jueves. 28.03.2024

¡Gracias Chicago!

"Hoy quiero aprovechar para despedirme de una ciudad a la que he aprendido a querer como si fuera mi Bogotá natal, porque aquí he tenido una grata experiencia personal y profesional"
Patricia Mogollón, esposa del autor de este texto, en Chicago.
Patricia Mogollón, esposa del autor de este texto, en Chicago.

Hay textos que se escriben con la tinta de la nostalgia anticipada, y este es buen ejemplo de ello. Por ello, pido excusas a la familia de El Correo del Golfo y a los lectores habituales de esta columna, para escribir sobre un tema tan personal.

Los diplomáticos somos gente extraña, de costumbres diferentes a las personas normales, por ejemplo, tenemos el mal hábito de irnos de un sitio cuando lo hemos aprendido a querer. Porque si bien es cierto, que los diplomáticos, al menos los de carrera, sabemos que no tenemos derecho a echar raíces en el país de acogida, no podemos eliminar los sentimientos de amistad y cariño, cuando la experiencia profesional y personal, ha sido tan grata, un aprendizaje permanente.

Durante los últimos años, he aprendido que Chicago era un inmenso campo de cebollas y de ahí viene su nombre indígena, aunque luego fuera conocida por su negocio de carne. Ciudad cuna de la arquitectura de Estados Unidos luego que un gran incendio en 1871 la destruyera, que los dos rascacielos más emblemáticos (John Hancock Center y la Willis Tower -antigua Sears), fueron diseñados por un arquitecto nacido en Colombia (Bruce Graham). La urbe en la cual algunos ingeniosos lograron cambiar el curso del río por su contaminación, el mismo río que se viste de verde como todos los irlandeses para celebrar a San Patricio, con uno de los mejores museos de arte del mundo y menos promocionados, el Art Institute. Ciudad de inmigrantes por excelencia, fundada por un haitiano, con la comunidad polaca más grande de su país en el exterior, cuya tercera parte es de origen mexicano, por lo cual, el español termina siendo su segundo idioma

Aprendí que no es la ciudad de los vientos (windy city), por el fenómeno climático que siempre está tan presente, sino porque un periodista neoyorquino a comienzos del siglo XX, decía que la gente de Chicago era “windy” una acepción del inglés sobre personas que hablan de sí mismas o de sus querencias con demasiado orgullo y ostentación, mejor dicho, algo prepotentes. Esto se dio en el momento en que Chicago realizó la célebre Exposición Mundial Colombina en 1893, feria internacional en honor de Cristóbal Colón, al celebrar los 400 años de la llegada del navegante al Nuevo Mundo, cuando los chicagüenses decían que su ciudad era la más importante en Estados Unidos. Hoy muchos extranjeros, cuando la conocen, dicen que Chicago es como Nueva York pero con buena gente, o como dice el gobernador de Illinois, J B Pritzker, la gente de mejor carácter en invierno, afirmación que suscribo. En cierta forma, también soy windy

"En la pandemia atendimos a más de 800 colombianos que habían quedado atrapados sin poder regresar a nuestro país"

Hoy quiero aprovechar para despedirme de una ciudad a la que he aprendido a querer, como si fuera mi Bogotá natal, porque aquí he tenido una grata experiencia personal y profesional, con la fortuna de trabajar con personas maravillosas, eficientes y comprometidas, así como el privilegio de servirle a la comunidad colombiana en una amplia región de Estados Unidos, el llamado Medio Oeste, un área de dos millones de kilómetros cuadrados que equivale a dos veces el tamaño de Colombia. Agradezco al Ministerio de Relaciones Exteriores y al Gobierno nacional por haber depositado su confianza en mis limitadas capacidades, espero no haber sido inferior al compromiso.

