jueves. 28.03.2024

Kamel Mekhelef se levanta cada día a las 5,30 de la mañana. Se prepara un café con leche, tostadas con aceite, algo de fruta y agua. Antes de las 6,20 debe estar listo para la oración del Fajr. Es justo a esa hora cuando comienza el ayuno islámico. Desde el pasado 1 de abril es Ramadán para los más de 1.500 millones de musulmanes que ya habitan el planeta. Y el precepto religioso prohíbe ingerir alimentos, beber líquidos, fumar o mantener relaciones sexuales desde el alba hasta la oración del Magreb, fijada sobre las 20,50 horas de la tarde en el sur de España. Más de 14 horas seguidas en absoluta abstinencia. 

Algunos días Kamel coge el coche y se desplaza hasta la comunidad islámica del Sector Sur o el Morabito, donde se ubican dos de las mezquitas de Córdoba, para compartir rezo con otros musulmanes. El resto se queda en casa para desayunar con la familia y afrontar un nuevo día de ayuno del mes más sagrado del islam. Es argelino y lleva ya 32 años en España. Se encuentra, por tanto, perfectamente integrado en la rutina de un país de mayoría no musulmana, que vive ajeno al cambio de ritmo vital que se opera en Ramadán.

Aquí un musulmán debe observar el ayuno integral en un entorno poco propicio. La inmensa mayoría de los habitantes come, bebe y fuma sin restricciones, mientras que el engranaje laboral no se altera para adaptarse al nuevo pulso biológico. “Yo ya estoy acostumbrado”, explica Kamel. “Al principio, me afectaba que la gente comiera en la calle. Ya no. Eso sí: cuando el Ramadán cae en verano, se hace algo más difícil por el calor”. El argelino, además, trabaja en casa, lo que facilita considerablemente la rutina de la abstinencia. De hecho, hay días en que vuelve a acostarse cuando regresa de la oración del Fajr. Kamel Mekhelef es responsable de exportación para dos empresas de fertilizantes y productos lácteos, con sede en Almería y Madrid. 

El Ramadán este año ha coincidido con la Semana Santa católica y la Pascua judía. Y durará justo 30 días, hasta el domingo 1 de mayo, en uno de los periodos más largos de los últimos años 

El ayuno persigue la purificación espiritual y fortalecer el autocontrol en un mes centrado en la lectura del Corán. “Es un tiempo para la reflexión, la meditación y para recapitular el sentido de nuestras vidas”, argumenta Kamel. “También para reconciliarte contigo mismo y estar más cerca del creador”.  Este año ha coincidido con la Semana Santa católica y la Pascua judía. Y durará justo 30 días, hasta el domingo 1 de mayo, en uno de los periodos más largos de los últimos años. 

Muchos musulmanes que viven en España deben hacer un esfuerzo adicional durante el mes de abstinencia cuando trabajan en labores con cierta exigencia física. No es el caso de Kamel. Además de hacer un desayuno ligero y no ingerir ningún alimento a lo largo del día tampoco abusa cuando llega la ruptura del ayuno a la caída de la tarde. “No tiene sentido comer demasiado”, señala. La comida de ruptura se llama en árabe ‘iftar’ y goza en el islam de un singular sentido comunitario de celebración. Kamel se reúne con su familia alrededor de una mesa integrada por dátiles, ensalada, rollitos de espinacas con carne picada y  ‘shorba’, que es la tradicional sopa magrebí elaborada con pollo y verduras, conocida en Marruecos como ‘harira’. Como remate, se toma un café o un té. 

En la pequeña mezquita del Morabito, ubicada en los jardines de Colón, los musulmanes organizan cada día de Ramadán un ‘iftar’ comunitario para solteros, estudiantes y personas con menos recursos económicos. La comida reúne a no más de 25 personas. En los países de mayoría musulmana, son muy frecuentes las mesas públicas de beneficencia en plena calle generalmente muy concurridas. España supera ya los 2 millones de musulmanes y el conocimiento popular sobre sus hábitos religiosos se ha incrementado notablemente. “Antes a todo el mundo le parecía extraño el Ramadán”, asegura Kamel Mekhelef, “pero ahora ya está mucho más presente en los medios de comunicación y hay más información”. 

Yusuf Cadelo: “Hay una gran confusión en el mundo árabe entre costumbre, tradición e islam

Yusuf Cadelo es musulmán gaditano y trabaja como funcionario en el Ayuntamiento de Algeciras. Casado desde hace 20 años con una mujer marroquí, se convirtió al islam una década después. “Ya estaba interesado en el islam antes de conocer a mi mujer”, afirma. Su perspectiva sobre la religión islámica es diferente. También su forma de vivir el Ramadán. Rara vez se levanta a las 5,30 de la mañana para desayunar antes del inicio del ayuno. Prefiere dormir para encarar el día con vitalidad y no suele modificar los horarios como sí hace la mayoría de los musulmanes inmigrantes que trabajan en España. 

