viernes. 19.04.2024

Ucrania

La intra historia vivida por Iván tras estallar la guerra para llegar desde Kiev hasta Bucarest
Fachada de la Universidad de Bucarest. (Mónica Ortega)
Fachada de la Universidad de Bucarest. (Mónica Ortega)

Después de caminar durante tres días sin rumbo se sentó en un banco delante del edificio de la Universidad de Bucarest y miró a su alrededor observando cómo la gente caminaba.

La fachada de la universidad estaba llena de graffitis. Iván se levantó del banco y sacó un rotulador de su mochila y escribió en la pared : ¡Viva Ucrania! ¡Nos vemos pronto!

Iván había dejado Kiev cuando comenzaron a caer las bombas. Intentó salir de la ciudad a pie. Llevaba bastante dinero con él, había vaciado su cuenta  bancaria unos días antes, quería coger el avión pero todos los vuelos  se habían cancelado y las colas para coger el autobús eran larguísimas, no podía esperar.

Se despidió de su abuela, era demasiado mayor para acompañarle. Iván tenía 21 años, las universidades habian cerrado y no tenia ningún sentido que siguiese allí.

Después de varios días caminando consiguió coger un autobús que le llevó a la frontera de Ucrania con Moldavia, allí encontró algunos campos de refugiados. Durmió en una tienda de campaña y le dieron algunas comidas calientes, conoció a muchos voluntarios de las Naciones Unidas que habían venido para ayudar. En concreto a un chico australiano con el que mantuvo varias conversaciones y le explicó lo que podía hacer para llegar a Rumanía.

Iván quería llegar a Bucarest, necesitaba llegar a Europa, donde probablemente podría tener un futuro mejor.

—Smith, necesito que me ayudes a llegar a Bucarest—le dijo Iván.

El voluntario australiano le explicó que era difícil llegar hasta la frontera de Rumanía con Moldavia, que no había autobuses y que no sabía si le iban a dejar entrar  en el país.

—Smith, tengo dinero. ¿Crees que podrás encontrarme un conductor,un coche privado que me pueda llevar hasta la frontera, por favor?

Smith le dijo que lo intentaría, pero que no podía prometerle nada.

Después de varios días esperando, Iván conoció a otro compañero ucraniano que tenía  los mismos intereses que él.

—Yure, te quiero invitar a un viaje— le dijo 

—Es un viaje en el que a ambos nos puede llegar a sangrar el alma.

— Yure le miró, entendiendo perfectamente lo que su compañero le quería decir, y le contestó:

— ¿ Dónde quieres que te acompañe?

—Tenemos que llegar andando a Bucarest. ¿Querrías venir conmigo? Necesito llegar a Europa.

Yure le dijo: —¿ Pero cómo vamos a llegar? Está demasiado lejos. ¿Crees qué podríamos conseguir un conductor? 

Iván  le contestó: —Ya he preguntado a varias personas y nadie quiere llevarnos. Tenemos que ir andando hasta el centro de Chisináu, seguro que allí encontraremos a alguien.

Personas refugiadas abandonan Ucrania. (ACNUR / Chris Melzer)
Personas refugiadas abandonan Ucrania. (ACNUR / Chris Melzer)

Entonces salieron del campo de refugiados con dirección a la capital, caminaron durante muchos días, durmiendo en la calle hasta que llegaron. Iván estaba agotado, no podía más. 

—Necesitamos encontrar a alguien que nos lleve a Bucarest— dijo Yure casi llorando. Salí de Kiev hace más de dos meses y no sé nada de mi familia ni de mis amigos. Mis hermanos han desaparecido y yo tuve la suerte de escapar y pude subirme al último autobús que se dirigía a la frontera, estuvimos esperando siete horas en una cola, hacía muchísimo frío, fue horrible ver  como todos huían de sus casas. 

Entonces no pudo contener más las lágrimas…

Iván sintió un nudo en la garganta y de repente comenzó a pensar en su abuela. 

Su abuela era mitad rusa, mitad ucraniana, al igual que él y toda su familia. Sus padres habían fallecido hacía tiempo y no tenía hermanos.

¡No podía creer que todo esto estuviera ocurriendo! ¿Cómo era posible? Su corazón estaba dividido en dos, su abuela estaba en Kiev y el resto de su familia en Rusia, ni siquiera podía enviarles dinero o llamarles por teléfono... ¡Habían bloqueado las cuentas bancarias de todos los ciudadanos!

