viernes. 19.04.2024

Pilotos, copilotos, asistentes de vuelo, mecánicos, personal de carga de mercancía son los inquilinos de una zona del aparcamiento del aeropuerto de Los Ángeles. Algo más de cien empleados decidieron establecer su hogar en el párking del complejo, agotados del largo trayecto que debían realizar hasta llegar a sus casas o abrumados por el alto precio de los alquileres en California.

El estacionamiento parece ahora una ciudad en sí misma, formada por un número enorme de caravanas, con el permiso de las autoridades del aeródromo, pero pagando un alquiler inferior a 100 dólares al mes. Vivir en el estacionamiento B era la única medida posible para estos trabajadores.

"Este es el precio de ser piloto hoy día", comentaba un trabajador de 45 años de la aerolínea Alaska Airlines a BBC Mundo, de nombre Todd, que cuenta con una esposa y un hijo de 7 años viviendo en Fresno, a cuatro horas en coche de Los Ángeles. Su sueldo asciende a 70.000 dólares al año y vive en un tráiler del año 1973 que pertenecía a su padre. "Quise ser piloto toda mi vida. Esto puede ser horrible, pero tengo que tengo que cubrir las necesidades de mi familia y me fascina pilotar", explicaba.

Aunque sueldos como este no son una excepción, el aspecto de este pequeño pueblo de casas rodantes se parece mucho a muchos de los barrios más desfavorecidos del extrarradio de las ciudades estadounidenses, o de un camping a pleno rendimiento en una ciudad costera. El paisaje es descrito por los medios de comunicación como desolador. Un conjunto de caravanas blancas y beige sobre el asfalto de la pista sur del aeropuerto, con las ventanas tapadas con papel oscuro para poder dormir de día, no es lo que se dice una urbanización con un parque cerca. Y a esto hay que añadir, por supuesto, el continuo ruido de los aviones sobrevolando las caravanas a pocos metros de altura, aunque sus habitantes se hayan acostumbrado ya.

La mayoría de estos residentes son hombres que han dejado a sus familias lejos incapaces de asumir los gastos del traslado, pero también hay algunas algunas parejas y mujeres. Todos ellos aprovechan un gimnasio cercano para, no solo hacer deporte, ducharse allí y ahorrar agua.

Afectados por el comienzo de la crisis en 2008 y por el declive de la aviación comercial, algunos empleados se dieron cuenta de que no merecía la pena hacer viajes de ida y vuelta todos los días hasta sus casas, situadas en muchos casos a cientos de kilómetros de Los Ángeles. Fue entonces cuando se establecieron las primeras caravanas en distintos estacionamientos del enorme aeródromo de Los Ángeles, el tercero más transitado de Estados Unidos, hasta que las autoridades decidieron formalizar la situación y congregar estas viviendas en el aparcamiento B.

Poco a poco los diferentes vecinos fueron organizándose, estableciendo incluso unas reglas de admisión, con requisitos como trabajar en una compañía aérea o empresa relacionada con el aeropuerto, un certificado de antecedentes penales o el compromiso de respetar un estricto código de conducta en lo que a higiene y ruidos se refiere.

La entidad que gestiona el aeropuerto, Los Angeles World Airports, ha puesto en entredicho el futuro de esta comunidad de trabajadores. Después de más de una década allí, no parece estar tranquila con la existencia de esta improvisada urbanización y se está planteando desalojarla.

Empleados del Aeropuerto de Los Ángeles viven en el aparcamiento desde hace una década
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