jueves. 25.04.2024

En un histórico viaje de singular trascendencia simbólica, el Papa Francisco visitó hace exactamente tres semanas a las comunidades cristianas del norte de Irak. El gesto puso sobre el foco a una de las minorías religiosas más castigadas de Oriente Medio en estas dos décadas de convulsiones violentas, que se han tragado gobiernos, pulverizado estados y causado éxodos sin precedentes en la región.

Pero, ¿cuántos cristianos han tenido que abandonar sus casas? Es imposible saberlo con precisión. No hay datos fiables. Solo aproximaciones. Para empezar, la situación de las minorías religiosas, particularmente los cristianos, varía sustancialmente de una zona a otra de Oriente Medio. Y hay un dato que enmarca la cuestión: hace un siglo, la comunidad cristiana representaba el 20% de la población. Hoy, apenas el 4%. La cifra, facilitada por el analista Daniel Rosselló en un informe publicado por El Orden Mundial en 2019, refleja una realidad altamente preocupante.

Los conflictos armados de Irak y Siria, principalmente, y el surgimiento de una red de grupos radicales islamistas no habrían hecho sino acentuar un proceso de decrecimiento demográfico que se originó hace ya unas cuantas décadas. Las cifras de Irak y Siria son, desde luego, demoledoras. Antes de la invasión estadounidense de 2003, la comunidad cristiana en la antigua Mesopotamia ascendía a 1,5 millones de personas y representaba el 10% de la población, conforme a la información suministrada por el informe de Rosselló. Ocho años después, en 2011, solo quedaban 490.000 cristianos en Irak. Y en 2017 esa cifra se desplomó nuevamente hasta los 250.000. Solo en la ofensiva del ISIS, que conquistó Mosul en 2014, más de 100.000 cristianos se vieron obligados a abandonar sus hogares. Muchos jamás regresaron.

Solo en la ofensiva del ISIS, que conquistó Mosul en 2014, más de 100.000 cristianos se vieron obligados a abandonar sus hogares

La realidad de Siria no se aleja demasiado del sombrío panorama iraquí. Antes del estallido de la guerra civil, que dura ya diez años, la población cristiana suponía el 10% del país. Unos 2,5 millones. Desde entonces han abandonado sus hogares casi 900.000 cristianos. Los datos son verificados por el profesor Alberto Priego, experto en Relaciones Internacionales por la Universidad Pontificia de Comillas. Apenas corrige al alza la tasa de cristianos sirios y la eleva hasta el 15%. El especialista confirma el enorme éxodo de refugiados registrado en los últimos años. “En Mosul había un millón de cristianos. Era el centro de la cristiandad en Oriente Medio. Y en 2014, con la conquista de ISIS, muchos se vieron obligados a salir”, detalla. En realidad, el califato islámico no los expulsaba de forma expresa. Pero les imponían elevados impuestos que, en la práctica, les hacía inviable su permanencia en la región. “No ocurría lo mismo con los yazidíes. A ellos no les daban opción. O se marchaban o su vida peligraba”. Para los islamistas del ISIS, los yazidíes no formaban parte de la “gente del Libro” protegida por el Corán y eran considerados herejes.

La relativamente confortable situación de las comunidades cristianas en Irak y Siria antes de los conflictos armados venía derivada del respeto que el régimen baazista, nominalmente laico, ofrecía a las minorías religiosas de ambos países. De hecho, Tarek Aziz, el ex ministro de Asuntos Exteriores iraquí que representó al Gobierno de Sadam Hussein durante la primera Guerra del Golfo de 1991, pertenecía a la comunidad cristiana caldea. El desplome de ambos regímenes permitió la infiltración de grupos radicales islámicos, que consolidaron su posición en amplias zonas de Irak y Siria, y establecieron un régimen de terror con consecuencias particularmente graves para algunas minorías no musulmanas.

En Siria, el miedo al auge del islamismo violento empujó a muchos cristianos a abrazar al régimen de Bashar al Assad, según refleja Georges Fahmi en un estudio realizado en 2018 sobre más de 20 entrevistas a miembros de la comunidad religiosa en Damasco, Alepo, Homs, Lakatia y Al Qamishli. Especialmente proclives al Gobierno baazista se mostraron tanto los jerarcas como los empresarios cristianos, con quienes ya mantenían una fluida relación antes de la primavera árabe. La mayoría, en opinión de Fahmi, se mantuvo en una posición de neutralidad, sin comprometerse con ninguna de las facciones en liza.