Intentó llamar varias veces a Moscú donde vivían sus primos, pero no tuvo éxito, sus intentos fueron en vano.

Yure le preguntó sacándole de sus pensamientos: — Ahora que estamos en Chisináu tenemos que conseguir que alguien nos lleve a Bucarest. ¿Cuànto dinero te queda?

Yure era su compañero de viaje pero realmente le acababa de conocer y aunque habían nacido en la misma ciudad y tenían muchas cosas en común no quería hablar de ciertas cosas con él. Entonces le respondió:— Tengo bastante, no te preocupes. Tenemos que conseguir que alguien nos lleve gratis o por poco dinero….

Iván le hizo una señal con la mano cuando pasaron cerca de una estación de servicio: — Paremos aquí.

La estación de servicio estaba llena de coches y camiones, era gente de paso que paraban a poner gasolina o a comprar algo en la tienda. 

Yure necesitaba ir al baño: — Iván, espérame vuelvo enseguida.

Iván se quedó apoyado con el pie en la pared mientras miraba  a los camiones. De repente oyó que alguien le llamaba:

—¡Oyé tú!  ¡Sí, sí, tú! El que está ahí apoyado sin hacer nada. ¡Ven y ayúdame!

Iván apenas hablaba rumano y el camionero no paraba de gritarle desde el otro lado de la acera. Iván se acercó a él y le dijo: —¡Pruvit!

El hombre comenzó a hablarle en ucraniano.

—¿Hablas mi idioma?— dijo Iván sorprendido.

—Hablo algo de ucraniano—le contestó el camionero. Necesito tu ayuda, se me ha pinchado una rueda y tengo que  cambiarla y no puedo hacerlo yo solo.

Iván  aprovechó para preguntarle: — ¿A dónde te dirigirás cuando la cambies?

Voy cerca de Bucarest, tengo que llevar este cargamento— le contestó.

El corazón de Iván comenzó a palpitar fuertemente  y entonces se le ocurrió una idea:

 —Te ayudaré a cambiar la rueda si me llevas contigo a Bucarest. Necesito llegar allí. Pero no te puedo pagar nada. Un favor por otro favor.

El camionero se le quedó mirando con desconfianza: —¿Estás huyendo de la guerra?

—Sí— contestó Iván. Necesito llegar a Europa. Tengo algunos conocidos en Bucarest que pueden ayudarme.

—De acuerdo— le contestó aquel hombre. Pero solo hay sitio para uno en la cabina, he visto que viajas acompañado. Lo siento, pero él no puede venir con nosotros, le dijo en voz baja, mientras Yure se iba acercando hacia ellos.

Iván le miró sin saber qué contestar. ¿Cómo iba a dejar allí a su amigo?

—¿Qué haces Iván?¿ Quién es este hombre con el que hablas?— dijo Yure al acercarse.

Es solo un camionero Yure, me pidió ayuda para cambiar una rueda— Iván le contestó, ocultando lo sucedido.

—¿Y vas a ayudarle?— preguntó Yure

—Sí, ¿Por qué no? No tengo nada que hacer. ¿Por qué no entras  en la cafetería y te tomas algo y descansas un rato mientras hago esto? Llevamos muchas horas caminando— le dijo Iván a Yure.

—Sí  Iván,  voy a hacer eso. Te espero dentro, cuando termines ven… y se fue caminando, dejando a Iván detrás.

Iván se acercó al camionero diciéndole: — Hagamos el trabajo rápido.

Los dos se pusieron manos a la obra. Tardaron un rato en cambiar la rueda…

—Iván, hemos terminado. Tenemos que irnos. Debo seguir mi ruta. Me esperan en mi destino con la entrega.

—Vale, enseguida subo.

Iván no podía dejar de mirar hacia la cafetería, podía ver a Yure sentado esperándole.

¿De verdad sería él capaz de hacer lo que estaba a punto de hacer?

Cerró los ojos y respiró profundamente llenando sus pulmones de aire. Entonces se dio la vuelta y se subió al camión.

—Vámonos rápido—le dijo al  camionero.

Entonces Valentín arrancó el camión.

