miércoles. 24.04.2024

Un operario trabaja a medianoche en un parque eólico de algún paraje perdido de España. Sobre la base de la torreta de un molino de viento, ajusta una pieza metálica con un pequeño martillo. En uno de los golpes, se hace repentinamente de día. La luna se acaba de convertir en un sol radiante de agosto. Así comienza el inquietante cortometraje de 7 minutos y 22 segundos que el Pabellón de España presenta como tarjeta de visita en la Expo 2020 Dubai. El trabajo lleva la firma de Nacho Vigalondo, uno de nuestros más sugerentes directores de cine. Audaz y polifacético, el realizador cántabro ha sido acreedor de una quincena de premios a lo largo de su ya dilatada trayectoria. Nos atiende por videoconferencia desde su casa en Madrid. 

De repente, una noche de verano se convierte en un mediodía plomizo. 

La idea sale a concurso. No me encargan directamente este corto. Va a sonar cínico y no quiero que suele así, pero no lo considero un spot publicitario. Cuando vi la propuesta me dije a mí mismo: “Si encuentras una idea que se ajuste a estos parámetros podemos intentarlo”. Por lo tanto, no es un esfuerzo creativo concienzudo para adaptarse a una propuesta sino ver si hay de antemano una idea que se ajuste a lo que están pidiendo. 

¿Cuál era la propuesta exactamente?

Transmitir unos valores de cooperación colectiva ante una cuestión que roce las temáticas que asociamos al problema medioambiental o a las crisis colectivas, que ahora son otras, como la pandemia.

¿Y por qué le interesó?

Hay una parte en la que quieres ver si eres capaz de adaptarte a un tema así. Pero quiero decir que si no hubiera dado con una historia que me interesara a mí tanto como a los que plantearon la oferta tampoco hubiera hecho caso. Para mí, este corto no es una operación más cínica que lo que intento hacer en mis películas. Necesito poner el mismo interés y la misma implicación emocional.

De repente, la noche se convierte en un día y la resolución de este conflicto tenía que ser colectiva. Sin héroes ni protagonistas

¿Y qué es 'Luna de agosto'?

El punto de partida es que, de repente, la noche se convierte en un día. Esa es la idea más importante, que rima muy bien con cuestiones muy presentes como el cambio climático. Y también funciona como premonición de lo que hemos sufrido con la pandemia. Premonición casual. No pretendo ser un futurólogo ni un vidente. Y la siguiente idea más importante para mí era que la resolución de este conflicto tenía que ser colectiva. Sin héroes ni protagonistas. Ante cuestiones globales todos tenemos una tendencia a pensar en nuestros derechos y la responsabilidad siempre es de otros, cuando la responsabilidad es compartida en mayor o menor grado. Esto me parecía interesante. Buscar la forma de narrar la historia respetando esa idea: de que todos, al margen de la clase social o las circunstancias particulares, tuviéramos algo que hacer.

La baqueta de la baterista es la metáfora de la acción colectiva.

Exactamente. También hay otra cosa interesante. Tal como cuenta el corto, nosotros somos la solución pero también somos el problema. No es una amenaza exterior, sino una circunstancia que nos señala con el dedo. Aunque tampoco el corto habla en términos de culpabilidad ni moraliza. 

Usted ha dicho lo siguiente: “Rodar 'Luna de agosto' ha sido una gran aventura”. ¿Por qué?

Es una forma ostentosa de decir lo de siempre. No hay rodaje que no sea una gran aventura. Y estoy agradecido que me dedique a algo que no sea la consecución segura de un plan. Que sea algo incierto y lleno de sorpresas como cualquier rodaje. Aquí está el añadido de que cuando empecé a escribir el mundo era otro. Y fue cambiando mientras intentábamos rodar. Hubo una intentona que se vino abajo porque empezó el confinamiento y tuvimos que esperar un año. Una vez estuvimos en marcha, las medidas de seguridad habían cambiado por completo y tuvimos que adaptarnos continuamente a la situación. Esa es la definición de aventura. Hoy ya no hay una tierra virgen que explorar pero cada vez que quieres rodar una película tienes un territorio virgen determinado por tu imaginación. Y no está claro que al final del camino salgamos airosos. Es lo más duro y más miserable de rodar pero, a la vez, lo más maravilloso. 

A usted lo que más le estimula de su trabajo es la aventura.

No sé si es lo que más me estimula, pero sí estoy agradecido. Es algo que linda con la idea de misterio. 

¿Cómo dio usted a luz esta idea? ¿Cómo es el proceso creativo?

Me gustaría ser esa persona que se sienta y no se levanta hasta que tiene una idea, pero lamentablemente mi sistema nervioso no me lo permite. Durante el día tengo una vida que pretende ser normal, pero tengo la cabeza en varios sitios a la vez, con lo cual desatiendo las labores de mi vida habitual. Puedo ser una persona difícil en ese sentido, pero, de repente, llega la idea. No es un proceso nada glamuroso.

