viernes. 26.04.2024

Tonelada y media de peso, diez metros de alto y tres años de trabajo. Esas son las coordenadas de Dinamo, la fascinante obra firmada por Daniel Canogar, que preside el atrio del Pabellón de España de la Expo 2020 Dubai. El inclasificable creador madrileño vuelve a dinamitar todos los límites del arte en este nuevo proyecto que combina alta tecnología, impacto visual, composición sonora y energía interactiva. 

Hijo de uno de los grandes pintores de vanguardia de mediados del siglo XX, Canogar se sirve del llamado arte generativo como nuevo modo de expresión artística. En la última década ha protagonizado futuristas instalaciones visuales, muchas de ellas en intervenciones callejeras de gran efectismo sensorial. Dinamo, sostiene, es su proyecto más complejo. “Lo que quiero es emocionar al público”, asegura en vídeoconferencia con EL CORREO DEL GOLFO desde Los Ángeles. 

¿Qué es Dinamo?

Es una instalación artística creada con una pantalla escultórica que cuelga en el centro del atrio del Pabellón de España y una barandilla interactiva con luces LEDs, que le permite al público activar la obra. Y una composición sonora también interactiva del compositor Francisco López. Dinamo capta la idea de que sea el público quien activa la obra y la recarga como las dinamos de una bicicleta. La obra fue encargo de la comisaria del Pabellón de España, Carmen Bueno. Quería dar un aire de innovación tecnológica y de contemporaneidad.

¿Si no hay interacción no hay obra?

La intervención es relativamente importante. No es fundamental. La obra sigue teniendo vida si no hay público. La interacción es una parte metafórica: que sea el público el que da energía a la obra. De alguna forma, invito a pensar en su participación en las fuentes energéticas del futuro. La energía del público va circulando y se ve en la pantalla. La dinamo es un mecanismo electromagnético, que coge energía y tiene autonomía. Estamos en un momento en que debemos pensar alternativas en las fuentes energéticas del futuro. Y, de alguna forma, deberíamos intervenir todos. 

¿El arte es un arma de transformación?

Lo que yo quiero hacer con mis obras es emocionar. Tocar el corazón y la cabeza del público. Abrirles el espíritu al proyecto. Y es a través de esa emoción donde creo que puede ocurrir una transformación. No pretendo crear una revolución social y que la gente salga de Dinamo con ganas de cambiar el mundo. Tenemos que ser modestos los artistas y entender nuestras limitaciones. Pero emocionar es importante. Calar en el espíritu. Una sociedad sin arte es una sociedad que muere. Desde el principio de los tiempos siempre ha habido una actividad artística. Una necesidad de canalizar impulsos creativos que son necesarios para la salud del colectivo. Y para mantener ese equilibrio emocional. 

Lo que yo quiero hacer con mis obras es emocionar. Tocar el corazón y la cabeza del público. Abrirles el espíritu al proyecto

¿Es usted un artista comprometido con los desafíos del futuro?

Como cualquier ciudadano estoy preocupado y comprometido. Desde mi arte, trato de buscar respuestas a esos dilemas. Mi trabajo artístico es algo que hago fundamentalmente para entender el mundo que me ha tocado vivir. Si encima comparto estas reflexiones con los demás, eso es fantástico. Uno de los grandes problemas de la sociedad contemporánea es que es excesivamente pasiva ante la realidad. Nos sentamos y recibimos ese bombardeo de noticias que son fundamentalmente traumáticas. El ciudadano no tiene forma de responder. El escritor tiene la herramienta de la pluma, el pintor del pincel y el músico de su partitura. Necesitamos nuestras herramientas para poder procesar nuestras realidades. La mía es el arte. La creación nos ayuda a situarnos. 

Su arte exige la colaboración de muchas personas. ¿Le condiciona? 