Según los datos que  aporta, recabados de la Red Siria de Derechos Humanos, 63 iglesias fueron atacadas entre 2011 y 2015, 40 de ellas a manos de fuerzas del régimen de Damasco. En las zonas controladas por el ISIS, la situación de las minorías no musulmanas se deterioró gravemente. Los radicales aplicaron un sistema impositivo diferenciado para los cristianos. Pero no solo. Se les prohibió exhibir símbolos religiosos en público, hacer sonar las campanas, rezar en espacios comunes, portar armas y restaurar iglesias. También se registraron ataques contra aldeas cristianas y secuestros de poblaciones enteras a cambio de desembolsos económicos. En algunas poblaciones, como Deir Al Zour y Raqqa, la comunidad cristiana ha desaparecido. En otras, como Alepo, Hama y Homs, su descenso ha sido drástico. El informe de Georges Fahmi, sin embargo, subraya que, por lo general, la masiva violación de derechos humanos en Siria no está vinculada a razones étnicas o religiosas, sino políticas.

Hace un siglo la población cristiana en Oriente Medio era de 70 millones, hoy es cinco veces menor

Diversas fuentes cifran en poco más de 15 millones de personas la población cristiana en Oriente Medio. Hace un siglo, esa minoría religiosa suponía cinco veces más que hoy. El profesor Alberto Priego juzga creíble ese dato. El imperio otomano mantenía un régimen de abierta tolerancia con confesiones minoritarias, lo que permitió una sociedad marcadamente multicultural. “Las distintas religiones tenían sus propios tribunales de justicia, gracias al sistema ‘millet’”, señala el experto en Relaciones Internacionales. “La descomposición del imperio provocó una homogeneización de la población. La tolerancia religiosa no se mantuvo y se registraron movimientos migratorios importantes”, asegura.

La comunidad cristiana más numerosa reside en Egipto. Unos 10 millones de  coptos, que suman el 10% de la población, viven desde hace siglos en el país del Nilo en situación de relativa seguridad. Legalmente mantienen igualdad de derechos, aunque sus opciones de escala social en puestos de la administración del Estado son inferiores. En la década de los noventa, sufrieron una cadena de ataques sectarios por parte del grupo extremista Gamáa Islamiya. Su situación volvió a degradarse tras la revolución de Tahrir de 2011, sobre todo por la acción hostil de “grupos salafistas incontrolados”, según explica Priego. Pero también por las leyes restrictivas promulgadas por el dictador Al Sisi contra las confesiones no musulmanas.

Líbano, por su parte, es el país árabe con un mayor número relativo de cristianos. El 39% de la población pertenece a esa confesión religiosa. Institucionalmente no sufren ningún tipo de discriminación. De hecho, participan constitucionalmente en su ordenamiento legislativo y político en virtud de un sistema de equilibrios vigente desde el final de la guerra civil (1975-1990). Aunque, según subraya el profesor de Comillas, sufren el hostigamiento de algunos grupos radicales.

Informes cifran en un millón la población de cristianos en Emiratos Árabes Unidos, 800.000 en Kuwait, 200.000 en Omán y 100.000 en Bahrein

En los países del Golfo también reside una importante comunidad de cristianos, la mayor parte de ellos expatriados de otros estados por motivos laborales. El informe de Rosselló cifra en un millón su población en Emiratos Árabes Unidos, 800.000 en Kuwait, 200.000 en Omán y 100.000 en Bahrein. En general, su situación es de normal integración en todos ellos. En Arabia Saudí, en cambio, el proselitismo y la exhibición pública de una religión no islámica están severamente restringidos.

La comunidad cristiana en los territorios ocupados palestinos también está sometida a un fenómeno de éxodo paulatino provocado principalmente por la política de hostigamiento israelí contra la población no judía. Cientos de cristianos han abandonado sus hogares en enclaves históricos palestinos. Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales e Historia Global de la Universidad Complutense de Madrid, es un reconocido investigador de la cuestión palestina. “Los cristianos han tenido un destacado papel en el movimiento nacional palestino”, sostiene. Dirigentes históricos como George Habash o Hanan Ashraui han formado parte en igualdad de condiciones del núcleo político palestino. “Desde las elecciones del 96 hay incluso una cuota para diputados cristianos en el Parlamento”, recuerda Barreñada. En la guerra de 1948, los palestinos cristianos fueran expulsados de sus pueblos por los israelíes exactamente igual que los musulmanes, puntualiza el experto. En el interior de Israel, su situación es idéntica a la de los palestinos musulmanes. “Aunque los israelíes juegan a la división entre ambas comunidades”, aduce Barreñada. Según señala, los palestinos israelíes, tanto cristianos como musulmanes, sufren diversos tipos de discriminación social y jurídica, tal como recoge una de las asociaciones de defensa de derechos civiles más activas de Israel en su web.

A juicio del profesor Alberto Priego, Israel y Jordania son los dos países de Oriente Medio donde la comunidad cristiana goza de una situación más favorable. En Israel hay unos 180.000 cristianos, el 80% de los cuales son árabes. En Jordania la cifra alcanza los 250.000.

La comunidad cristiana cae a su peor registro demográfico en Oriente Medio
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