jueves. 25.04.2024

Al final de una peligrosa carretera entre escarpadas crestas cerca de la frontera con Arabia Saudita, decenas de familias yemeníes han convertido una ladera rocosa en un refugio donde sobreviven en la absoluta pobreza tras huir de los combates.

Hace tres años, esta comunidad de un bastión rebelde de la provincia yemení de Saada (norte) se vio obligada a huir. Con sus pertenencias portadas por asnos, estas familias se dirigieron hacia el norte, bajo la amenaza de francotiradores y ataques aéreos, hasta que dejaron de escuchar los combates.

La ladera de una montaña de la cordillera Al Azhur se convirtió en su nuevo hogar. Este enclave, situado cerca de la frontera saudita en el distrito de Razih, está bajo control del Gobierno. Más de 700 personas, entre ellas muchos niños, viven en tiendas improvisadas, en medio de basura y charcos de agua turbia.

"Tuvieron que huir por la guerra y buscar un lugar seguro. Lo encontraron aquí, en este valle, en este lugar completamente inadecuado para vivir", resume a la agencia de noticias AFP Mattar Ahmed, funcionario de la Administración del Distrito de Razih en Saada.

"Las circunstancias los obligaron a vivir en este sitio a pesar de las difíciles condiciones. Pero la miseria no se puede medir aquí", explica.

El largo conflicto en Yemen, que enfrenta a los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, con el Gobierno yemení, apoyado por una Coalición dirigida por Arabia Saudita, se ha cobrado decenas de miles de vidas y ha puesto a millones de personas al borde de la hambruna. Según Naciones Unidas, se trata de la peor crisis humanitaria del mundo, con más de cuatro millones de desplazados y dos tercios de los 30 millones de habitantes dependen de la ayuda.

Los residentes del campamento de Al Azhur deben recorrer largas distancias a pie para obtener artículos de primera necesidad. Todos dependen de la ayuda y, en ausencia de infraestructuras sanitarias, son especialmente vulnerables a las enfermedades.

"Vivimos entre las rocas y no tenemos acceso al agua potable", comenta a la AFP uno de los residentes, mientras que un camión que transporta a tres soldados intenta abrirse paso por una empinada pendiente del campamento.

El distrito de Razih ya era un campo de batalla entre los hutíes y el Gobierno incluso antes de que estallara el conflicto en 2014, con la toma de la capital Saná por los rebeldes.

Estas familias forman parte de los innumerables yemeníes que han tenido que adaptarse, sin perder la esperanza de poder regresar algún día a sus hogares.

En un rincón del campamento, hombres sentados a la sombra de una gran roca beben café, mientras que los niños se apelotonan unos contra otros o caminan por caminos llenos de letrinas abandonadas.

Cada dos o tres días transportan la ayuda recibida de alimentos y agua a sus tiendas. Pero la comida no es su única preocupación.

"Los niños aquí no reciben educación y la mayoría de ellos no saben ni leer ni escribir", lamenta Hadi Jaber, un maestro.

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