viernes. 19.04.2024

Punto final a 30 años de “vocación monástica” de la periodista Ángeles Espinosa en Oriente Próximo

“Uno aprende a coger setas saliendo al bosque, no viendo fotografías”, asegura la corresponsal de El País, que regresa de Dubai a Madrid después de culminar una singladura profesional difícilmente igualable que le ha llevado a transitar por todos los grandes conflictos de la zona desde finales de los 80
Ángeles Espinosa -izquierda- junto a Manar y Rifat, dos estudiantes, en la playa de Gold Mohur (Adén) durante su último viaje a Yemen. (Cedida)
Ángeles Espinosa -izquierda- junto a Manar y Rifat, dos estudiantes, en la playa de Gold Mohur (Adén) durante su último viaje a Yemen. (Cedida)

Ángeles Espinosa (Santo Domingo de la Calzada, 1962), referente del periodismo español durante las últimas tres décadas en Oriente Próximo, regresa a casa. Instantes antes de subir al avión donde voló de forma definitiva de Dubai a Madrid, confesaba, en una entrevista concedida a EL CORREO DEL GOLFO, que era un momento de sentimientos contrapuestos. La corresponsal de El País deja atrás una singladura profesional difícilmente igualable que ha transitado por todos los grandes conflictos de la zona -El Líbano, Palestina, Kuwait, Irán, Irak, Estado Islámico, Afganistán, Yemen…-. Sus crónicas, escritas en cada lugar, a pie de calle y con profundo conocimiento de causa, nos han permitido entender la realidad de una región muy compleja. “Si uno quiere tener un mínimo de conocimiento y de contacto con el sentir de una zona, evidentemente necesita personas sobre el terreno”, asegura. Es lo que ella ha hecho: trabajar sobre el terreno. Máxima que ahora queda por aquí en el aire en lo que a profesionales españoles se refiere. Entre otras razones porque, según mantiene, “desde la perspectiva de medios europeos se ha perdido un poco de interés por lo que pasa en Oriente Próximo”. Zozobra el periodismo de primer nivel en esta parte del mundo. Por fortuna, la hemeroteca atesora para futuras generaciones de periodistas sus testimonios. Espinosa seguirá en el periodismo para llevar a cabo “algo más de reflexión”. Y, sobre todo, emprenderá proyectos personales que, subraya, “cuando uno se dedica a este oficio que es casi una vocación monástica dejas apartados”.

Su última cobertura informativa ha pasado por Yemen. ¿Cómo ha sido?

Muy interesante, pero limitada. He ido a Adén -no he podido viajar por todo el país- y humanitariamente ahí no se ve lo más grave. Es en provincias donde hay más problemas de hambre y desnutrición. Desde el punto de vista de la seguridad la situación es peor de lo que parece. Existe mucha división. Aquello se está convirtiendo en un reino de taifas. El gobierno se halla muy dividido y tiene poco apoyo. Es un bloque anti hutí más que un bloque progobierno. Incluso los propios independentistas del sur se encuentran separados.

¿Hay esperanza de alcanzar un final?

Nadie con quien haya hablado, ni del gobierno ni del Consejo de Transición ni gente que está fuera -porque hay mucho exiliado en El Cairo-, nadie, te pone sobre la mesa un plan para que termine el conflicto; cada uno va por sus intereses y promueve lo que cree que le beneficia. Tiene mala pinta.

¿Existen denominadores comunes entre las guerras de Yemen y de Ucrania?

No conozco profesionalmente Ucrania ni el Este de Europa y no me atrevo a juzgar, pero en Ucrania lo que se ha producido es una invasión con ambiciones de influencia regional y en Yemen el problema es de otro tipo: una guerra civil que se complica con la intervención de las potencias regionales. En el caso de Yemen no hay ocupación ni por parte de Emiratos Árabes ni por parte de Arabia Saudí. La Coalición está bombardeando periódicamente aquí y allí y tiene, evidentemente, fuerzas aliadas sobre el terreno a las que arman y financian, pero la situación es bastante diferente.

“Una guerra es una guerra en todas partes. Y para los afectados, un desastre”

¿Una guerra en Europa es más guerra?

Una guerra es una guerra en todas partes. Y para los afectados, un desastre. Ahora bien, sí que es verdad que he percibido en las imágenes que he visto de Ucrania en la televisión que uno, blanquito occidental, quizás se identifica más con personas que física y culturalmente son más próximas. También hay una cercanía geográfica considerable. En los conflictos de Oriente Próximo se produce un problema añadido: llevan tanto tiempo que quizá terminan viéndose como inevitables. Se enquistan y es difícil, al final, comprender cuál va a ser la solución. En el caso de Yemen, donde acabo de estar, empezó siendo una guerra entre un grupo rebelde y las fuerzas del gobierno en ese momento legítimo y, al final, se ha transformado en una amalgama de fuerzas de diferente tipo y con diferentes intereses que se pelean unas contra otras y donde ya el conflicto no tiene un solo frente sino muchos.