Yure, que durante todo este tiempo no había apartado la mirada de la ventana, no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Perplejo y asombrado  salió de la cafetería y comenzó a correr detrás del camión.

—¡Iván, Iván!! — le gritó a su compañero.¿ A dónde vas? ¡Espérame!

Iván abrió la ventana  y dejó caer un papel. El papel salió volando por el aire, Yure corrió detrás de él hasta que lo alcanzó .Cuando  lo tuvo en su mano,lo abrió y comenzó a leer en voz alta:

—Te dije que emprendíamos un viaje que nos haría sangrar el alma, la mia lo está haciendo ahora mismo. Lo siento compañero pero no puedo llevarte conmigo. Tengo que seguir solo. Espero que encuentres tu camino. ¡Nos vemos en Bucarest!

Yure no pudo seguir leyendo, los ojos se le enrojecieron rápidamente. Entonces rompió el papel mientras su corazón se llenaba de rabia. Nunca le perdonaría por lo que acababa de hacer y se secó las lágrimas alejándose mientras  caminaba de  regreso a la tienda.

Yure, que hablaba algo de rumano, le pidió a la camarera de la tienda si le podía dejar hacer una llamada desde el teléfono de la cafetería, le explicó que venía de Ucrania y que tenía una urgencia y debía llamar a la policía. La camarera asintió y le dio el teléfono.

Localización de Chisináu. (Google Maps)
Localización de Chisináu. (Google Maps)

Yure estaba pensando en cómo podía vengarse de Iván, debía pagar por lo que acababa de hacer. Entonces llamó a la policía y les explicó, que un camión acababa de salir de la estación de servicio que estaba a las afueras de Chisináu con un cargamento ilegal y les proporcionó la matrícula.

—Van a pagar por lo que han hecho— pensó Yure en voz alta, mientras colgaba el teléfono.

Mientras tanto Iván, afligido por lo que acababa de hacer, en silencio y sentado al lado del conductor, cerró los ojos y se quedó dormido. Le quedaban seis horas y media de camino, había caminado durante días y estaba agotado.

Después de varias horas conduciendo, el camión frenó bruscamente e Iván se despertó asustado. Un coche de policía había parado delante de ellos y el agente con una señal, le indicó a Valentín, que bajase.

Valentín hizo lo que el policía le estaba pidiendo, bajó del camión y se dirigió hacia él.

—¡Hola! ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué debo parar?— preguntó  Valentín.

—Tenemos que inspeccionar su camión, hemos recibido una llamada avisándonos de que usted lleva una carga ilegal.

Valentín miró al policía  extrañado y le contestó: — Solo llevo camisetas. Es un cargamento para una tienda de ropa. Pueden ustedes inspeccionar el camión si quieren.

Los policías se acercaron al camión y entonces vieron a Iván asomándose por la ventanilla.

—¿Y ese quien es? —preguntó el policía.

—Es un chico ucraniano que viaja conmigo hasta Bucarest, le estoy haciendo un favor llevándole allí.

—Lo siento pero eso no es posible, este señor no puede entrar en Bucarest sin un visado.

El policía comenzó a gritar a Iván:  —¡Eh tú!  ¡Baja enseguida!  ¡Sí,sí, tú!

Iván sintió un escalofrío por todo el cuerpo. No entendía lo que le decía aquel policía, pero pensó que lo mejor sería bajar lo antes posible.

—Lo siento no hablo rumano— dijo Iván en su idioma una vez se encontró fuera del camión.

El policía parecía bastante enfadado y comenzó a gritarle:

—¡Tú no puedes viajar en ese camión! ¿Dónde está tu visado para entrar a Europa?

Iván no entendía nada, solo quería llegar a Bucarest.

El policía le empujó y le metió en su coche, mientras el otro agente que acababa de terminar la inspección le dijo a Valentín que podía continuar su camino.

Valentín se subió al camión y se fue rápidamente, no quería tener más problemas.

El agente de policía que acababa de empujar a Iván en el coche cerró la puerta detrás de él.

—¡ Vámonos!— le dijo a su compañero. Y ambos se metieron  en el coche dirigiéndose de vuelta a Moldavia.

Iván sintió como el miedo le estaba astillando el corazón. Casi lo había conseguido, a penas quedaba media hora para llegar a la frontera con Rumanía.