Me gustaría ser esa persona que se sienta y no se levanta hasta que tiene una idea, pero lamentablemente mi sistema nervioso no me lo permite

¿Cuántas personas han trabajado? ¿Ha sido costoso en términos humanos?

No fue un gran equipo pero fue muy difícil la coordinación y los viajes. Sobre todo fue un esfuerzo de logística del departamento de producción para que todas las piezas encajaran y optimizar los recursos. No es una superproducción. No sé en cuántos sitios grabamos. Tengo mala memoria. El rodaje fue en una semana o diez días. Viajamos a lo largo y ancho de toda la geografía. 

El lema del pabellón es España, inteligencia para la vida. ¿Nos falta inteligencia para afrontar los desafíos del futuro?

Cuanta más inteligencia apliquemos mejor. Nunca será suficiente.

¿Le preocupan los desafíos medioambientales del futuro?

Como a toda persona civilizada. Tampoco soy el activista útil que, a veces, me gustaría soñarme. Soy más un ciudadano medio que alguien reseñable. La preocupación está ahí claramente. Todo lo que hacemos se proyecta hacia el futuro, si eres director de cine o padre de familia. Si consigues, en mi caso, dirigir la mejor obra maestra de una generación, inevitablemente tiene sentido si se proyecta hacia el futuro. Si no hay futuro, poca proyección habrá. 

Sus películas han sido elogiadas en festivales de cine fantástico. ¿Le interesa el género?

Sí, pero no sé por qué. La relación que tienes con algunos géneros tiene más que ver con el amor que con el raciocinio, la reflexión o la estrategia. Y el amor es muy difícil de describir. 

¿El Covid 19 revolucionará el cine de terror en el futuro?

No. Los cambios que se dan en la ficción a partir de cambios en la sociedad son cosas que se analizan pasadas las décadas. No es una revolución en tiempo presente que podamos señalar con el dedo y aplaudir.

¿Y el cambio climático?

El cambio climático será una revolución en el mundo del cine porque puede que signifique el fin del cine.

En 2004 fue nominado a un Óscar por el corto '7:35 de la mañana'. ¿Qué queda de aquel Nacho Vigalondo?

Espero que poco. Eso significaría que no he evolucionado mucho. De la misma manera que espero que quede poco de mí dentro de diez años. No creo que haya que aferrarse al pasado porque lo mejor que se puede decir de un día vivido es que hemos aprendido algo. Y aprender significa cambiar. 

¡Un hombre disperso! No se podía definir mejor. Un hombre orquesta es una persona metódica, concienzuda y cerebral. Me gustaría ser todo eso, pero no lo soy

Y usted se define por el cambio.

Incluso para peor. Es mejor cambiar para peor que seguir igual. Somos una generación que está muy contaminada por la nostalgia. En ese sentido, es peor que la generación de mis abuelos y de mis padres. Tenemos que despertar un poquito y dejar de remover el mismo plato una y otra vez.

Ha sido director, guionista, actor, hasta presentador de Gran Hermano. ¿Es usted un hombre orquesta o un hombre disperso?

¡Un hombre disperso! No se podía definir mejor. Un hombre orquesta es una persona metódica, concienzuda y cerebral. Me gustaría ser todo eso, pero no lo soy.

No es feliz con su condición de hombre disperso.

No. No soy feliz. A veces, estoy feliz, pero no soy una persona feliz.

¿Y qué se trae ahora entre manos?

Tengo un par de largometrajes escritos que dios dirá cómo acaban cogiendo forma y convirtiéndose en proyectos en marcha. Para el año que viene tengo un par de rodajes y colaboraciones en series de televisión, que es un medio muy excitante. Y estoy presentando un programa diario de televisión. No sé si voy por buen camino pero estoy definitivamente muy entretenido. 

Nacho Vigalando posa ante la proyección de 'Luna de agosto' en el  Pabellón de España de Expo 2020 Dubai. (Cedida)Nacho Vigalando posa ante la proyección de 'Luna de agosto' en el  Pabellón de España de Expo 2020 Dubai. (Cedida)

No hace mucho rodó una serie en Los Ángeles de alto coste. ¿Objetivo cumplido?

No. Es una muesca en mi historial y me divierto poniendo muescas. No es la consecución de un plan minucioso.

Cuando vio 'Luna de agosto', ¿qué dijo?

Cuando ves una película terminada, en realidad, lo que estás leyendo no es la película sino el público. Su reacción. Y, en este caso, no he tenido esa oportunidad. No he estado en el Pabellón de España ya abierto al público. 

Pero habrá visto su obra terminada.

Uno nunca ve su propia película ni la obra terminada. Está viendo los fallos, las cosas que no han llegado al cien por cien que tenías en mente o los descuidos. No es una visión de conjunto. No es una conclusión. Es como ver los circuitos y los cables del aparato. 

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