¿Se le presta más atención a una guerra en Europa que a cualquier conflicto que pueda localizarse en esta región?

Sí y no. Yemen tiene un problema de acceso brutal. El propio gobierno yemení no da visados. Yo no he podido conseguir un visado desde que los hutíes tomaron Saná a finales del 2014. No solo es una cuestión de interés. Si después de luchar varios años por un visado no lo consigues terminas tirando la toalla.

¿Estamos ante un cambio de paradigma por lo que se refiere a Europa?

Europa, desde la guerra de los Balcanes, vivía en la sensación de que, debido a las estructuras democráticas y de cooperación establecidas a través de la Unión Europea y otras instituciones, contaba con un estado de tranquilidad. La idea de una guerra no pasaba por la imaginación de nadie. No hay un conflicto previo evidente o no suficientemente conocido y nadie pensó que el malestar de Putin con los cambios políticos y económicos que se han producido en los territorios que antes eran la Unión Soviética iba a desatar una invasión tan brutal y sin haber dado realmente opciones a la diplomacia. Y además nos pilla más cerca y afecta más a nuestros intereses. Que los talibanes tomen Kabul o que haya una guerra en Yemen puede tener, aparte de la preocupación humanitaria, un efecto de refugiados, pero no sé hasta qué punto tiene un efecto económico tan directo. Una guerra en el flanco oriental de Europa tiene efectos humanitarios, de refugiados, y también tiene unos efectos económicos brutales. Lo estamos viendo con el tema del petróleo y del gas. Son consecuencias mucho más directas e inmediatas.

¿Cuántos años ha estado en Oriente Próximo?

Tres décadas, entre una primera etapa en la zona de Beirut y El Cairo y una segunda en la que he estado basada cinco años y medio en Teherán y diez y medio en Dubai.

“Me voy un poco con la sensación de que las cosas no han avanzado mucho. Volver a cubrir la toma del poder por los talibanes…”

¿Cuál ha sido su punto culminante profesional en este tiempo?

Creo que mi corresponsalía en Teherán fue especialmente llamativa porque se produjo en un momento en el que Irán era punto de atención previo al acuerdo nuclear y tenía un presidente que daba muchos titulares, Ahmadineyad. No había corresponsales en Teherán, fui la primera. La mayoría de los medios internacionales lo que tenía era personal local o personas con doble nacionalidad. Desde el punto de vista profesional fue un puntazo estar ahí en ese momento. Me dio acceso a entrevistas con Ahmadineyad y con otros cargos políticos. Pude seguir muy muy de cerca todas las conversaciones nucleares que llevaron al acuerdo de 2015. Después continué cubriendo conflictos regionales y hoy me voy un poco con la sensación de que las cosas no han avanzado mucho. Volver a cubrir la toma del poder por los talibanes… La situación de Irak, otro país al que he viajado con frecuencia, ha mejorado, pero periódicamente da sustos como vivimos con el Estado Islámico. Esta fue una cobertura muy dura. Es una mezcla de sensaciones. He dado muchos titulares de guerra, de conflictos, pero también es una zona interesante, con una población muy joven. Y eso resulta prometedor para el futuro. Quiero irme de aquí con una nota positiva a pesar de que mi última cobertura haya sido Yemen, una crisis a la que se ve pocas perspectivas de solución en lo inmediato.

¿Se ha desplazado desde El Cairo a Dubai el punto de referencia de los medios internacionales en la región?

La zona que llamamos Oriente Próximo ha cambiado el foco de interés. El Cairo fue en una época centro de información para los medios internacionales en el mundo árabe. Y Dubai es la ciudad puntera que ha abierto el camino en diversos aspectos: desarrollo económico, apuestas sociales… Y esto ha hecho que se traslade el centro de atención, primero económico financiero, y más recientemente incluso el político. Hoy esta zona -da igual que hablemos de Emiratos, de Arabia Saudí, de Qatar…- está más activa tanto en los asuntos regionales como internacionales. Sí, he vivido ese desplazamiento del centro de interés o de acción económico y política. ¿Tendrían que instalarse los medios aquí? Es una decisión que los medios deben tomar. Hay grandes ventajas logísticas, de comunicaciones, de infraestructuras.

¿Oriente Próximo genera genuino interés informativo internacional?

Desde la perspectiva de medios españoles y europeos, se ha perdido un poco de interés por lo que pasa en Oriente Próximo. En los últimos años hemos reenfocado nuestro interés hacia América Latina. Es verdad que en lo regional Dubai y Emiratos han adquirido en la zona de la Península Arábiga un mayor peso, pero a la vez creo que miramos hacia otras zonas. Es una situación compleja. Los medios de comunicación también están sufriendo una crisis económica que se arrastra desde la irrupción de Internet y el cambio de parámetros en la publicidad. Y tener un corresponsal es una cosa cara.

