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viernes. 03.10.2025

Es muy difícil educar sin intervenir. El niño, desde el momento que nace, no tiene conciencia de lo que es bueno o malo. No sabe si se puede dibujar en las paredes o no. Los padres son los que deben educarlos, enseñarles que está bien o que está mal. Por ejemplo cuando permitimos que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por sospecha a frustrarlo o por comodidad. Esto es el principio de una mala educación.

En el área de la educación, lo que deja huella en el estudiante no es lo que se hace una vez, sino lo que se hace continuamente. Lo importante es que, después de un periodo, los padres reflexionen, en cada caso, sobre las actuaciones que pueden ser más negativas para la educación de sus hijos y traten de orientarse.

Algunos factores que influyen en la educación del hogar:

  1. La permisividad. Es imposible educar sin intervenir. Un hijo que hace "travesuras" y su padre no le corrige hacer pensar al niño que su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para crecer seguros y felices.

  2. Ceder después de decir no. Si usted ha tomado una decisión, el no es innegociable. Por ejemplo, si dijo al niño que esta tarde no vería la televisión, luego no puede negociar con él qué programa y cuanto tiempo.

  3. El autoritarismo. Es el otro extremo de la permisividad. Es intentar que el niño haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa, esclavo, sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo para la educación como la permisividad.

  4. Falta de coherencia. El estado de ánimo de los padres ha de influir lo menos posible en la importancia que se da a los hechos. Igualmente es fundamental la coherencia entre los padres. Un ejemplos sencillo es, si el padre le dice a su hijo que se tiene que comer con los cubiertos, la madre lo tiene que apoyar, y viceversa. No debe caer en la engaño de: "déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma".

  5. Gritar. Perder los estribos. A veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño. Además, a todo se acostumbra uno. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos psíquicos y físicos, lo cual es muy grave.

  6. No cumplir las promesas ni las amenazas. Cada promesa o amenaza no cumplida es un giro de autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser realistas, es decir, fáciles de aplicar.

  7. No negociar. No negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso de poder y, por lo tanto, incomunicación. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.

  8. No escuchar. Un padre es aquel que escucha a su hijo aunque esté hablando por teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado, evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar “nunca”.

  9. Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Desean que sean los mejores... ¡ya! Pero, nadie nace aprendido. Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondientes errores. Lo que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus hijos, en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, "para que el niño aprenda" se las repiten una y otra vez.

Estos consejos sólo requieren, por un lado, la certeza de que son efectivos y, por otro, llevarlas a la práctica de manera constante y coherente.

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Autor: Ruth Mujica.

Directora de Docente 2.0

Página Web: www.ruthmujica.com

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