 62, en este caso Con el Colombiano Casi Pierdo. Aquellos juegos de Múnich resultaron inolvidables para Colombia, por la medalla de plata de Bellingrodt y dos bronces, conseguidos por los boxeadores Alfonso Pérez y Clemente Rojas.
El logro de Bellingrodt, fue narrado en vivo por el legendario periodista deportivo Edgar Perea, llamado el negro de oro, otro símbolo barranquillero (aunque nacido en el Chocó) quien pudo contactar a Helmut con su familia por teléfono, en una simbiosis jubilosa entre el rubio y el afrocolombiano. De hecho, fue tal la emoción del momento, que Perea fue expulsado del recinto, por lanzar un grito que retumbó en el coliseo, “Viva Colombia, ¡tenemos medalla!”. Algo que muchos no saben, es que en el momento de ganar la medalla olímpica, directivos alemanes, le ofrecieron la nacionalidad alemana, además de prebendas económicas, si competía por Alemania, pero él rechazó la oferta de manera tajante, diciéndoles que él era colombiano hasta la muerte, según lo ha relatado el cronista Francisco Figueroa.

El recibimiento de Helmut Bellingrodt en Barranquilla fue indescriptible, una explosión de alegría que se repetiría dos años más tarde, cuando logró el campeonato mundial de tiro en Thun, Suiza. Pero no serían las únicas satisfacciones, que el barranquillero le daría a Colombia, pues en 1984, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, volvería a obtener la medalla de plata. Durante mucho tiempo, Bellingrodt se mantendría como el símbolo del deporte colombiano en los olímpicos.
Gracias a su excelencia deportiva y su condición profesional, Helmut Bellingrodt ha desempeñado diversos cargos públicos, asociados al deporte, e incluso en dos oportunidades fue nombrado en el servicio exterior colombiano, siendo cónsul de Colombia en República Dominicana (1986 – 1988) y Aruba (1999 – 2003), en esta segunda designación coincidimos en el tiempo, pues mi primer destino diplomático en Venezuela fue desde finales de 1997 a comienzos del 2000, pero no tengo el honor de conocerlo.
Suelo criticar los nombramientos diplomáticos de ocasión, por parte de los gobernantes de personas sin experiencia ni conocimientos en diplomacia y sólo como un premio por su desempeño en otros campos, como la literatura, las artes o el deporte, en lugar de crear otro tipo de incentivos a quienes lo reciben, por sus méritos personales. Sin embargo, en este caso particular, no lo haré, primero porque la carrera diplomática en ese momento apenas despegaba de manera profesional, pero además Helmut Bellingrodt es un referente nacional, uno de mis ídolos de juventud y con semejante puntería, puede resultar peligroso para la salud.
Espero que este último comentario, le haga gracia a Bellingrodt, quien como buen barranquillero es alegre y festivo por naturaleza. Larga vida a nuestro olímpico eterno.
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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/ En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.