jueves. 25.04.2024

El planeta está experimentando transformaciones aceleradas en el siglo XXI. El centro de gravedad de la economía mundial se está desplazando claramente hacia Asia y así se verifica también en el nuevo mapa de las transacciones globales de petróleo. China y los países asiáticos han irrumpido en el tercer milenio con un incremento extraordinario en el consumo de hidrocarburos para alimentar sus pujantes economías nacionales. Y casi la mitad de sus importaciones petrolíferas vienen de los países del Golfo, especialmente de Arabia Saudí.

Ese nuevo flujo del crudo y sus derivados está intensificando las relaciones de interdependencia entre China y Oriente Medio, hasta el punto de alterar de manera sustancial el orden económico mundial que definía las relaciones comerciales desde la Segunda Guerra Mundial. Así lo constata Adam Hanieh, catedrático de Economía Política y Desarrollo Global en el Instituto de Estudios Árabes e Islámicos (IAIS) de la Universidad de Exeter, en una reciente conferencia pronunciada en la sede madrileña de Casa Árabe.

Ha habido un giro histórico”, asegura Hanieh, uno de los máximos expertos internacionales en economía petrolera. “El 20% de las exportaciones mundiales ya se dirigen a China”. Hasta hace escasos años, Europa y Norteamérica tiraban del carro del consumo mundial de petróleo. Pero, desde el cambio de milenio, el ciclo ha virado radicalmente y ahora son los países asiáticos quienes compran más cantidades ingentes de hidrocarburos para proveer de energía a sus locomotoras económicas.

Paradójicamente, la aparición de China como consumidor líder de petróleo benefició indirectamente a EEUU debido, principalmente, al aumento de los precios de crudo entre los años 2000 y 2008, con un pico histórico de 146 dólares el barril. Ese repunte incentivó la producción de petróleo en países donde costaba más caro extraerlo. Es el caso de la potencia americana. De tal forma que en el año 2011, según datos aportados por Hanieh, EEUU superó a Arabia Saudí como productor mundial de petróleo.

El profesor de la Universidad de Exeter identifica tres grandes regiones de producción y consumo de petróleo en el mundo. Lo que EEUU produce es consumido mayoritariamente en su propio país, Canadá y Sudamérica. Rusia es otro gran productor y exporta generalmente a Europa Occidental. Y, por último, el nuevo eje China-Oriente Medio, que incluye otros países emergentes de Asia.

El sector petrolífero no solamente atañe a su poder energético como combustible. También engloba a toda la división de los plásticos, los productos petroquímicos y un sinfín de derivados fundamentales para la industria actual. También en ese conglomerado las relaciones económicas entre Oriente Medio y China son imparables. “Cada vez hay más inversiones conjuntas entre los países del Golfo y Asia oriental”, revela Adam Hanieh. “Se han intensificado las visitas de líderes chinos a la región de Oriente Medio y se abre paso un nuevo eje, que es reflejo de cómo está cambiando el mundo”.

La ascendente rivalidad geoestratégica entre las dos potencias del planeta puede recibir un nuevo impulso si en un futuro próximo los yuanes chinos empiezan a cotizar en los mercados de hidrocarburos en lugar del dólar. “Ese puede ser otro giro que acabe por debilitar el dominio de EEUU a escala global”, sostiene el catedrático de la Universidad de Exeter.

El nuevo escenario de la economía petrolífera empezó a configurarse a finales del siglo XX con el surgimiento de sociedades estatales, principalmente en los países del Golfo y en China. La empresa saudí Aramco desbancó a las compañías occidentales petrolíferas y hoy es la firma más grande del mundo, con una facturación anual de tres billones de dólares. “Por encima incluso de Apple”, puntualiza Adam Hanieh. Le sigue Exxon Mobil a mucha distancia.

Las 15 grandes empresas mundiales de refinado, que controlan la mitad de la producción global, también han sufrido un aldabonazo colosal en el nuevo orden económico. De las tres principales occidentales, Shell, BP y Exxon, solo esta última logra situarse en el top cinco. La primera, la segunda y la cuarta del mundo son petroleras nacionales del Golfo o China.

El proceso se acentúa en los últimos años. Las mayores refinerías de Asia oriental son ya de propiedad conjunta con los países del Golfo. En Corea del Sur, por ejemplo, se está construyendo actualmente la mayor planta petroquímica del mundo, con Aramco como socios. La empresa Sabic, adquirida por la estatal saudí, es la cuarta petroquímica del planeta. La china Sinopec es la segunda. Toda la división de plásticos, nylon y derivados sintéticos del petróleo ya está dominada por las grandes empresas estatales.

El eje EEUU-Arabia Saudí nacido tras la Segunda Guerra Mundial bajo la ecuación petróleo por seguridad está empezando a resquebrajarse, según interpreta el experto Adam Hanieh. A cambio parece configurarse un nuevo orden económico desplazado hacia Asia, cuyo vértice sigue siendo el petróleo. Y, según parece, por mucho tiempo. Algún ministro saudí ya ha anunciado que el sistema de producción de hidrocarburos no se va a detener, pese al desafío del cambio climático. Ahí es donde el profesor de Exeter encuentra el mayor problema. “En el debate sobre el cambio climático, no se puede dejar de lado a Oriente Medio y China. La catástrofe medioambiental no es un asunto solo de Europa y América”, concluye Adam Hanieh.

El nuevo eje petrolífero China-Oriente Medio revoluciona la economía global
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