Claramente es un condicionamiento. Es una forma de trabajar muy diferente a la soledad del pintor ante el lienzo en blanco. Es un trabajo en equipo. Y a mí me gusta mucho. Me permite salir de mi zona de confort. Trabajo con científicos, con sociólogos, con biólogos computacionales. El trabajo en equipo crea sinergias. Necesito salir de mí mismo y entender a través de expertos cómo es el presente y el futuro. Pero detrás de mi trabajo hay una visión: la mía. Por mucho que tenga un equipo están siguiendo una pauta que llevo yo.

¿Ha tenido la oportunidad de ver la emoción de la gente en Dinamo?

-Sí. En septiembre, antes de la inauguración, hicimos una “soft opening”. Queríamos ver cómo el público reaccionaba. Fue muy satisfactorio. Sabía que me metía en un entorno no artístico, una exposición universal, que es un fenómeno de masas donde la gente va con prisas. En ese sentido, para mí ha sido increíble ver cómo la gente se para ante la obra. Ha sido muy potente. Hay un grupo selecto que se queda atrás y dedica más tiempo que el público medio. Esos son los que me interesan. Los que no tienen la presión del tiempo. En general, ha sido sobrecogedor. Muy emocionante. Ha sido un esfuerzo enorme, titánico, hacer este proyecto. Y hacerlo con una pandemia. Estoy muy orgulloso. 

¿Qué ha movilizado Dinamo en términos humanos y tecnológicos?

Es el proyecto más ambicioso que hemos hecho hasta ahora. Se ha implicado todo el equipo. Hemos contratado a una empresa de tecnología interactiva en combinación con mi ingeniero y “project manager”. Hemos trabajado con los arquitectos del Pabellón y con el compositor Francisco López. Es una obra total. Tiene sonido, arquitectura, luz, interacción. Ha sido increíble. 

¿La obra está a la altura que lo imaginó?

Mejor. Y no siempre ocurre. Hasta que no estás ahí no sabes si va a funcionar o no. Tienes muchas dudas. Tampoco es tan importante que lo que yo tenga en la cabeza inicialmente coincida con el resultado. Lo que es importante es que el resultado funcione. Muchas veces hay bifurcaciones y cambios. En este caso, ha superado mis expectativas. Yo estoy delirantemente feliz de cómo ha quedado.

¿El éxito o el fracaso está en la respuesta del público?

Es importante para mí. Yo pienso mucho en el público. Y le quiero regalar la experiencia de Dinamo. Sería decepcionante que el público no lo entendiera o no le interesara. No es el único factor. También tiene que haber una satisfacción personal mía. Sentir que estoy avanzando en mi reflexión artística. Al final, los proyectos son una cadena en un proceso constante de investigación. Este proyecto me está haciendo pensar en futuros proyectos. Yo al público quiero darle un regalo para que disfrute, le haga pensar y sentir. La obra es un rugido de las tecnologías del pasado, el presente y el futuro. Francisco López graba material en directo. Y está la fuerza de la tecnología que, en momentos, asusta y otros son más biológicos, de plasma, de sangre, como un sistema vivo. Quiero que el público sienta estas lecturas.

¿Es Daniel Canogar un artista del futuro?

-No lo sé. Soy un artista del presente. Intento agarrarme al presente. Para bien y para mal. Es importante afrontar el presente por mucho que nos asuste o nos parezca duro. Intento no juzgar tanto el presente. Tendemos a juzgarlo negativamente. Intento verlo como un historiador, con una cierta distancia. Ahora veo unas dinámicas muy autoritarias en la política. Por ejemplo, Trump. Hay una parte de mí que se indigna y se enfada, pero también es importante verlo como un historiador. Ver una serie de dinámicas globales que me van a permitir pensarlas y reflexionar de una forma más interesante. 

¿De qué nos quiere alertar?

De que tenemos que prestar más atención. Estar más atentos al presente. La mayor parte del tiempo no estamos atentos al presente. Estamos más atentos a Instagram, a Twitter, a Facebook o al escándalo del momento. No estamos en el aquí y el ahora, que es un estado de enorme disfrute. Estar atento a los pequeños detalles del momento. A la luz que acaba de entrar por mi ventana. Yo quiero estar atento a ese cambio de luz. Y el arte nos ayuda a prestar atención. Estamos en estado de perpetua distracción por cosas banales. 

