jueves. 28.03.2024

Las III Jornadas Futuro en Español, desarrolladas en el Centro Cultural del Rioja de Logroño (España), han dejado claro que el periodismo tiene mucho que decir sobre las oportunidades y los retos del segundo idioma del mundo. En el evento, organizado por el «Diario La Rioja», la Fundación Vocento y el Banco de Desarrollo de América Latina, se habló de lenguaje, de economía, de ron, de café, de vino, de literatura y de periodismo. Una de las tendencias del mundo actual la apuntó el consejero delegado de Vocento, Luis Enríquez, que, según recoge el diario español ABC, asegura que en un tiempo en el que recibimos miles de impactos de fuentes distintas no contextualizadas, es más importante que nunca la labor de periodistas para clasificar y jerarquizar contenidos que sean «comprendidos y utilizados por las personas. Nuestros profesionales tienen futuro porque su actividad tiene sentido».

Decretar el fin de los periódicos hubiera sido poco original. Casi una reiteración. Otra gente de valía como el fundador del MIT Media Lab Nicholas Negroponte o Bill Gates ya firmaron hace años esa sentencia. Los recordó el director general de Medios Regionales, Suplementos y Revistas de Vocento, Benjamín Lana, que admitió que si esos dos gigantes hubieran acertado, a día de hoy en ninguna parte del mundo se imprimiría un solo periódico. «Deberíamos haber desaparecido a manos de la crisis y los productos sustitutivos gratuitos». Pero no es así.

«Era el negocio perfecto», recuerda la directora de «XLSemanal», Mar Cohnen. «Tenías marcas, negocio y canal». Ese mundo feliz de las empresas de comunicación cambió. La crisis del modelo de negocio enfrentado a las nuevas tecnologías, los nuevos soportes, un panorama cambiante, la crisis económica y la caída de lectores cambiaron con aquel paraíso, pero no fueron el fin de los periódicos. «Una cosa es que desde un punto de vista filosófico se pueda hablar del fin de la raza humana, que es algo que ocurrirá, y otra es quedarnos quietos pensando que esto se ha terminado», admite Lana. Al fin y al cabo, siguen hablando. «Otras marcas tecnológicas que vaticinaban el fin de la prensa han desaparecido y nosotros seguimos aquí».

El director de «El Correo» confirma que la sacudida que recibió ese mundo erigido sobre tinta y papel fue severa. «Perdimos el monopolio. Éramos el único emisor para que los ciudadanos tuvieran elementos de juicio para tomar sus decisiones. Tratar de luchar por recuperar eso es inútil. Hay muchas maneras gratuitas de tener información». Nada está perdido. A juicio del periodista, la influencia de los medios sigue intacta: «Todos replican lo que cuentan los periódicos. De las viejas redacciones emanan los mensajes que hacen temblar un país».

El panorama, selvático, explorado día a día casi a ciegas, es nuevo, como una tierra virgen. Las exigencias del oficio, sin embargo, siguen siendo las mismas. A nuevos retos, viejas respuestas: «Seremos necesarios para nuestros clientes en la medida en que ofrezcamos lo de siempre -apunta Martínez-. Volvemos a las noticias, que es lo que nos piden: noticias, no propaganda, reportajes que sean humanos e interesantes, análisis con hondura y valor y opinión amplia, diversa e inteligente. Es lo que nos reclamaban hace diez, veinte, cincuenta o cien años. Sin hacer eso, no tenemos posibilidad de seguir vivos».

En la revisión del camino recorrido hay espacio para la autocrítica. En las últimas dos décadas, no sólo ha cambiado el modelo de negocio. ¿Qué ocurrió? El director general editorial de El Economista en México DF, Luis Miguel González, lo define así: «Soltamos el volante. Dejamos que muchos de nuestros talentos se fueron a la comunicación institucional. Pusimos el futuro en manos de tecnólogos y financieros». En palabras de Martínez, en ese trasiego de cuentas de resultado fecundas, los periódicos se han ablandado, comercializado, han cedido demasiado y se han explicado mal.

En la selva de los contenidos, la prensa necesitará seguir manteniendo su influencia. Para lograrlo, las claves son muchas. «Seguiremos siendo indispensables en la medida en que podamos seguir manteniendo la calidad», sostiene Martínez. Ser optimistas no es lo mismo que acomodados. Luis Miguel González comprende a los lectores que no están: «Es normal que nadie me busque cuando lo que edito es la décima versión de la misma tontería. Pero si lo hacemos bien, nos leerán». La exigencia del lector de periódicos, ese al que «habría que poner un monumento en la plaza», según Lana, es cada vez mayor. «Se tiene que notar que el periódico ha tenido ocho horas más», apunta Martha Ortiz Gómez, directora de «El Colombiano» de Medellín. «No podemos dar lo mismo que en Twitter».

Ejemplo de los que dan valor añadido es el ramillete de firmas que participó en las jornadas. El director general de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, Jaime Abelló; el periodista colombiano Héctor Abad Faciolince, el escritor peruano Toño Angulo, la profesora de Historia de Periodismo María Angulo y el reportero mexicano Alejandro Almazán exploraron los límites del periodismo narrativo. La historia amplia, contrastada, reposada y contada con brillo literario, ese cuento real, es una de las bazas que están recuperando algunos medios para apuntalar la calidad de su oferta.

Si los periódicos tradicionales siguen siendo influyentes, sobre las redacciones late un descomunal interrogante: ¿cómo ser rentables? Calidad y sostenibilidad financiera son la cuadratura del círculo. Debe existir una solución que han intuido magnates que han invertido en prensa como Jeff Bezos, el fundador de Amazon que recientemente adquirió el histórico «Washington Post». Si se puede, parece, pero pocos saben el cómo. «Todos buscan la clave de hacer esto rentable», subraya Mar Cohnen. ¿Cuál es la respuesta? «No la hay».

Destacados profesionales hispanos debaten sobre el futuro del periodismo en español
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