viernes. 26.04.2024

Que Jaume Flaquer sea islamólogo no tiene nada de particular. Todo cambia si añadimos un dato: es sacerdote jesuita. Es decir: uno de los escasísimos, si no el único cura católico experto en islam que hay en España. Su interés por la religión del profeta Mahoma le sobrevino casi de carambola. Con apenas 22 años, y ya ordenado sacerdote, quiso conocer en primera línea la cruda experiencia de los desposeídos. ¿Y dónde están los desposeídos hoy día? En las inhumanas condiciones de trabajo de los jornaleros inmigrantes del Maresme. Y allí se fue. A bordo de una bicicleta, se desplazaba cada día para trabajar de sol a sol a cambio de un miserable jornal recogiendo patatas, tomates y lo que hiciera falta. “El primer día no podía sentarme en el sofá. Tenía la espalda hecha polvo”, dice sentado en un autobús camino de Sharjah. 

A través de esa dura experiencia laboral, se coló el paulatino interés por el islam. La mayoría de sus compañeros de invernadero eran inmigrantes magrebíes y subsaharianos, casi todos de credo musulmán. Luego vino la curiosidad intelectual. El deseo de bucear en una religión monoteísta hermana, hija también del tronco común de la tradición abrahámica. Se matriculó en un máster sobre estudios islámicos en la Sorbona de París y eligió para su tesis doctoral el estudio de la figura del gran místico sufí Ibn Arabi. Profundizó en el conocimiento de la lengua árabe y ha residido por largos periodos de tiempo en Egipto, Marruecos y Argelia, y ha visitado Túnez, Líbano, Siria, Turquía e Indonesia. “He leído los Evangelios en árabe tres veces”, revela, lo que ilustra su avanzado nivel de comprensión lingüística.  

Hoy es profesor de Teología de la Universidad Loyola en Granada y miembro de la Cátedra Andaluza para el Diálogo de las Religiones. Desde el sábado pasado se encuentra en Abu Dhabi como integrante de una delegación española que participa en la II Edición del Programa de Intercambio Científico y Cultural entre España y Emiratos, organizada por la Fundación para la Cultura Islámica y la Tolerancia Religiosa

¿Qué busca un jesuita como usted en el estudio del islam?

Yo mi vida la dedico al tema de Dios como algo absolutamente existencial. Vivo una pasión por Dios. Y si soy jesuita es porque sentía que Dios me pedía un compromiso absoluto.

¿Y es para usted un desafío intelectual o ético y humano?

Es algo vital. Por eso, para mí, es necesario fundamentarlo intelectualmente. Y todo el mundo que tenga algo que decir sobre Dios me interesa.

¿Qué ha encontrado en el islam?

Una religión que le da al fiel una experiencia totalizante, que confluye hacia un mundo único que es la unicidad de Dios. Eso que representa espacialmente, que es toda la comunidad religiosa del mundo rezando en la misma dirección y confluyendo en la Kaaba, al igual que los ángeles giran alrededor del trono de Dios.

Y eso lo ve como un elemento positivo.

Como mínimo como un elemento fascinante del islam, que hace confluir toda la vida espiritual y política. Y tiene ahí sus propios peligros.

¿Le gustaría como sacerdote que el cristianismo tuviera esa característica?

Cada religión funciona con un paradigma propio. Es importante estar a la escucha de otras religiones, pero no creo que sea positivo o deseable buscar un sincretismo entre todas. 

Las religiones son sincréticas en sí mismas. Toman de culturas diferentes su propio corpus dogmático.

Es cierto que cada religión, cuando está en su momento inicial y se va fraguando, se deja influenciar por la cultura en la que está naciendo, pero cada una tiene una experiencia originaria de Dios y del ser humano, que fragua una antropología a partir de la cual se estructura. El islam tiene como experiencia fundante esa centralidad de Dios, que tiene como riesgo la cuestión de la autonomía del ser humano y su libertad. Esa es la experiencia originaria del islam. 

Lo que sí tenemos que aprender es la posibilidad de un cambio tan radical de sociedad en tan poco tiempo sin crear un pánico identitario que provoque un repliegue y un rechazo al otro

Acaba usted de llegar a Emiratos en el marco de un programa de intercambio científico y cultural con España. ¿Qué tenemos que aprender de este país?

La capacidad de crear una sociedad estable con un 80% de inmigración. 

Para usted, ¿es un modelo de integración?

Los modelos son difícilmente extrapolables a otros contextos. Lo que sí tenemos que aprender es la posibilidad de un cambio tan radical de sociedad en tan poco tiempo sin crear un pánico identitario que provoque un repliegue y un rechazo al otro. 

Ha participado también en el Foro por la Paz, bajo el epígrafe de “Ciudadanía inclusiva”. ¿Qué significa para usted?

La ciudadanía, en el sentido moderno, es un término que se opone al súbdito, que es aquel que está debajo de alguien que le domina. La ciudadanía supone un modelo político en el que todo el mundo participa, que tiene los mismos deberes y derechos, y es corresponsable del futuro del país. Implica, por tanto, alguna forma de democracia.

¿Implica también una autodeterminación personal y la construcción de un marco propio de pensamiento?

Cuando hablamos de una sociedad donde todo el mundo es corresponsable con el futuro del país supone una dignidad y una capacidad de opinar y decidir.

¿Por qué tenemos que tender puentes entre las culturas?

Primeramente para sobrevivir como sociedad. El ser humano es un ser social que necesita a los demás y vive gracias a los demás. Los puentes son una necesidad de supervivencia. No podemos entender las sociedades modernas sino como sociedades plurales. No puede haber armonía social si los diversos proyectos sociales no entran en diálogo para crear una sociedad común. 