"Internet es un bosque estupendo: hay setas estupendas y setas venenosas; pero uno aprende a coger setas saliendo al bosque, no viendo fotografías"

Pero ¿siguen siendo necesarios los corresponsales?

Por supuesto. Si uno quiere tener un mínimo de conocimiento y de contacto con el sentir de una zona del país evidentemente necesita personas sobre el terreno.

Escasea el periodismo sobre el terreno en esta zona…

Para mí Dubai ha sido una base para cubrir la región. Si yo no me moviera de aquí, si no viajara a Irak, a Yemen, a Agfanistán, daría casi igual que estuviera en Madrid. Aunque sí es verdad que Dubai es un sitio por donde pasa mucha gente de la zona y tienes acceso a hacer entrevistas y a conocer a personas. Siempre he concebido las corresponsalías que me han tocado de esa forma, en un contexto regional. El periodismo se hace a pie de calle, de eso no cabe duda. Por eso digo que tener un corresponsal es caro, porque tienes que estar moviéndote. Es una logística que los medios deben estar dispuestos a pagar para ofrecer una información diferente. La irrupción de Internet nos ha creado una falsa sensación de que estamos en todas partes a la vez. Internet es una ventana al mundo increíble. Pero al mismo tiempo tenemos que ser muy realistas: internet no es la realidad. En ese bosque de intereses variopintos muchas veces la gente de a pie que sufre las consecuencias de las guerras, las víctimas de la marginalidad, no están representadas porque no tienen el tiempo ni los medios para estar ahí. Internet es un bosque estupendo: hay setas estupendas y setas venenosas; pero uno aprende a coger setas saliendo al bosque, no viendo fotografías.

Su marcha coincide con la instauración del viernes como día laborable en Emiratos Árabes. ¿Han cambiado muchas cosas por aquí en la última década?

No solo en Emiratos, en toda la región. Hace unos años, cuando escribí mi libro sobre Arabia Saudí, si me hubieran dicho las transformaciones que iba a vivir el país no lo hubiera creído. Mi libro se ha quedado totalmente obsoleto en cinco años. Ha habido cambios y algunos son realmente fundamentales. En Emiratos el cambio del día de la semana tiene cierto simbolismo y, es verdad, que puede contribuir a homogeneizar más los negocios, pero me parecen más importantes los cambios legales que se han producido para permitir la quiebra de las empresas, para tener mayor protección con los cheques, las leyes sociales que permiten que parejas que no estén casadas puedan vivir juntas… Ese tipo de leyes son importantes en cuanto al cambio y evolución de la sociedad. Y existen otros muchos cambios que están pendientes en la medida en que estos países quieran formar parte integral de una comunidad internacional con una serie de valores. Hay cosas que no han cambiado, que siguen muy arraigadas, con unas tradiciones que fuera, como extranjeros, resulta entretenido criticar, pero siempre digo que no todo es bueno ni todo es malo en ninguna parte. Al final la mayor dificultad está en saber qué quiere la población local. Ese es el quid de una cuestión difícil de desentrañar desde el momento en que no tienes un sistema democrático implantado. ¿Se va a llegar a eso en este proceso? Es la gran cuestión.

“Hace unos años, cuando escribí mi libro sobre Arabia Saudí, si me hubieran dicho las transformaciones que iba a vivir el país no lo hubiera creído”

¿Se queda con Teherán o con Dubai para vivir?

Es una pregunta trampa. Sin duda es mucho más cómoda Dubai por una cuestión logística. En Teherán tenía muchas dificultades con las conexiones aéreas, pero, a cambio, me ofrecía una ciudad llena de iraníes. El contacto con la población local es mucho mayor. Dubai es un fenómeno sociológico interesante, con muchas nacionalidades y muchos niveles y muchas capas. Según donde vivas y con quien te relaciones puedes tener la sensación de estar en una ciudad de vacaciones permanente, lo cual cuando uno trabaja es una tentación terrible. O puedes percibir que resides en un lugar internacional que es tierra de nadie. Tiene sus ventajas porque conoces gente de todas partes del mundo, pero cuenta con la dificultad de contactar con la población local.

¿Qué etapa inicia ahora?

Una etapa que es un interrogante. Y muy interesante también porque voy a dejar este periodismo de trotar, súper activo y haré algo más de reflexión. El País me ha propuesto que siga colaborando con artículos de análisis y espero que eso me mantenga en contacto con la zona. Al mismo tiempo quiero empezar proyectos personales que, cuando uno se dedica a este oficio que es casi una vocación monástica, dejas apartados.

¿Tira la tierra?

Siempre he tenido muy claro cuáles son mis raíces y que un día iba a volver a España. Creo que influye el hecho de que, en general, he vivido en países con conflictos, dificultades, guerras o problemas. Allí he hecho el trabajo que me gusta. Pero el trabajo no es la vida, es solo parte de la vida.

Punto final a 30 años de “vocación monástica” de la periodista Ángeles Espinosa en...
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