sábado. 20.04.2024

En un país donde menos del 60% de los nacimientos están supervisados por profesionales sanitarios, las comadronas de Maidan Shar, un bastión talibán en la céntrica provincia de Wardak, reclaman al nuevo Gobierno poder trabajar en paz.

"Hago mi trabajo por un sentido de humanidad y patriotismo, y porque siento la necesidad de servir a mi comunidad y a los miembros más oprimidos de nuestra sociedad: las mujeres y los niños", dice a la agencia de noticias AFP la profesora Shafiqa Bironi, de 52 años.

"Nuestra demanda ahora es que los talibanes ofrezcan un espacio abierto y seguro para que, al menos, seamos capaces de ayudar otras mujeres", insiste.

La Escuela Comunitaria de Educación Obstetricia en Maidan Shar ya ha formado a 181 profesionales en el seguimiento del embarazo y el parto. Actualmente, acoge a 25 estudiantes que deberían graduarse en mayo de 2022 tras dos años de estudios interrumpidos por la violencia y la pandemia.

En su aula, recubierta con carteles sobre la ovulación, el parto o la higiene femenina, una decena de estudiantes en blusa y hiyab se inclinan sobre maniquíes pedagógicos.

"Ha sido muy difícil", reconoce la directora del curso, Khatool Fazly, cuya oficina todavía muestra agujeros de bala. "Había combates literalmente cada día", añade la mujer.

El centro se vio atrapado en ocasiones en el fuego cruzado entre los talibanes y las fuerzas del antiguo gobierno. A veces, profesoras y estudiantes tuvieron que refugiarse de las balas.

En 2013, la antigua escuela quedó completamente destruida por una explosión dirigida a una prisión aledaña donde estaban recluidos prisioneros talibanes.

Los talibanes han excluido en la práctica a muchas mujeres y chicas de la educación y el trabajo como hicieron en su primer mandato (1996-2001). A las profesionales sanitarias las animan a volver a sus puestos, aunque muchas tienen miedo.

Los nuevos dirigentes empezaron a tomar algunos distritos de la provincia de Wardak en mayo y, hasta ahora, no han impuesto restricciones que impacten en el trabajo de este centro de formación. Incluso, su directora Fazly explica que el establecimiento recibió el apoyo de un influyente consejo local y que las mujeres e hijos de los talibanes acaban haciendo uso de sus servicios

El principal problema de estas comadronas, como el de muchos funcionarios del país, es que no han recibido sus salarios desde hace cuatro meses ante el colapso del sistema bancario de Afganistán.

Afganistán presenta una de las tasas de mortalidad maternal e infantil más elevadas del mundo, aunque se progresó en los últimos quince años, especialmente gracias a la ayuda de organizaciones humanitarias internacionales. Por cada 100.000 nacimientos, 638 mujeres mueren en el parto. Y uno de cada 17 niños fallece antes de alcanzar los cinco años. La pobreza, la falta de acceso a servicios de salud y la desigualdad entre sexos contribuyen a esta situación. Khatool Fazly, que puso en pie el centro en 2004 para "superar estas graves dificultades", estima que la mayoría de complicaciones de la gestación y las muertes podrían evitarse con un seguimiento normal de las mujeres embarazadas.

Comadronas afganas piden a los talibanes poder seguir trabajando
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