Con mi esposa Patricia, hace un poco más de un año tuvimos la fortuna de conocer San Agustín, de la mano de dos grandes amigos, Aldemar Puentes y su esposa Cruz María, quienes amablemente nos llevaron desde su hogar en el municipio de Gigante, Huila, a descubrir uno de los secretos mejor guardados de nuestro maravilloso país. Que el presente texto sea un abrebocas, para quien lo visite en el futuro.
El Parque Arqueológico de San Agustín se encuentra ubicado en el municipio colombiano del mismo nombre, a 1574 metros de altura y una temperatura muy agradable que puede estar en promedio en los 20 grados centígrados, en sus alrededores se cultiva uno de los mejores cafés de Colombia y no dista mucho del nacimiento del río Magdalena, el de mayor importancia del país.

Este parque arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995 y se trata de una de las mayores necrópolis de la América precolombina, uno de los más antiguos parques cementerios de nuestra antigüedad pues se estima que aquel pueblo floreció desde el siglo VII AC hasta el 800 DC. Ahora bien, lo interesante es que se trata de un enigma histórico, porque no hay mucha información sobre aquella civilización indígena que nos legó cientos de esculturas en piedra, un pueblo con fuerte inclinación artística y religiosa, al que se le conoce precisamente como Cultura San Agustín.
El parque que se encuentra perfectamente cuidado e invita a ser recorrido por los visitantes, cuenta con varios sitios imprescindibles, como la fuente ceremonial del Lavapatas o el Bosque de las Estatuas. Aunque su establecimiento oficial fue en 1935, en 1775 el misionero franciscano Juan de Santa Gertrudis, lo registró en un libro titulado “Maravillas de la Naturaleza” y el sabio neogranadino Francisco José de Caldas en 1808 publicó un estudio sobre este sitio fascinante. En el siglo XX investigadores como Luis Duque Gómez y Gerardo Reichel-Dolmatoff desarrollaron estudios muy interesantes.
Las estatuas labradas en piedra, generalmente muestran figuras con rasgos entre humanos y animales que impresionan. Aunque no haya mucha información sobre la cultura indígena que desarrolló la escultura como práctica artística, los estudios científicos han determinado que esta cultura habría desarrollado su máximo esplendor en el siglo VII A.C, pero luego desapareció. De hecho, cuando llegaron los conquistadores españoles no había sobrevivientes de aquella cultura que sólo comenzó a ser conocida desde el siglo XVIII por exploradores y científicos, así como por guaqueros, aventureros que saqueaban los sitios arqueológicos.

Es una experiencia extraordinaria y sorprendente para el visitante, algunos de los monumentos funerarios impresionan por su tamaño y estad de conservación, pero también por el sentido estético que muestran un sistema de pensamiento complejo, en una sociedad que contaba con escultores altamente calificados. Quién sabe si alguno de ellos era el Fernando Botero de su época, con obras que siguen deslumbrando, a pesar del paso de los siglos. Las fotografías que acompañan esta nota, fueron tomadas por mi esposa Patricia Mogollón.
Espero que esta modesta columna, sirva como carta de invitación a San Agustín, tanto para los extranjeros como para aquellos compatriotas que no conozcan un sitio precioso en lo natural y rico en lo histórico y cultural. Quienes viajen desde Neiva, capital del departamento del Huila, pueden pasar por el municipio de Gigante y preguntar por Cruz María y Aldemar, los mejores anfitriones y guías que uno puede tener en cualquier ruta de la vida.
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Dixon Moya es diplomático colombiano de carrera, escritor por vocación, lleva un blog en el periódico colombiano El Espectador con sus apellidos literarios, en el cual escribe de todo un poco: http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/ En Twitter (a ratos muy escasos) trina como @dixonmedellin.