Estamos más atentos a Instagram, a Twitter, a Facebook o al escándalo del momento. No estamos en el aquí y el ahora, que es un estado de enorme disfrute

El aquí y ahora de que nos habla conecta con la filosofía hippie. 

Para mí, tiene más que ver con la meditación trascendental, que practico ya desde hace seis años. Lo practico todos los días por la mañana y por la tarde. Me ayuda a estar en el presente. Sin meditación me hubiera vuelto loco. Es lo que me permite mantener la calma en la vorágine del día a día. 

Usted ha dicho: “Intento comprender esta sociedad datificada en que vivimos”. ¿Ha sacado ya conclusiones?

Estoy en ello. A través de mis proyectos artísticos empiezo a entender más esta realidad de “big data”. Uno de los graves problemas que genera es el exceso inmanejable por el ciudadano. Tanta información no podríamos jamás procesarla ni podemos leer todos los post que se publican diariamente. Se nos escapa la capacidad sensorial del ser humano. Nos hace falta la ayuda de la tecnología para entender y hacer útil esa realidad del data que no tenemos más remedio que afrontar. Si no, esa realidad nos va a comer.

Empezó como fotógrafo y dio el salto a las grandes instalaciones visuales. ¿Se le quedó pequeña la fotografía?

En realidad, lo que me interesaba no era el resultado de la copia fotográfica sino la experiencia del laboratorio. Esa experiencia de la oscuridad, de la luz roja, de la radio encendida, de la ampliadora, la magia del momento, la emoción de ver la imagen aparecer. Eso sigue conmigo presente. Y está presente en Dinamo. 

Expo 2020 Dubai acogerá a 25 millones de personas de todo el mundo. Es un inmejorable escaparate para su obra.

-Sí que lo es. Es muy emocionante saber que cada día han pasado por allí miles de personas. Es un lugar masificado y he tenido que tener ciertas precauciones. Saber dónde me estaba metiendo. Es muy diferente a un museo o una galería de arte, donde hay un público más experto. Ha sido interesante este reto. 

¿Es su primera exposición universal?

Sí. Pero yo he estado pensando en exposiciones universales desde hace casi 30 años. Siempre me han fascinado. En 1992 publiqué un libro que se llamaba Ciudades efímeras. Exposiciones universales: tecnología y espectáculo. Ese libro fue una reflexión sobre la experimentación audiovisual que siempre ha ocurrido en las exposiciones. Fue un proyecto un poco loco pero fue una reflexión sobre otras formas de trabajar la imagen y la pantalla. ¿Por qué siempre tienen que ser planas? ¿Por qué no pueden ser escultóricas? Y esa investigación teórica ahora pasa de la teoría a la práctica. Se cierra un ciclo increíble.

El Golfo es un lugar de enorme potencial. Es un lugar de oportunidades. Me recuerda al far west americano del siglo XIX. Tanta gente que se va a Emiratos a empezar su sueño

Y es la primera exposición universal en un país árabe. ¿Qué nos dice el dato de nuestro planeta?

No sabría contestar a esa pregunta. Sí sé que el Golfo es un lugar de enorme potencial. Es un lugar de oportunidades. Me recuerda al far west americano del siglo XIX. Tanta gente que se va a Emiratos a empezar su sueño. Tiene mucho sentido que haya una exposición universal allí porque es una zona en ebullición.

¿La conocía?

Solamente Riad, en Arabia Saudí, por un proyecto que hice en la primavera.

¿Qué le vincula con la tradición artística de su padre?

Con mi padre me vincula que es mi padre. Y eso es lo más importante. Y me vincula con su ética de trabajo. Es un currante del arte y todos los días va a su estudio. Eso es algo que me ha transmitido mucho. 

En una reciente entrevista su padre dijo: “Ahora solo gustan las cosas que se mueven o que se encienden”. ¿Se siente aludido?

Está describiendo mi trabajo. No lo había leído, pero me siento muy aludido. Sí. 

“Dinamo es mi obra total”
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