En lo profesional ha sido una experiencia intensa, especialmente durante la pandemia, en la cual atendimos a más de 800 colombianos que habían quedado atrapados, sin poder regresar a nuestro país, y en el último año afrontando una crisis migratoria de compatriotas indocumentados, situación sin precedentes para un consulado pequeño en número de funcionarios, la cual intentamos afrontar de la mejor manera, pero me complace dejar la oficina en mejores condiciones logísticas, con una remodelación de instalaciones que incluye una ventanilla extra de atención al público.

De igual manera, con equipos renovados, como los portátiles para los consulados móviles, la estación integral de servicios para los trámites de identificación de la Registraduría, pagos con datáfonos y algunos hitos como haber realizado la feria de servicios con entidades públicas y privadas que vinieron desde Colombia, en un evento que se hizo por primera vez fuera de ciudades como Nueva York, Madrid o Miami y con un presupuesto tres veces menor al habitual, o realizar múltiples actividades culturales, sin tener dinero para ello, como haber presentado al escritor Héctor Abad Faciolince

En nuestra programación cultural, debo resaltar las alianzas establecidas con el Instituto Cervantes, Field Museum, la UNAM y otras universidades, el Chicago International Film Festival o el International Latino Cultural Center, queridas instituciones culturales de Chicago. De igual manera, resaltar la cooperación con la Embajada de Colombia en Washington, pues tuve el honor de recibir a todos los embajadores colombianos, incluyendo al actual, Dr. Luis Gilberto Murillo, a quien deseo todos los éxitos y quien tiene claro los retos consulares en Estados Unidos. Capítulo aparte merece el Cuerpo Consular acreditado en Chicago y especialmente los amigos y colegas de ACIC, Asociación Consular Iberoamericana en Chicago de la cual fui su Vicepresidente.

"Mi amor por Chicago tiene un motivo especial, porque en esta ciudad volvió a nacer mi esposa Patricia, una extraordinaria mujer a la que admiro y amo con todas mis fuerzas"

No puedo olvidar a las entidades públicas y privadas que nos colaboraron, como la oficina del Gobernador de Illinois, la Alcaldía, la Procuraduría General del Estado, la Tesorería del Condado Cook, World Business Chicago, City Colleges (Truman College), Chicago Sister Cities (Bogotá es la única ciudad en Suramérica que es ciudad hermana de Chicago), Chicago Public Schools o alianzas especiales como el Chicago Latinx Covid Task Force. En lo deportivo, con iniciativas como las delegaciones de jóvenes estudiantes del programa Diplomacia Deportiva de nuestra Cancillería o la Selección Colombia de Chicago, que fue tercera en un torneo internacional, no puedo olvidar a los equipos profesionales de la ciudad, en basquetbol los Chicago Bulls, en béisbol a los Cubs y White Sox y en fútbol al Chicago Fire.

De igual manera, mis mejores pensamientos para las Asociaciones de colombianos y voluntarios en todo el Medio Oeste, que nos apoyaron tanto, especialmente en los consulados móviles y actividades especiales. Desearles lo mejor, su consolidación e integración y seguirles solicitando su invaluable colaboración con el consulado hacia futuro. Para no dejar a nadie por fuera, a todas las entidades y personas que nos apoyaron, nuestro reconocimiento y cariño. 

Pero en lo personal, mi amor por Chicago, tiene un motivo especial, porque en esta ciudad volvió a nacer mi esposa Patricia, una extraordinaria mujer, a la que admiro y amo con todas mis fuerzas. En medio de la pandemia del Covid-19, a Patricia le fue diagnosticado un cáncer avanzado de útero y ovario, afortunadamente tuvimos la bendición de encontrar un grupo médico excepcional en Northwestern Memorial Hospital, no sólo profesional, sino humano en su calidez y comprensión que le salvó la vida a mi esposa. El tratamiento continúa, por lo cual, seguiremos vinculados a una ciudad que sigue cargando mucha historia e historias como la nuestra. No en vano, es la ciudad de los hombros grandes. ¡Gracias Chicago, hasta siempre!

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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/  En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.

¡Gracias Chicago!
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