Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, aunque 'El Quijote' y 'El Padrino', en literatura y cine, son dos señores que lo desmienten plenamente y ojalá pasara lo mismo con esta columna. Para los lectores fieles, el nombre de Iván Argote ya no es desconocido, para quienes no lo identifiquen, aquí pueden leer la columna dedicada al artista colombiano de renombre internacional.ç
Pues bien, mientras se publicaba la columna, al mismo tiempo Iván Argote instalaba otro monumento efímero en Bogotá, el cual ya ha dado múltiples interpretaciones, entre las cuales me incluyo, lo que podría tornarse en divertida anécdota. La obra se llama 'Dándole peso a unos besos', y como se observa en las imágenes es una roca gigante cubierta de miles de besos, que participa en la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25, evento artístico que revoluciona por estos días a la capital colombiana.
Tengo una rutina diaria establecida, todos los días muy temprano, voy caminando a mi oficina, en el Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería y cruzo al lado de la plazoleta del Rosario, uno de los centros neurálgicos de Bogotá, que justamente está al frente de la sede originaria de la Universidad del Rosario, el centro de estudios superiores más antiguo del país, bello recinto colonial que tiene entre otras joyas la capilla de la Bordadita, en donde hace casi 25 años me casé con Patricia, pero esa es otra historia.

En la plazoleta del Rosario, estuvo durante muchos años una escultura en honor del fundador de Bogotá, don Gonzalo Jiménez de Quesada, un conquistador diferente porque no era guerrero, se trataba de un abogado y escritor, lo cual posiblemente signó el carácter de los habitantes de una ciudad en donde hay muchos abogados y escritores, o aspirantes a serlo. Durante las manifestaciones de hace unos años, reivindicando los valores indígenas, el monumento de Don Gonzalo fue quitado y su base se mantuvo intacta, hasta hace pocos días cuando fue instalada una roca gigante.
Mientras hacían los trabajos de instalación de la gigantesca roca, cada día yo iba elaborando mi teoría sobre la misma. La plazoleta del Rosario y sus inmediaciones es conocida desde hace décadas, por ser el sitio informal de comercio de esmeralderos. Allí se reúnen cientos de compradores y vendedores de esmeraldas. Por lo mismo, asumí que los comerciantes habían financiado un monumento que hiciera honor a su actividad y a la piedra preciosa que identifica a Colombia, una gigantesca esmeralda, por lo cual en el futuro, los turistas extranjeros llegarían a conocer la Plaza Esmeralda o posiblemente la 'Emerald Square', en nuestra tradición actual de bautizar las cosas en inglés.
Pues bien, o mejor dicho, pues mal, para aquella interpretación, de ninguna manera correspondía a la verdad, pero descubrí que no es la única teoría equivocada. Lo interesante es que cuando ya con Patricia supimos que la obra hacía parte de la Bienal de arte, mientras caminábamos hacia ella, un par de señores que venían haciendo el mismo trayecto, hablaban sobre el monumento. Uno de ellos afirmó con voz alta y tono grave, que se trataba de un meteorito que había caído en Colombia, mientras el otro asentaba con la cabeza, dando por cierta la hipótesis de su amigo.
La verdad es que efectivamente se trata de una roca venida del espacio, pero del espacio interior de un artista, que no deja de sorprendernos. Para los lectores bogotanos o quienes se encuentren en mi ciudad en esta temporada, en el sitio de la obra de Iván Argote en la plazoleta del Rosario, el viernes 7 de noviembre de 4:00 a 7:00 pm, se realizará un 'besatón', como forma de reivindicar el amor y rechazar la violencia.
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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/ En lo que sigue llamando Twitter lo encuentran como @dixonmedellin y explora el cielo azul en Bluesky como @dixonacostamed.bsky.social.