viernes. 19.04.2024

Si alguien me preguntara qué es lo que nunca olvidaré de Emiratos Árabes Unidos, yo contestaría, sin lugar a duda, el olor y el sonido. Ese olor a oud profundo que te hace pensar en cálidas y misteriosas noches en el desierto y el sonido del Adhan cinco veces al día.

Me enamoré, así, tal cual. Me enamoré simplemente del país. Eso sí, con una excepción, el verano, cuya humedad hace a veces imposible salir fuera. Recuerdo que la primera vez que salí a la terraza durante el verano, al poco de llegar, creí que había sufrido un derrame ocular: mi vista se nubló por completo (llevaba puestas las gafas). Era la humedad, pero el susto no me lo quitó nadie.

Los primeros meses me dediqué a adaptarme, empezando por organizar la vida de mi hijo con el colegio y actividades extra-escolares así como a crear un hogar en la casa que nos habían proporcionado, por cierto muy agradable, con un pequeño jardín en el que podías disfrutar durante el invierno. La verdad es que me gustaba mucho. Podías llamar a la compañía de limpieza y por el coste de una hora en Europa aquí lo tenía casi todo hecho en cuatro horas… Increíble.

Cuando empecé a trabajar me encontré dentro de una Torre de Babel. En mi compañía hay mas de 45 nacionalidades y todas las puedes oír a la hora de comer. Resultó curioso que, al principio, aunque yo hablo un inglés medianamente decente, no podía entender una sola palabra de lo que me decían. Y ellos no podían entender una sola palabra de lo que yo decía. De esto me enteré con el tiempo, exactamente cuando me di cuenta de que cada aplauso que había recibido después de hablar con el equipo era solamente por compromiso… Obviamente el paso de los días arregló el desajuste, gracias a lo cual ahora entiendo múltiples matices de inglés, igual que yo he adaptado el mío a un ¡inglés universal!

Lo más difícil fueron dos cosas: primera, entenderme con los taxistas por teléfono; y segunda, asumir que cualquier árabe al que pidiera una respuesta afirmativa me iba a contestar ¡inshallah! 

Lo más difícil fueron dos cosas: primera, entenderme con los taxistas por teléfono para decirles a qué hora tenían que venir o dónde recogerme; y segunda, asumir que cualquier árabe parlante al que pidiera una respuesta afirmativa me iba a contestar ¡inshallah! Realmente me costó, sobre todo a nivel profesional: yo necesitaba respuestas.

Mi frustrante relación con los taxistas quedó resuelta cuando empecé a usar whatsapp en lugar de llamadas por teléfono: reduje al máximo mis explicaciones. Cualquiera que viera mis mensajes podría pensar que eran entre dos espías, cortos y sucintos, no había lugar a equivocaciones… ¿O sí?

Pero lo mejor es tener un par de taxistas habituales que ya te conozcan y a los que puedas llamar cuando los necesites. Creedme, sentiréis que tenéis un chófer privado. Y además son tan agradables.

Relativo al uso de ¡inshallah! me costó un poco más. Soy una persona resolutiva. Cuando pido algo quiero saber si es viable o no para mirar otras opciones, pero cuando preguntas esperando una respuesta afirmativa y esta no llega... Bueno, pues es bastante difícil ya que yo quería una respuesta clara, sí o no… tampoco era tan complicado.

Con el tiempo aprendí que esto era así y que en realidad tenía sentido ya que pueden pasar muchas cosas para que ese 'sí' que yo esperaba nunca llegue, de modo que es mejor decir “si Dios quiere”. Al final eso es lo que ocurre.

 Ahora que me viene a la mente: lo de adaptarse es sólo un consejo para aquellos que o bien no han descubierto todavía el país o acaban de llegar.

No hay que estresarse, aquí todo ocurre a su tiempo y siempre ocurre bien”.

Lo que nunca olvidaré de Emiratos Árabes Unidos
Comentarios