Si tenemos que tender puentes, eso presupone que estamos en orillas distintas.

Es cierto que el ser humano cuando se intenta definir a sí mismo define sus límites y, a veces, se define en contraposición a otros. Crea muros identitarios. A veces, se define en forma negativa: yo no soy aquel otro. 

El ser humano es capaz de crear guerras, divisiones, conflictos. Dentro del mundo religioso puede ser Dios, pero fuera puede ser la nación, la lengua e incluso otros diosecillos como el fútbol

El músico Nacho Cano compuso hace muchos años un disco con este título: “Un mundo dividido por el mismo Dios”. ¿Dio en la diana?

Me resulta muy sugerente el título porque es paradójico. El mismo Dios nos puede dividir. Da en la diana, ciertamente, pero nos dividen muchas otras cosas: nuestra concepción del ser humano, la antropología, la política o el modo de entender la sociedad. No necesariamente Dios nos divide en sí mismo, sino lo que suponen las diversas maneras de concebir la vida. Incluso un mundo ateo no nos llevaría a la unidad. No está más unido que el mundo creyente. El ser humano es capaz de crear guerras, divisiones, conflictos. Dentro del mundo religioso puede ser Dios, pero fuera puede ser la nación, la lengua e incluso otros diosecillos como el fútbol. Somos capaces de matar por cualquier cosa que consideremos absoluta. 

¿Por qué dos religiones monoteístas casi gemelas están tan cerca pero tan lejos?

Porque los que están cerca discuten. A veces, es más fácil establecer relaciones con el lejano porque no lo vemos competidor ni amenazante.

¿Y cuál cree que es el frente de confrontación entre estos dos monoteísmos?

Probablemente una competencia por el mismo espacio. Son dos religiones universalistas y, por tanto, compiten por el mundo.

Forma usted parte de la Cátedra Andaluza para el Diálogo de las Religiones. ¿Queda mucho por hacer?

El horizonte es infinito y siempre va a quedar mucho por hacer. En España, tenemos una tarea de repensar juntos el pasado para reinterpretarlo. Rehacer una historia común para poder proyectar el futuro conjuntamente. Uno de los problemas es que nos cuesta pensar el futuro porque tenemos tareas pendientes con el pasado.

¿Qué tareas?

Construir una historia común del pasado. Hay una historia que construye una cierta España, unos ciertos cristianos y unos ciertos musulmanes. Como si el pasado de España no fuera uno. Como si hubiéramos vivido en Españas diferentes.

¿Qué responsabilidad tiene la Iglesia católica de esa lectura excluyente del pasado?

La Iglesia católica es uno de los actores del pasado y le corresponde releerlo. En el año 2000 hizo algo importante: declaró públicamente una petición de perdón por muchas de sus actuaciones de los cristianos en el pasado. Tanto en las épocas coloniales como en las cruzadas. Ahí quiso presentar públicamente una relectura diferente.

En España tenemos una tarea de repensar juntos el pasado para reinterpretarlo. Rehacer una historia común para poder proyectar el futuro conjuntamente

La construcción de la identidad española ha partido de la amputación de una parte de su población como, por ejemplo, judíos y musulmanes.

Tenemos que desmontar y reinterpretar los mitos de la Reconquista y de Al Andalus. Ni un periodo ni el otro pueden ser inspiradores. No nos toca volver a ese pasado porque no son ideales para el futuro. Tenemos que construirlo de manera diferente. Nos pacificaría mucho si musulmanes y cristianos pudiésemos revisitar la historia y conseguir una misma interpretación. Después de la II Guerra Mundial, Francia y Alemania consiguieron un mismo texto común en la escuela sobre lo que sucedió. Nosotros no lo hemos conseguido con respecto a nuestro pasado de Al Andalus.

Pero en España, los judíos y los musulmanes fueron expulsados. Quienes han construido la identidad histórica de España han sido los cristianos. Y ha sido una historia fundamentada en la victoria del cristianismo sobre el islam. 

Sí, pero mientras no lo repensemos todos juntos continuarán fluyendo siempre los miedos del pasado.

Hay un resurgir de la concepción nacionalcatólica de España y una recuperación de los mitos de la Reconquista. Vox arrancó su campaña electoral en Covadonga. ¿Cree que la posición que usted defiende sobre la diversidad de la identidad española es minoritaria dentro del espacio católico?

No lo creo. Lo que pasa es que los que hacen más ruido son los que tienen posiciones más extremas. No digo que sea minoritario el miedo al otro musulmán, pero gran parte de la Iglesia actual ha asumido que estamos ya en una cultura plural y que no es ni siquiera deseable volver atrás. 

¿La historia de España se ha construido frente al islam?

Es uno de los elementos, pero no el único, en absoluto. Ha habido otros momentos de la historia de España de los últimos siglos que ya no tienen que ver con el islam, sino con la presencia en América Latina o Filipinas. Y su pérdida generó una depresión española, donde el componente de la Reconquista ya no está presente. Ha habido una identidad española de los últimos siglos donde al islam se le daba ya por descontado. Ahora con la inmigración vuelven a aflorar miedos del pasado.

¿Es optimista de cara a la compresión de la diversidad?

Soy esperanzado, no optimista. Dicho de otro modo: prefiero vivir desde la esperanza, no desde el optimismo.

Jaume Flaquer, sacerdote jesuita: “El puente entre culturas es una necesidad de...
Comentarios