viernes. 29.03.2024

El pasado lunes, 26 de agosto, volvía a Dubai después de unos días en Murcia, nos llevaban mis padres a Madrid, a la T4, como otras muchas veces.

Durante el trayecto, ya cerca de Madrid, mi madre compartió una noticia que estaba circulando por las redes. Paco Marín, mi amigo de infancia, adolescencia y juventud, al que ella conocía tan bien, se había visto envuelto en un accidente. Su avión, el C101 de instrucción de la Academia General del Aire, se había precipitado al mar frente a la Isla Grosa en La Manga, pero todo estaba bien, había conseguido eyectarse y lo habían rescatado. 

El piloto militar Paco Marín era amigo de infancia, adolescencia y juventud de José Fernández, autor del texto. (Cedida)

La hora siguiente, con toda mi familia en el coche, hasta le llamé por teléfono en una parada para el café, no me daba línea y seguí conduciendo con un malestar y un desasosiego que desgraciadamente acabó siendo premonitorio. 

Dejo al lector la reflexión de lo doloroso y desafortunado que resulta el afán de publicar noticias no contrastadas, no debería hacerse… en ningún caso, ni cuando resultan ser verdad.

Ya en el mostrador de la aerolínea de Emiratos, discutiendo detalles anodinos sobre el equipaje, me llamó mi amigo Antonio Eduardo, íntimo desde la infancia, acongojado, roto, llorando con la voz entrecortada, como con prisa por compartir el mensaje con entereza antes de poder dejar de articular palabra por el llanto. 

Paco volaba solo en el avión y había fallecido. Al parecer había tratado de recuperar la trayectoria del avión tras una maniobra de picado.

Los medios aún tardaron mucho en rectificar y siguieron informando sobre la eyección y el rescate. Yo me embarqué completamente devastado en un vuelo de ocho horas, con mis hijos preguntándose por qué su padre volvía del mostrador de la aerolínea en ese estado, sin poder contener las lágrimas.

Tengo varios amigos pilotos, ellos saben mejor que nadie lo difícil que es el trabajo que llevaba a cabo y la responsabilidad de un instructor de oficiales, mención a parte las reconocidas acrobacias durante sus cuatro años como 'solo' de la patrulla Águila, al parecer era el único del mundo en hacer durante una exhibición el 'looping' invertido.

Estos días mi amigo Paco está recibiendo el reconocimiento y menciones de todas las instituciones y en todos los medios en España e incluso del extranjero.

Hoy mismo he recibido la llamada de un conocido emiratí para trasladarme el pésame para su familia.

Además, se le está preparando un funeral de Estado en la Academia General del Aire de San Javier, que se anunciará en breve. 

Más importante aún, está recibiendo una lluvia de mensajes personales de cariño de sus compañeros de Maristas y de todos los que han interactuado con él como civil o en sus años de carrera militar.

Escribo estas líneas como homenaje a un piloto excepcional, un comandante condecorado caído en acto de servicio, un hijo, hermano, esposo y padre de un bebé y un amigo entrañable e irrepetible, con el que tuve la fortuna de reencontrarme este verano y al que siempre tendré presente. 

Vuela amigo, vuela alto.

Buen vuelo, comandante Marín
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