“Para mí, no representa esfuerzo hacer el ayuno. Soy delgado y no como mucho. No es un sacrificio especial ni siento hambre y no llego desesperado a la hora del ‘iftar’”, sostiene Yusuf. Otra cosa distinta es el verano, cuando el sofocante calor complica considerablemente la abstinencia de agua. Su rutina, por tanto, no varía sustancialmente durante el mes de Ramadán. Tampoco en la alimentación. No toma ‘harira’ en el ‘iftar’ ni asimila costumbres más propias de la tradición árabe o magrebí. 

En eso asegura tener las ideas bien claras y sabe distinguir entre religión y cultura. Es consciente de ser un musulmán español y su conversión al islam no ha conllevado un proceso de “aculturación”. “No llevo chilaba ni tomo ‘harira’”, indica tajante. “Hay una gran confusión en el mundo árabe entre costumbre, tradición e islam”, aclara. La suya es una espiritualidad al margen de la tradición árabe y reivindica el derecho a vivir el islam desde su cultura y su singular sensibilidad. 

Mustafá Stitou: “Córdoba es una ciudad tranquila y aquí no hay complicaciones que impidan practicar nuestra religión”

“Yo tengo poca relación con musulmanes no españoles. En mi entorno hay gente de todas las religiones, agnósticos y ateos”, revela. Bajo su prisma, el islam no puede interpretarse en todos los contextos geográficos y culturales de la misma manera. Y cita el ejemplo de los musulmanes noruegos. “¿Qué debería hacer allí un musulmán si el Ramadán cae en verano y no se pone el sol nunca?”, se pregunta en relación al ayuno, cuya vigencia está vinculada a la parábola solar. “Eso está bien para la península arábiga y el siglo VII pero no para un país como Noruega”, puntualiza. 

El islam, asegura Yusuf, no es una religión jerarquizada ni hay una teología monolítica dictada por intermediarios. “Hay una relación directa con el creador”, razona para explicar su visión flexible. Y pone otro ejemplo. “En Marruecos, el ayuno es obligatorio por ley. Se penaliza hasta con cinco años de prisión a quien lo  vulnere. ¿Cómo se compagina eso con la concepción del islam en Europa?”, cuestiona. “Eso es algo atávico y anacrónico. Si no hay libertad, ¿qué mérito hay en hacer el ayuno?”. 

Mustafá Stitou lleva ya 15 años viviendo en Córdoba y trabaja como encargado en una panadería propiedad de un paquistaní. Su vida no se ve particularmente alterada con la llegada del mes de Ramadán. Se levanta media hora antes del primer rezo del día para asearse y desayunar. Café con leche, tostadas, queso y fruta. A las 9 de la mañana ya está en su puesto de trabajo y a las 15.00 horas pone punto final a la jornada. “Córdoba es una ciudad tranquila y aquí no hay complicaciones que impidan practicar nuestra religión”, asegura. 

En Ramadán, los rezos de la ruptura del ayuno son bastante numerosos en la mezquita Attawhid

Los musulmanes inmigrantes recién llegados sí reciben un impacto cuando viven aquí el primer Ramadán. Mustafá ya percibió esa sensación hace 15 años y ahora la experimentan los nuevos. “Les extraña mucho ver a la gente comiendo y bebiendo en las cafeterías. Yo ya estoy acostumbrado y lo veo con naturalidad. Es lógico que en un país no musulmán la gente haga su vida normal”. 

En su empresa, los horarios han sido modificados algunos años en que el Ramadán ha coincidido con los meses cálidos del verano. En ese caso, los turnos se han desplazado a la noche para evitar las horas sofocantes del día. Su jefe ahora es musulmán, pero en otros supuestos los empresarios también se han comportado de forma flexible. “Hay empresas que son comprensivas en ese aspecto y si ven que eres buen trabajador te facilitan las cosas”, declara. 

Mustafá Stitou es secretario de la comunidad musulmana Centro Islámico de Córdoba, titular de la mezquita Attawhid, ubicada en el barrio del Sector Sur. En Ramadán, los rezos de la ruptura del ayuno son bastante numerosos. Durante la pandemia, sin embargo, se suspendió el ‘iftar’ comunitario por razones de seguridad sanitaria y se sustituyeron por bolsas de comida preparada para llevar. Los paquetes suelen incluir leche, zumos, fruta, dátiles, pan, agua y ‘harira’. Este año, aunque la situación epidemiológica ha mejorado notablemente, se ha mantenido el mismo protocolo.

Ramadán en tierra extraña
Comentarios