Iván no sabía que hacer, solo se le ocurrió que debía hablar con alguno de sus contactos en Bucarest y entonces llamó a su profesor:

—¡Hola Iván! ¿Dónde estás?

Era su antiguo profesor de ingeniería química. Iván estudiaba ingeniería en la Universidad de Kiev antes de que empezara la guerra.

—¡Hola profesor! Estoy en un apuro. Salí de Kiev y he conseguido llegar casi a la frontera de Rumanía, pero unos agentes de policía me han parado y me llevan de regreso al campo de refugiados.

—Iván, estoy en Bucarest. Dejáme hablar con los agentes.

Iván se dirigió a uno de los agentes y le dijo:—Disculpe, ¿puede coger esta llamada?

El agente se giró mirando a Iván con cara de pocos amigos.

—¿Qué quieres?—le preguntó 

—¿Puede hablar con mi profesor ,por favor?— Y le dio el teléfono 

El agente lo cogió y comenzó a hablar con él.

Cuando terminaron de hablar el agente  le hizo una señal a su compañero  y éste  bruscamente giró el volante y dio la vuelta.

Iván no podía creer lo que estaban viendo sus ojos, tampoco comprendía realmente lo que estaba sucediendo.  El policía le devolvió  a Iván el móvil  y  éste continuó hablando con su profesor:— Iván,no te preocupes. he hablado con ellos. Te van a traer a la frontera con Rumanía. Estaré allí esperándote. Estoy colaborando con las Naciones Unidas. No tengas miedo. Voy a ayudarte— le aseguró antes de colgar.

Ivàn se reprimió un grito. Se sintió el joven más afortunado del mundo. Continuaron de camino hacia la frontera, quedaba poco para llegar…

Parada de tranvía en la plaza Unirii de Bucarest. (R. Pérez / EL CORREO)
Parada de tranvía en la plaza Unirii de Bucarest. (R. Pérez / EL CORREO)

Al llegar le dejaron en el campo de refugiados que estaba en la frontera de Moldavia con Rumanía, allí estuvo varios días hasta que volvió a recibir otra llamada de su profesor.

—Iván, han surgido algunos problemas y no puedo ir a recogerte. Pero he conseguido que te dejen salir del campo. Te van a dar unos documentos que te permitirán llegar a Bucarest. ¿Tienes dinero contigo?

—Sí, profesor. Pero no debo gastarlo. Voy a caminar, hasta que ya no aguanten más mis pies. Veremos hasta donde me permiten llegar.

Caminó y caminó, durmió en la calle y mal comió, gastando siempre lo menos posible, hasta que llegó al centro de la ciudad. Entonces se sentó  en un banco a descansar .Después de levantarse y de escribir ¡Viva Ucrania! ¡Nos vemos pronto! con un rotulador en una de las paredes de la  Universidad de Bucarest, miró al cielo, cerrando los ojos y pensó en su abuela y en Kiev. 

Poco después sacó su móvil, llamó a su profesor y le dijo: 

—¡Hola, profesor! Aquí estoy, he llegado. He pensado que quiero hacer un curso intensivo de rumano, cuando aprenda el idioma, me gustaría ir a la universidad y continuar con mis estudios.

Su profesor le indicó: — Ven a la puerta principal de la universidad, estoy esperándote. Esta noche puedes venir a mi casa y quedarte con nosotros. Hablaremos de tu futuro. Estoy aquí para ayudarte. ¡Bienvenido!

Iván comenzó a caminar, dirigiéndose hacia la puerta .De repente vio a su profesor a lo lejos.

Entonces no pudo aguantar más y salió corriendo, hasta que llegó junto a él. Y allí, en aquel preciso instante, se fundieron en un abrazo.

—¡Querido profesor!—le dijo 

—¡Iván, lo conseguiste!

Entonces comenzaron a caminar juntos con lágrimas en los ojos sintiendo como si todos los pulmones del mundo acabasen de terminar de respirar. Atrás quedaron aquellos lejanos sonidos del campo de batalla.

Iván y su profesor no pudieron dejar de mirarse a los ojos y en su último intento de permanecer en la realidad descubrieron el ansia y la esperanza que ambos tenían por construir un mundo mejor.

¡Nos vemos pronto Ucrania!

Do Zustrichi!

Ucrania
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